LA
ECONOMÍA VISTA DESDE UN ANGULO EPISTEMOLÓGICO
De la economía a la economía política; del estructuralismo a la complejidad
De la economía a la economía política; del estructuralismo a la complejidad
Daniel Coq Huelva
(dcoq@us.es). Doctor en Ciencias Económicas. Departamento de Economía
Aplicada II. Universidad de Sevilla (España)
Economic science is a diverse
science with many though schools. Some of them are ordered in this text using
epistemological criteria. First economics and political economy are
characterized. After, inside the second one, structuralism and
post-structuralism positions are analyzed. Inside this last group, it is
defended the necessity of building a political economy from the paradigm of the
complexity.
Key words: economic epistemology, complexity,
economic structuralism, constructivism, economic methodology
La
ciencia económica es una ciencia diversa, con innumerables escuelas y
corrientes. En el presente texto se ordenan algunas de ellas tomando una serie
de criterios epistemológicos de referencia. De esta forma se distingue en
primer lugar entre economía estándar y economía política y, posteriormente
dentro de esta última entre aproximaciones estructuralistas y
post-estructuralistas. Dentro de este último grupo de reivindica la necesidad
de construir una economía política desde el paradigma de la complejidad
Palabras
clave: epistemología de la economía,
complejidad, estructuralismo económico, constructivismo, metodología de la
economía.
Recibido
el 02-Nov-2004
1. Introducción
El
propósito del presente artículo es analizar críticamente las epistemologías
existentes dentro de la Ciencia Económica, en general, y dentro de la Economía
Política, en particular. Como tendrá ocasión de analizarse (epígrafe 2) la utilización
de estos dos términos Ciencia Económica y Economía Política no es casual.
En
realidad, la definición del objeto del presente trabajo depende de la posición
epistemológica asumida. Si se considera que la Economía como ciencia viene
definida por la utilización de una metodología determinada, la misma queda
confinada a un determinado universo y, por exclusión aparece lo que queda
relegado (la Economía Política) en un universo distinto. Si por el contrario,
se considera que la Economía como ciencia se define por su objeto, siendo
posibles distintas metodologías de análisis de la misma, la disciplina tendría
unos límites más amplios quedando la Economía Política encuadrada en su
interior.
Esta problemática es analizada con más detenimiento en el punto segundo.
En
todo caso, dentro de la Economía Política (entendida como disciplina
independiente o como sub-disciplina de la Ciencia Económica) tradicionalmente
la posición dominante ha sido el estructuralismo.
En el punto tercero se define
el contenido del concepto y se realiza un análisis crítico de sus
"virtudes" y de sus principales limitaciones.
Las
limitaciones del estructuralismo económico explican, en buena medida, la
aparición de una serie de enfoques tendentes a intentar superar sus principales
deficiencias. Estos enfoques –que tienen un substrato epistemológico constructivista de una cierta relevancia– son
analizados en el punto cuarto. A su vez, el constructivismo es, en buena
medida, el puente que permite la aparición de los llamados discursos
post-modernos (Lamo de Espinosa 1996), a los que también se hará una pequeña
referencia. En todo caso, el objetivo perseguido con este epígrafe, al igual
que en el punto anterior, es exponer las aproximaciones constructivistas y sus
derivaciones post–modernas con sus principales fortalezas y debilidades.
Por
último, las narrativas constructivistas y los discursos estructuralistas no
deben considerarse como radicalmente opuestos, sino más bien como
aproximaciones complementarias en el estudio de fenómenos multidimensionales.
Pero, para conceptualizar esta complementariedad, es necesaria la existencia de
una meta-sistema integrador. En el epígrafe 5 se defiende que el paradigma de la complejidad tiene la capacidad de actuar como
marco integrador de los discursos estructuralistas y las narrativas
constructivistas. Sobre la base de todo este conjunto de reflexiones, en el
punto sexto y final se obtienen las correspondientes conclusiones.
2. La Pugna
Epistemológica "Tradicional": individualismo metodológico mecanicista
frente a holismo organicista
Dentro
del conocimiento científico, las distintas disciplinas han tendido a tener una
serie de orientaciones epistemológicas, metodológicas y ontológicas dominantes.
En el caso de la economía, ha existido una pugna casi fundacional que ha
tendido a oponer una visión positivista primero (Keynes 1986) y racionalista
crítica después (Friedman 1953), a una visión estructuralista de la realidad
económica (Sampedro y Martinez Cortiña 1969, Tamames 1980, Amin 1974).
Las
posiciones epistemológicas de la corriente económica dominante tienen un fuerte
substrato positivista. Del positivismo se toma la idea de que mediante la
observación es posible "identificar" las leyes que gobiernan una determinada
realidad. Se intenta de este modo "inferir" un esquema que, una vez
aislado, lo explique todo. Pero, desde principios del pasado siglo se puso ya
claramente de manifiesto que no existe ninguna observación ateórica, que toda
observación está basada en un esquema previo (pre-lógico, si se prefiere) de
concepción de la realidad.
En
el caso concreto de la Ciencia Económica, la observación va a encontrarse
mediatizada por la aplicación sistemática de un reduccionismo de substrato
"racionalista". Como consecuencia del mismo, se termina por ver la
realidad a partir de la definición de una unidad elemental de análisis (el
individuo, por analogía al átomo en la física) y un principio universal de
interacción entre estas unidades (el principio de racionalidad absoluta o
hiperracionalidad). Por ello, tanto el reduccionismo racionalista, como la
"inferencia" positivista se conjugan formando la base epistemológica
del pensamiento económico dominante (Louça 1998).
Pero,
una vez que se reconoce el carácter pre-lógico de la observación, justificar
exclusivamente sobre argumentaciones positivistas la metodología económica, tal
y como lo hacía J.N. Keynes (1986), era algo bastante discutible. Los
conceptos, las hipótesis del posterior razonamiento deductivo no podían ser
inferidas imparcialmente. Por tanto, la pretensión de "objetividad"
de la Ciencia Económica se derrumba. Por ello, se produce una evolución de la
reflexión epistemológica que en este caso no va a implicar un cambio en la
metodología utilizada. O dicho en otros términos, va a utilizarse otra base
epistemológica pero no para cambiar las prácticas de investigación, sino para
dejarlas esencialmente como estaban. De este modo, M. Friedman (1953) en una
brillante aplicación de los principales postulados de la obra de Popper, viene
a afirmar dos cosas fundamentales. En primer lugar, considera que los supuestos de partida de toda
teoría son forzosamente irreales. Este "irrealismo" implicaba que
la forma a partir de la cual se habían establecido los principios básicos de la
disciplina, carecían realmente de importancia. El problema de la inducción
ateórica imposible quedaba, de esa forma, eliminado de un plumazo. Daba igual
si la observación era pura, o estaba condicionada por conceptos previos.
Observación pura no existía, pero eso era indiferente, porque no era un
criterio de demarcación entre la ciencia y la no ciencia (Hodgson 1988).
Además,
en el caso de la Ciencia Económica, la defensa del "irrealismo" de
las hipótesis tiene una virtud añadida. Servía para invalidar la crítica más
frecuentemente realizada a las construcciones en Economía: su carácter
"irreal", "idealizado" y "altamente teórico". De
este modo, los ataques que tradicionalmente se han vertido sobre conceptos
tales como el "homo economicus" –un ser totalmente egoísta que busca
exclusivamente la maximización de su propia utilidad, sin importarle para nada
la utilidad de los demás y procediendo a ello de una forma totalmente racional
sin que exista ninguna mediación social y que reflejan, en realidad, una
concepción hobbesiana de la sociedad, en general, completamente superada en la
mayor parte de las ramas del saber (Naredo 1987)– estarían, sencillamente mal
enfocados, porque incluso aceptando que es una hipótesis irreal, todas lo son.
El
segundo de los argumentos esenciales de la interpretación que Friedman hace de
la obra de Popper se centra en el concepto
de predictibilidad y, asociado al mismo, el de falsabilidad.
Viene a decir
que independientemente de que las hipótesis sean o no realistas, lo que
determina su "cientificidad" es su capacidad predictiva. Por tanto,
una teoría que predice puede ser aceptada.
Es decir, la capacidad predictiva se
considera el test que toda teoría debe pasar para ser aceptada.
En el caso de
Friedman, él ponía como ejemplo, "su" teoría cuantitativa del dinero
que afirma que la inflación depende esencial si no exclusivamente de la
cantidad de dinero en circulación.
En su opinión como tenía capacidad
predictiva (en efecto, cada vez que los bancos centrales reducen la cantidad de
dinero, la inflación baja aunque pasan otras muchas cosas) era científica,
independientemente de que el supuesto de partida fuera más o menos
reduccionista.
Esto
hacía que el énfasis se trasladase desde las hipótesis a la falsación, es
decir, desde "la lógica abstracta" a "la verificación
concreta". Sin embargo, esta argumentación tiene serias limitaciones. Su
principal carencia viene dada por el hecho de que la mayor parte de las teorías
económicas son difíciles de contrastar con la realidad.
No es fácil contrastar,
por ejemplo, la teoría microeconómica del consumidor (basada en un concepto, la
utilidad que no es medible), ni la teoría de la producción (basada en modelos
de competencia que en general no se dan en la realidad) y así un largo etcétera.
Aún así, la relevancia dada al tema de la falsación ha llevado a que la
economía estándar se centre casi exclusivamente en el desarrollo de un instrumental matemático que permita
"falsar" las teorías. Este
"instrumental" se concreta en una subdisciplina que va a pasar a ser
central en la construcción contemporánea de la Ciencia Económica: la
Econometría.
En
realidad, tal y como denuncia McClosky (1990 y 1993) las principales revistas
de economía (sobre todo, en el mundo anglosajón, ya que en el mismo se dan más
claramente una serie de procesos que más adelante se explicarán) parecen más
revistas de matemáticas y estadísticas aplicadas que propiamente de economía.
Pero es que además, la propia Econometría, como sub-disciplina tiene una serie
de carencias importantes, reconocidas por sus propios practicantes que hacen
que, en general, los principios epistemológicos popperianos sobre los que se
basa sean inaplicables (Lawson 1997), llegándose incluso a defender el carácter
de alquimia de la misma (Hendry 1993).
"Muy
poco de lo que dicen saber los economistas, y casi nada del contenido de un
texto elemental, ha sido descubierto mediante la corrida de regresiones. Las
regresiones de datos recolectados por el gobierno se han usado sobre todo para
defender un argumento teórico frente a otro. Pero el soporte que proveen es
débil, nada concluyente y fácilmente rebatible por las regresiones de
otros" (Bergmann 1987:192 citado
por Kennedy 1997:19).
Por
tanto, el reduccionismo económico propio de un paradigma de la simplicidad
(Morin 1994) ha terminado por dar lugar a una visión mecanicista y
metodológicamente individualista de la realidad económica, centrada, casi
exclusivamente en el desarrollo de mecanismos de verificación sobre la base de
instrumentos matemáticos con una capacidad muy discutible para afrontar ese
reto. No obstante, los mismos niveles de sofisticación alcanzados han hecho muy
difícil la discusión de estas debilidades teóricas, ya que ello supone años de
entrenamiento en técnicas basadas en un fuerte saber empírico no codificado.
Desde
sus inicios, la visión reduccionista y metodológicamente individualista de la
economía tuvo muchas críticas y muchas resistencias. Ello llevó al desarrollo
de una concepción epistemológicamente distinta de la realidad económica. Esta
visión tenía una serie de pilares básicos.
Frente
al individualismo metodológico se desarrolló visión holista, sistémica y evolutiva de
la realidad (Dosi y Arsenigo
1988). Holista en el sentido de que el todo era algo más que la suma de las
partes. Sistémica porque no se partía de sencillos esquemas de causalidad
simple, sino que se consideraban todo el conjunto de posibles relaciones
existentes entre variables relacionadas entre sí. Evolutivas porque no se
realizaba la descripción de situaciones estáticas que posteriormente eran
analizadas desde una perspectiva temporal, sino que el cambio se incluía
directamente en el esquema de pensamiento de partida. El holismo es, por tanto,
una apuesta contra la visión mecanicista del mundo impuesta desde el individualismo
metodológico.
Entre
el individualismo metodológico racionalista – positivista y el holismo
sistémico – historicista ha existido tradicionalmente una fuerte pugna
epistemológica. En este sentido, en el campo de la Ciencia Económica las pugnas
epistemológicas han sido especialmente virulentas, dado el papel que la
disciplina económica tenía asignado en el conjunto de las ciencias sociales.
Esta dureza de la confrontación ha dado lugar a la existencia, ya desde hace
algún tiempo, de dinámicas excluyentes. De este modo, en la tradición
anglosajona se tiende a considerar como disciplinas científicas independientes
aquella economía que parte de posiciones epistemológicas positivistas –
racionalistas (Economics) de aquella otra que utiliza preferentemente un
enfoque holista – historicista (Political Economy) (1).
Esto supone, en la práctica, el
establecimiento de unos límites científicos no en función del objeto analizado,
sino del método empleado para ello.
En
todo caso, la distinción entre Economía Estándar y Economía Política puede
justificarse desde un punto de vista pragmático, ya que el campo de
problemática de ambas disciplinas termina viéndose afectado por el método de
análisis empleado.
En un caso, se estudian los mecanismos de producción e intercambio
(2), en un mundo de variables esencialmente monetarias (costes y precios
básicamente), definidas por la misma teoría encargada de modelizar la realidad.
En el otro, más que nada se estudian las dinámicas de crecimiento y acumulación
de capital a largo plazo, entendiendo estos procesos como dinámicas
multidimensionales en la que intervienen una gran cantidad de factores
(humanos, culturales, de dotación de recursos, de posición en la división
internacional del trabajo, políticos, etc.)
Por tanto, la forma de definir el
campo de estudio es distinta.
Pero
más diferentes son todavía los métodos.
En un caso, se emplean casi
exclusivamente métodos cuantitativos y muy especialmente métodos econométricos.
En el otro, el análisis tiene un componente cualitativo importante, por mucho
que realmente se encuentre fuertemente sustentado en cifras. En cierto sentido
(la fijación por la cifra, por lo cuantitativo), la Economía Política tiene un
fuerte substrato decimonónico y, lo quiera o no, también positivista. Pero el
grado en el que se expresa es muy inferior al de la Economía Estándar.
No
obstante, la Economía Política tampoco es algo homogéneo, sino una denominación
genérica bajo la que se engloban todas las heterodoxias: post-keynesianos,
marxistas, institucionalistas radicales, ecologistas, feministas, etc. Todos
han luchado, históricamente, por ganar un espacio en el reducido territorio a
la que la Economía Política había quedado reducida (Guerrero 1997).
No
obstante, incluso dentro de la Economía Política no todos eran iguales. Por la
inercia de la historia, pero también por la propia forma de
"institucionalización" de la Economía Política como ciencia social,
el estructuralismo ha jugado un papel claramente dominante. El propósito del
siguiente epígrafe es analizar en detalle los fundamentos epistemológicos del
estructuralismo económico para tratar de identificar, de esta forma, sus
principales fortalezas y sus más acusadas carencias.
Antes
de realizar una valoración del papel del estructuralismo en la Economía
Política, habría que aclarar qué se entiende realmente por estructuralismo. Las
siguientes definiciones pueden ayudar a ello.
"El
estructuralismo es básicamente un método de investigación que desafía los
supuestos del empirismo del positivismo... La característica principal de
estructuralismo es que toma como objeto de su investigación... las relaciones
recíprocas de las partes de un todo y no el estudio de las diferentes partes
aisladamente. En un sentido más específico este concepto es usado por aquellas
teorías que sostienen que existe un conjunto de estructuras económicas y
sociales que no son observables, pero que generan fenómenos económicos y
sociales que sí lo son" (Palma
1993:250).
"(Las
estructuras) pueden ser definidas como conjunto de objetos o prácticas
internamente relacionada. La relación propietario – arrendatario por ella misma
presupone la existencia de propiedad privada, renta, producción de una
plusvalía económica... juntas todas estas cosas formar una estructura... Dentro
de las estructuras sociales hay determinadas posiciones asociadas a
determinados roles. Es particularmente importante distinguir entre el ocupante
de una posición y la posición en sí misma. Uno de las mas penetrantes ilusiones
del pensamiento actual se deriva de la atribución de las propiedades de la
posición, sea buena o mala, al individuo que la ocupa" (Sayer
1992:92).
Con
esto se pone de manifiesto que el estructuralismo se caracteriza por realizar
análisis globales, en los que se distinguen distintos elementos, con distintas
propiedades, pero donde el comportamiento del sistema se deduce de las
relaciones establecidas entre los distintos elementos, globalmente
consideradas, que le imprimen unas determinadas características a los
fenómenos, estando éstas por encima de las actitudes y rasgos específicos de
los individuos. Se trata, por tanto, de un análisis del sistema "global"
y oculto de relaciones entre los distintos elementos de una realidad, que
explicarían su comportamiento aparente.
No
obstante, pese a que el estructuralismo engloba una serie de aproximaciones que
tienen en común los rasgos anteriormente expuestos, sin embargo, existe una
cierta diversidad en su interior. En este sentido, como todo concepto
clasificador en ciencias sociales resulta un tanto "borroso". Sin
ánimo de ser exhaustivos puede decirse que, dentro del estructuralismo, pueden
distinguirse tres corrientes principales
1)
La primera estaría bastante cercana a los postulados
históricos-materialistas proponiendo,
en todo caso, una aplicación de los mismos al análisis de realidades sociales
concretas. Sería la aproximación más dependiente de un marco teórico previo y
con un menor diálogo con la realidad. En este sentido, podría decirse que se
trataría del enfoque más "ortodoxo".
2)
Existe un segundo tipo de aproximación que aunque toman algunos conceptos
histórico – materiales, hacen una lectura de la realidad más libre. En este
sentido, se intenta comprender el comportamiento conjunto de una realidad económica
aislando sus relaciones constitutivas fundamentales, pero comprendiendo la
interrelación sistémica existente entre ellas. Este análisis no toma ya tantos
conceptos generales, sino que es capaz de "identificar" los rasgos
diferenciales de cada estructura económica y sobre la base de ese análisis
anticipar unas "trayectorias" de transformación de la misma (Sampedro
y Martínez Cortiña 1969, Berzosa 1996).
3) Un tercer tipo de aproximación
llega al concepto de estructura a partir del análisis de la problemática del
desarrollo económico. Sobre
esta base, no solo se concentran en captar las especificidades de cada tipo de
estructura económica, sino que proponen una serie de tipologías que permiten
agruparlas. De este modo, se llega a comprender mejor la naturaleza de las
distintas estructuras identificadas. La tipología más conocida es la que
diferencia entre formaciones capitalistas centrales y formaciones capitalistas
periféricas (Amin 1974, Emmanuel 1973).
El
hecho de que el estructuralismo nazca y se desarrolle como una reacción frente
a la metodología dominante, hace que éste tenga, desde un punto de vista
epistemológico, un carácter híbrido. De esta forma, por una parte, se niegan
algunos de los fundamentos del paradigma de la simplicidad, pero por otra, se
cae en algunos de los elementos que, de una forma más clara, definen al mismo
(3). O dicho en otros términos, el estructuralismo tiene una relación bastante
ambivalente con el paradigma de la simplicidad. Por un lado, es una forma de
concebir la realidad que nace y se mantiene en oposición (casi podría decirse
en abierta confrontación) a éste. Por otro lado, es el hijo de un determinado
momento histórico, con la cosmovisión ligada al mismo. Es, por tanto, una
reacción que niega los principios epistemológicos y ontológicos dominantes,
pero que, al mismo tiempo, casi sin quererlo, afirma algunos de los principios
a los que trata de oponerse.
Si
se toman como características del paradigma de la simplicificación los 13
principios identificados por Morin (2004), puede observarse que la visión estructural se opone a la
mayor parte de ellos. De
esta forma:
I.
Como ya se ha indicado, su
principio fundamental de funcionamiento es lo que se conoce por
"holismo" que puede
resumirse en la afirmación de que "el todo es más que la suma de las
partes". Esto está claramente en oposición al reduccionismo mecanicista
propio del paradigma de la simplicidad. De este modo, aunque el holismo tiene
sus limitaciones, está mucho más cerca de la concepción sistémica compleja que el
reduccionismo simplificador clásico. Si hubiese que buscar una metáfora, podría
afirmarse que, en todo caso, la visión estructural ve la economía más como un
organismo que como un reloj, siendo incluso algunos de sus autores conscientes
de las limitaciones interpretativas que esta "simplificación"
metafórica (inferior en todo caso a la de la Economía Estándar) conlleva. De
hecho, el título del artículo de uno de los artículos de uno de los padres del
estructuralismo económico, José Luis Sanpedro (1981) "El reloj, el gato y
Madagascar" puede ser
suficientemente indicativo de la importancia concedida al tema.
II. Además, no fundamenta sus
explicaciones en modelos de causalidad lineal, aunque existen importantes
elementos de linealidad en algunas de sus afirmaciones y construcciones. Lo
importante es el funcionamiento del conjunto de la estructura, no relaciones de
causalidad aisladas. El sistema es concebido con la suficiente flexibilidad
como para que existan relaciones opuestas, enfrentadas, contradictorias. En
este caso, es el funcionamiento del conjunto del sistema el que indica cual de
ellas finalmente prevalece. Existe en este sentido, una lógica sistémica que
aunque no llegue a afirmar que "todo está conectado", sino solo los
elementos "estructurales" esenciales, si concibe fenómenos de
retroalimentación positiva y negativa de las dinámicas.
III.
Se basa en la realización de análisis históricos, fundamentados en la irreversibilidad del concepto de
tiempo utilizado. Los análisis estructurales en Economía son siempre
análisis históricos de realidades concretas. La historia es un proceso
irreversible, marca dinámicas que forzosamente condicionan el futuro,
imprimiéndole una trayectoria de cambio a la estructura definidora del sistema.
La reversibilidad no es posible en este tipo de esquemas, porque las dinámicas
históricas se retroalimentan y los sucesos tienen un valor por sí mismos.
IV.
Acepta la posibilidad de la auto-producción, algo que ya estaba presente en los
economistas clásicos (A. Smith, D. Ricardo, etc.) (4) y que puede verse en la
utilización de ciertas expresiones como acumulación de capital (el capital que
produce más capital), reproducción social, transformación estructural (las
estructuras que se modifican a sí mismas), etc. Con ello, simplemente se
refleja este carácter "organicista" original del estructuralismo
económico.
Sin
embargo, pese a esta "apertura a la complejidad", el estructuralismo
económico reproduce, en algunos puntos ciertos rasgos destacados del paradigma
de la simplicidad. Entre ellos, se encontrarían los siguientes.
La
concepción de la realidad sobre la base de un principio ordenador supremo, esto es lo que Morín (2004) denomina Orden-Rey. El
estructuralismo busca la identificación de un orden, de forma que describe un
universo (en este caso económico) dominado por una serie de leyes abstractas.
Cierto es que conceptualiza el sistema de una forma más rica, que reconoce la
existencia de tensiones dentro de él y que, de hecho, identifica las leyes de
transformación del sistema como producto del choque, de la dialéctica entre
principios enfrentados. Pero, todo ello se realiza sin que los conflictos
existentes en su interior puedan dar lugar a distintas trayectorias. Dada la
correlación de fuerzas existentes todo lo esencial está determinado con
antelación. De esta forma, se anula la incertidumbre, se
"racionaliza" (5) el sistema. No existe indeterminación alguna en el
sistema, en todo caso, pueden faltar los datos necesarios para identificar en
términos precisos la evolución de éste. Pero esto no anula la existencia de un
orden, de una evolución inexorable que no puede ser corregida desde la acción
individual, porque la estructura está por encima del individuo, ni desde la
acción social, porque esta estructuralmente determinada. Existe un orden que
una vez identificado es inamovible. Las tensiones, los conflictos son los
elementos "constitutivos" de ese orden, el "ruido" de fondo
de todos los procesos históricos. De este modo, si las fuerzas son
perfectamente identificables y tan fuertes que, ante ellas, las actuaciones
individuales carecen de sentido, la puerta al "determinismo" se
encuentra servida. Sólo mediante el análisis de las mismas puede llegarse a
identificar unívocamente la verdad. Por tanto, el estructuralismo termina generando una visión
determinista de las distintas realidades económicas.
No
existe por tanto, un sujeto autónomo dentro de esta concepción y, caso de
existir, esta autonomía sería irrelevante,
incapaz de transformar ninguno de los elementos conformadores de la estructura.
Esto, a su vez, es la manifestación de una carencia posiblemente más grave. El estructuralismo como el paradigma
de la simplicidad se basa en la perfecta separación entre sujeto y objeto.
La primera consecuencia de esto es que las estructuras identificadas no se
consideran como el producto de la "interpretación de la realidad realizada
por el autor", sino como el resultado del aislamiento de una serie de
"elementos objetivos". Esto implica una comunión con la posición objetivista
propia del positivismo. En general, por tanto, las descripciones estructurales
deben entenderse que asumen la siguiente posición.
"La
posición objetivista, en la que se establece una clara separación entre los dos
polos de la relación, entre sus respectivas existencias y "en la cual el
objeto es re-presentado (vuelto a presentar) sin que la acción del sujeto,
aparentemente incida en esa relación y donde el papel de este se limita a la
fijación de las condiciones iniciales y de frontera del objeto cognitivo para su
indagación o experimentación" (Espina
2003:24).
Pero
es que aunque se reconozca que la estructura identificada depende de la
perspectiva de quien la identifica, la aseveración se queda ahí (6). Es decir,
no se problematiza la naturaleza del conocimiento. Si reconocemos que las
estructuras identificadas dependen de nuestro punto de vista y que hay tantas
estructuras como perspectivas, el paso siguiente es reconocer que, seguramente,
algo habremos dejado fuera de nuestro esquema, que la "realidad desborda a
la idea" y que, por tanto, hay múltiples factores que pueden llevar al
sistema mucho más allá de lo que la descripción de su estructura realizada por
un solo sujeto puede dar a entender. Por tanto, la problematización del
conocimiento lleva a la introducción de la incertidumbre. Pero, a su vez, una
vez que se reconoce el carácter problemático del conocimiento, la única forma
de intentar limitar esta incertidumbre sería introducir nuevas perspectivas, nuevas
racionalidades.
No
hacerlo así tiene un elemento de "arrogancia" importante, supone la
aplicación de una distinción excluyente entre los instituidos para crear
conocimiento científico (los creadores de ciencia) y el resto de los mortales
(creadores de no - ciencia). Es el científico el instituido del "saber"
para explicar la realidad, despojando éste a los sujetos sociales de la
capacidad para explicar su propia realidad. En definitiva, el discurso
estructuralista no problematiza el conocimiento y por ello, infravalora la
incertidumbre y considera las estructuras identificadas el único conocimiento
científico real (Naredo 1987, Sayer 1992).
Otro
problema estrechamente ligado al anterior es la violencia de la abstracción. En
realidad, hay que entender que la construcción, al menos originaria de las
discursos estructuralistas, se basa en un proceso de inducción que parte de la
observación para intentar captar las esencias que explican los fenómenos (7).
Es decir, supone una jerarquización de los elementos utilizados para captar la
dinámica general. Ello lleva a que todo el esfuerzo se centre en la
identificación de la "esencia" (los elementos de mayor jerarquía) que
están detrás de los fenómenos observados (8). Todo proceso de identificación de
"esencias" (9) tiene un componente de subjetividad. Hay aspectos que
se consideran "esenciales" y se destacan y otros secundarios que se
omiten o se subordinan a los principales. El problema real es cuando la
abstracción realizada se aleja demasiado de la visión que "desde la
calle" se tiene del mismo fenómeno. En este caso, se puede caer en otro
riesgo asociado a la violencia de la abstracción. Este riesgo es la negación de la experiencia de
los sujetos. En este
sentido, puede afirmarse que las abstracciones realizadas pueden llegar a ser
violentas para quienes sufren los fenómenos analizados. El economista político
puede llegar a identificar una serie de fenómenos, sobre la base de la
existencia de una serie de fuerzas y relaciones, generalmente ignoradas por las
personas que "sufren" dichos fenómenos. Lo ideal es que esa capacidad
de ver las cosas desde fuera hiciera a éstos reflexionar, dar nuevas luces a
los mismos. Pero, frecuentemente, ocurre lo contrario, como lo que la teoría
explica es muy distinto de lo que el agente siente, tiende a negarse la
experiencia del sujeto, a decirle que las cosas no son como él cree, que son de
otra forma y que lo que ve, o carece de sentido, o es una visión extremadamente
parcial de la realidad (Sayer 1995).
El
resultado de todas estas carencias es que el economista político puede sentirse
cada vez más aislado, menos comprendido, más herido en un compromiso que la
gente no entiende, más aprisionado por una realidad que se siente capaz de
analizar pero incapaz de cambiar. Con esta metodología se puede llegar incluso
a culpar a los agentes, poco sensibilizados, poco comprometidos, si no de la
situación actual (que viene explicada por fuerzas supraindividuales), sí al
menos del nivel de gravedad con la que ciertas fuerzas se ven reflejadas en la
realidad. Todo este conjunto de "razonamientos" y de
"sentimientos" puede inducir un creciente elitismo intelectual. La
"academia" se aleja de la calle y tiende a crear un universo
cognitivo y de relaciones de acuerdo a su percepción, a su visión del mundo
(Sayer 1995).
Al
mismo tiempo, la otra cara del elitismo intelectual es el descreimiento
científico. El economista político es percibido como un investigador teórico,
alejado de la realidad, productor de un conocimiento poco práctico que no es
susceptible de ser empleado. La verdadera fuente de conocimiento no se sitúa en
la academia, sino en la experiencia y frecuentemente no se encuentra
codificado. En este caso también se afirma una distinción radical ciencia / no
ciencia, pero la legitimidad se pone, en este caso, en la práctica no
científica.
En
definitiva, como indican algunos autores como Sayer (1992) el estructuralismo
es posiblemente una metodología necesaria en el conocimiento de la realidad. Es
capaz de concebir la realidad como un conjunto de elementos, relaciones y
estructuras que evolucionan en el tiempo de una forma coherente. Pero al mismo
tiempo, parece también claro que la metodología estructuralista tiene una serie
de carencias. Por ello, cabría concluir que investigaciones de este tipo "pueden ser un buen inicio,
pero nunca pueden ser el fin". El siguiente paso sería examinar
metodologías alternativas que puedan contribuir a "corregir" algunas
de las posibles carencias de una aplicación excesivamente rígida del
estructuralismo.
4. El
Constructivismo y sus Límites
Hay
diferentes elementos que hacen difícil la exposición de este punto. El primero
de ellos es que antes de empezar a hablar de constructivismo, es necesario
aclarar qué se entiende por
constructivismo, cuáles son sus rasgos más destacados y qué razones explican su
emergencia como "paradigma" de referencia. Una vez analizado este punto,
puede pasarse al siguiente que consistiría en estudiar de qué forma las directrices
genéricas del constructivismo han sido traducidas e interpretadas en la
economía política.
4.1
El Constructivismo: Rasgos más destacados
La
esencia de las aproximaciones constructivistas es algo que la crítica al
estructuralismo ya ha puesto claramente de manifiesto en el epígrafe anterior,
a saber que "... todo el
conocimiento de la realidad es una construcción de sus observadores" (Arnold 2003:2). Es decir, el
punto de partida del constructivismo es la problematización de la relación
sujeto – objeto. La "realidad", caso de existir, no puede ser percibida
objetivamente. La realidad se inventa, depende de los esquemas de cognición de
los observadores. No existe, por tanto, una estructura latente generadora de la
realidad que pueda llegar a ser captada objetivamente. Por el contrario, pueden
ser identificadas múltiples cadenas de relaciones que expliquen los fenómenos.
De este modo, el constructivismo lleva al terreno ontológico, epistemológico y
metodológico el conjunto de implicaciones teóricas derivadas de la asunción del
carácter subjetivo de cualquier investigación científica (Arnold 1998).
Además,
estas representaciones de la realidad son susceptibles de modificar la
percepción / actuación de los sujetos y, con ello, la propia realidad. Con
ello, la realidad, sobre todo social, se percibe más que como una estructura
rígida, como algo mucho más fluido, que cambia en la medida en la que los
sujetos transforman sus percepciones sobre la misma (Arnold 1997). Con ello se
recupera la idea de sujeto como agente del cambio social. Es decir, la
interrelación sujeto – objeto no solo se reconoce por la vía de la observación,
sino que también se reconoce que el propio conocimiento tiene la capacidad de
transformar la realidad. En
este sentido, el constructivismo duro parte del reconocimiento de que lo que se
conoce, influye en la percepción que los agentes tienen de su entorno,
generando un conjunto de actos y de relaciones que cambian la realidad que las
construcciones teóricas interpretan.
Pero
más allá de estos rasgos, el constructivismo como la mayor parte de las
nociones utilizadas en ciencias sociales, es un
concepto "borroso". En este sentido, por una parte, admite una
gran diversidad en su interior (10) y, por otro, como posteriormente se
insistirá, plantea puntos de contacto con otros muchos enfoques (post- modernidad,
complejidad). Esto unido a su riqueza de matices lleva a que el contenido del
mismo sea, frecuentemente mal interpretado o excesivamente simplificado,
llegándose, en más de una ocasión a degradar sus contenidos.
"...más
allá de señalar que su materia consiste en entender los medios de construcción
de conocimiento de la realidad, su definición dista mucho de ser unívoca. De
hecho, su difusión no está exenta de simplificaciones que degradan sus
rendimientos, especialmente cuando sus aportes se discuten acoplándolos con los
estilos culturales de la new age, se los integra en los debates entre idealismo
y materialismo, subjetivismo y objetivismo o se los confronta como solipismo
frente al representacionismo" (Arnold
2003:2).
Es
decir, el hecho de que se trate de un concepto borroso no puede significar que
se realicen simplificaciones que lo empobrezcan. De este modo, el
"construccionismo" afirma que la realidad es una construcción de los
observadores, pero no que esta "realidad" sea completamente subjetiva,
que pueda definirse únicamente en términos ideales, que "todo valga"
en la descripción de la misma, porque en definitiva no se trataría más que de
"una construcción mental", es decir, "una ilusión". Por el
contrario afirma que existe una realidad exterior que limita la forma de las
construcciones mentales, con unas limitaciones mayores (constructivismo blando)
o menores (constructivismo duro) (Arnold 2003).
En
todo caso, los sistemas sociales se conciben como sistemas que se
"crean" a sí mismos, sobre la base de su reconsideración constante a
través de la comunicación. En este sentido, puede hablarse de sistemas
socio-poieticos. Estos mecanismos de recursidad del conocimiento con
implicaciones transformadoras globales se vuelven especialmente poderosos en
una sociedad muy diversa, donde por tanto, se generan conocimientos muy
distintos que, de esta forma, "pugnan" por transformar la realidad en
sentidos si no opuestos, sí, hasta cierto punto enfrentados. O dicho en otros
términos, la capacidad socio-poietica aumenta enormemente con la diversidad que
va unida a la complejidad.
Este
principio se retroalimenta con el postulado constructivista central de que todo
conocimiento de la realidad es una construcción de sus observadores. En este
sentido, esto lleva a que se converja con las posturas fenomenológicas al
hacerse por ello necesario el análisis de las distintas racionalidades
aplicadas por los agentes. A su vez, esto afecta poderosamente a la
credibilidad de los discursos estructurales que, en tanto reflejan
racionalidades muy concretas, pierden su capacidad de persuasión, ya que,
implícitamente niegan la experiencia de muchos sujetos. En este sentido, se
considera que las viejas formas de investigación tienden a la generación de
monólogos.
Por
tanto, parece claro que el constructivismo actúa como una superación o
respuesta frente a los principales problemas del estructuralismo, pero también
es cierto que, hasta cierto punto se mantiene en una posición epistemológica
inestable, en el sentido de que reconoce el carácter construido de
cualquier narrativa social, sin por ello, despegarse totalmente del
condicionante que el entorno impone sobre el observador y aceptando, al mismo
tiempo, el cambio en la realidad que supone la transformación de los esquemas
de cognición.
Quizá
por esta contradicción "....las
nuevas propuestas no produjeron una salida integradora, sino que, presentándose
como alternativas opuestas a las perspectivas precedentes, significaron un
desplazamiento progresivo hacia estudios micro o locales, hacia el énfasis en
los particularismos, la acentuación de la fragmentación y atomización del
conocimiento y del estudio de partes o subsistemas desgajados del todo y, en
fin, la pérdida de la noción de la totalidad, la deslegitimación de la búsqueda
de universales y la entronización de un relativismo cultural, locales y de
actores focales, que deja fuera la preocupación por fines globales del
conocimiento social" (Espina
2003:21).
Esto
sin duda, supone la preparación del escenario cognitivo sobre el que el
discurso post-moderno va a impactar. Solo hay que dar un pequeño paso al negar
la posibilidad ni tan siquiera teórica de describir el orden social, al afirmar
la absoluta divergencia entre lo externo y las narraciones que sobre el mismo
se construyen. Esto lleva a afirmar que el orden, el sistema no existen, que
las racionalizaciones las realizamos nosotros y todas son igualmente válidas.
Esta sería la esencia del pensamiento postmoderno.
"...puede
decirse que el pensamiento posmoderno se caracterizaría por el rechazo a las
grandes narrativas, considerando que los paradigmas clásicos no son más que
eso: un cuento contado desde una posición, uno no es más valido que el otro,
son narraciones equivalentes; la no aceptación de una instancia totalizadora y el
énfasis en las diferencias, preferencia por las narrativas localizadas y de
pequeña escala; la ausencia de fronteras disciplinares. Desde esta óptica, las
ciencias sociales deberían ser sustituidas por constructos retóricos que narran
la vida y la significan, sin que sea necesario ir más allá, y toda su utilidad
residiría en mostrar la diversidad y no aceptar la imposición de una visión
única totalizadora del mundo"(Espina
2003:22).
Por
tanto, la deriva del constructivismo hacia la postmodernidad es una de las
posibles soluciones al equilibrio epistemológico inestable del primero de
ellos. Pero no es la única solución. Existiría al menos, otra opción igual de
evidente. La integración del constructivismo como una parte de una teoría
epistemológica y social más general. Dentro de esta segunda opción se encuentra
particularmente desarrollada la integración del constructivismo, dentro de lo
que se ha venido en llamar el paradigma de la complejidad (Rubio 2001). En el
punto 5 se analizará la forma en la que el paradigma de la complejidad es capaz
de absorber la mayor parte de los postulados constructivistas (y
estructuralistas) integrándolos en un esquema más amplio.
En
resumidas cuentas el contructivismo puede "ser el puente", ser la
justificación de dos discursos, de dos epistemologías que en lugar de negarlo,
realmente lo engloban. Estas dos epistemologías son la post-modernidad y la
complejidad. En el campo de la Economía Política, como tendrá ocasión de
analizase de forma más detenida en los siguientes apartados, también se observa
esta tensión compleja – postmoderna en la interpretación del legado
constructivista.
4.2.
La Proyección de la Epistemología "Constructivista" al campo de la
Ciencia Económica
En
principio la Economía (con un fuerte substrato materialista) no parece la
disciplina social en la que las tesis constructivistas pueden ser aplicadas con
una mayor facilidad. Es, a priori, mucho más fácil de pensar en la construcción
de esquemas cognitivos (a lo Piaget), que en la construcción social de modelos
de relación económica que tienen una inercia histórica y una raíz material que,
en el mejor de los casos, dificultan la aplicación de este tipo de lógicas. Por
tanto, primera pregunta que deberíamos plantearnos sería:
¿Cómo esta reflexión de índole esencialmente
epistemológica afecta a la explicación de fenómenos tan "materiales"
como los económicos?
La
dificultad para responder a esta pregunta se traduce en una serie de hechos que
van a caracterizar la plasmación de las directrices epistemológicas "constructivistas"
en Economía Política:
1)
El "constructivismo" aparece tarde, al menos en el campo de la más
alta teorización. Si en Sociología las aproximaciones
"constructivistas" aparecen, fundamentalmente, a partir de los años
1960s (Lamo de Espinosa 1996), en Economía Política hay que esperar hasta los
años 1980s para encontrar desarrollos que tengan un cierto substrato
constructivista (11).
2)
Los intentos de incorporación del sujeto como actor social real son muy
fraccionarios y hechas desde distintos puntos, inicialmente inconexos entre sí
aunque posteriormente fueron buscándose una serie de puntos y lugares comunes
(12).
3)
Todo ello, se ha traducido en la emergencia de un "constructivismo"
muchas veces no consciente de la carga epistemológica de sus desarrollos.
Además, en algunos casos no es sólo que no se sea consciente, sino que la
justificación epistemológica que se da a algunos desarrollos no es
constructivista (13). Por tanto, la consideración de algunos de estos autores
como "constructivistas" es una elección "subjetiva" (no
inter-subjetiva) del autor, sobre la base del examen del contenido de sus
aportaciones.
En
todo caso, esta falta de conciencia se ha traducido, como tendrá ocasión de
analizarse con detalle en las siguientes líneas, en la existencia de un
constructivismo más empirista que teórico, que ha tendido a concentrar su
desarrollo en aquellos campos con un diálogo más intenso con la realidad sobre
la que se experimenta, es decir, más cercanos a la intervención (en este caso
del sector público). Como también tendremos ocasión de ver, la economía
regional y la economía urbana han sido campos privilegiados de aplicación de
metodologías constructivistas.
En
las siguientes líneas nos proponemos realizar una pequeña revisión de las
principales corrientes basadas en principios "constructivistas". No
obstante, hay que indicar que, en ningún caso, se trata de una revisión
exhaustiva, sino tan solo indicativa de las principales aportaciones y
corrientes que, dentro de este contexto, es posible distinguir. Las primeras
aproximaciones "constructivistas" se desarrollaron tras la
observación de la diferente capacidad innovadora de las distintas economías,
capacidad que no se explicaba, exclusivamente sobre la base de su dotación
objetiva de recursos, de sus niveles de riqueza y acumulación de capital o de
la existencia de diversas formas de conexión con la economía mundial. Es decir,
se constató que la capacidad innovadora de las distintas economías no venía
esencialmente determinada por las estructuras económicas (Nelson y Winter 1982,
Dosi 1988).
Sin
embargo, esta capacidad innovadora manifestaba un patrón histórico de
evolución, solo que este dependía de muchos más factores. Cuando se profundizó
en el análisis de esos factores se propuso otro concepto, el de Sistema Nacional de Innovación. La capacidad innovativa de un
país iba a depender, entre otras cosas, de las características de su Sistema
Nacional de Innovación (Lundvall 1992, Nelson 1993). A su vez, éste era el
producto de una construcción social. Dependía del modo de funcionamiento de sus
empresas, de sus instituciones públicas, de las formas de
"socialización" y "sociabilidad" de los trabajadores, de la
organización y prácticas dominantes en las universidades, etc. Dependía, en
definitiva, de la forma que tomaran las relaciones entre los distintos agentes
productivos, lo que tenía que ver con las estructuras, pero también (y sobre
todo) con los hábitos dominantes, con la forma en la que circulaba la
información, con los procesos cognitivos más frecuentes en los sujetos, etc. De
la innovación se hacía depender el crecimiento. Por tanto, podría concluirse
que el crecimiento (14) dependía de cómo se construyera socialmente la
innovación. La economía
"evolucionista" –que así se denomina a esta corriente– tiene, por
tanto un fuerte substrato "constructivista".
La
segunda de las grandes corrientes (muy ligada a la anterior) es el denominado
institucionalismo radical (o viejo institucionalismo) (15). Esta escuela no se
centra tan sólo en la innovación, sino lo que realmente problematiza es la
forma en la que los agentes económicos se comportan. Si se adopta una regla
reduccionista y abstracta, como la racionalidad económica, la construcción
social es imposible. Los individuos responden según lógicas exclusivamente
reactivas que no permiten ningún tipo de acción social. Pero, si los marcos de
decisión son multidimensionales y condicionados por el entorno social en el que
el individuo se inserta, entonces las cosas cambian profundamente. En este
sentido, Hodgson (1988) toma prestado de Piaget el concepto de proceso
cognitivo, insistiendo en la
construcción individual, pero socialmente condicionada de los mismos. Aunque Hodgson no lo desarrolla
explícitamente, la idea que está claramente latente es que el proceso de
construcción socio-individual de procesos cognitivos es el elemento que permite
la toma de decisiones individuales y es, sobre la base de éstas que los
sistemas mantienen su coherencia y evolucionan. Por tanto, el elemento de
construcción social también se encuentra en este caso presente.
Otro
"campo" teórico fuertemente vinculado a la "economía
evolucionista" y a la "economía institucional" es la llamada
socio-economía. Sus orígenes suelen situarse en la obra seminal de K. Polanyi
(1944) La Economía como
Proceso Instituido, en la que se muestra que el proceso económico, en
general, y el intercambio, en particular, no son el producto de ninguna ley
natural, sino de una serie de convenciones sociales convenientemente
sancionadas. Es decir, define
al conjunto del proceso económico como una construcción social. Del mismo
modo, Granovetter (1985) afirma que el intercambio en el mercado no sería
posible sin la integración de los agentes en una serie de redes que permiten su
"sociabilización". En este sentido, afirma que el mercado tiene un
comportamiento que fuerza una cierta "racionalidad", pero que la
misma se encuentra socialmente mediatizada. De este modo, se opone tanto a la
infrasocialización del homo economicus como a la sobresocialización del homo sociologicus.
No obstante, en todo caso afirma que el comportamiento de los agentes en los
mercados cambia en función de su nivel de arraigo social. Sin arraigo social
primarían conductas más estrictamente individualistas (las consideradas
habitualmente por la economía estándar). Con arraigo social el marco decisional
cambia y la construcción social no solo sería posible, sino incluso racional.
La aparente oposición entre el homo economicus y el homo sociologicus es
producto de la servidumbre de la lógica, no del comportamiento observado en los
agentes económicos.
La
socio-economía ha revisado también el significado de otras categorías
analíticas claves en el pensamiento económico. Así Coriat (1993) realiza un
examen exhaustivo del modelo de organización del trabajo existente en las
fábricas japonesas, para demostrar que en las mismas se aplican una serie de
principios (flexibilidad, cero stock, cero defectos, etc.) que permiten
gestionar en condiciones de superioridad los actuales procesos competitivos en
los mercados. Demuestra, a su vez, que esta mayor "eficiencia" no se
deriva, al menos exclusivamente, de un más elevado nivel de capitalización o
avance tecnológico, sino de una forma especial de construir y de gestionar las
relaciones de trabajo. Del mismo modo, Best (1990) ampliando el marco de
análisis de Coriat afirma que, históricamente, al igual que la organización
post – fordista o toyotista era un invento japonés, la organización taylorista,
dominante el siglo XIX, lo fue británica y la fordista originalmente
norteamericana. Por tanto, la hegemonía industrial que estas naciones han
ejercido durante períodos concretos de tiempo se explicaría por la forma en la
que las mismas han construido sus procesos productivos, de intercambio y de
trabajo.
Por
tanto, la idea esencial subyacente bajo estas teorías, es que las relaciones económicas establecidas
entre los distintos agentes se encuentran mediatizadas por el
"conocimiento de la realidad" que los mismos poseen. Es decir, la
socioeconomía, la economía institucional y la economía evolucionista insisten
en la idea de que los procesos
económicos no están constituidos sobre la base de relaciones abstractas
gobernadas por principios inmutables, ni de encadenamientos estructurales
inamovibles, sino sobre la base de relaciones concretas, "socialmente
construidas", "continuamente creadas y re-creadas" y que no
pueden entenderse ahogadas por la existencia y reproducción de las estructuras
existentes. Con ello, se considera que lo que realmente explica el éxito
competitivo en el momento actual no es la dotación objetiva de factores
productivos, ni ningún otro elemento de carácter económico, sino determinadas
características ligadas a las formas de reciprocidad, formas de relación entre
clases, mecanismos de coordinación, etc. Se trata, por todo ello, de una
crítica muy profunda, ya que pone en tela de juicio todas las categorías
habitualmente utilizadas en el análisis económico.
Habría
otras corrientes (más ligadas quizá a los desarrollos en otras disciplinas)
como sería el caso de la economía feminista (entendida como la incorporación de
la variable género a los análisis de Economía Política) que también pueden
considerarse "constructivistas" (17). Estas teorías generales dan una
serie de indicaciones importantes de la forma en la que se construyen
"genéricamente" las relaciones económicas. Pero las
"construcciones" efectivas tienen lugar en economías concretas, en
sociedades concretas, en territorios concretos. No hay que extrañarse, por
tanto, que el campo regional urbano haya sido escenario privilegiado de
aplicación de las tesis constructivistas de la economía institucional, de la
economía evolucionista y de la socio-economía (Amin 1998, Coq 2002).
Como
consecuencia de la aplicación de estas teorías, se llegaron a identificar una
serie de sistemas productivos
locales agrupados en un cierto número de tipos o categorías (milieu innovateur,
distrito industrial, etc.) que
no pueden entenderse sin los conceptos teóricos desarrollados por la
socio-economía y el evolucionismo (Amin 1998, Coq 2002). Respecto a la
utilización de estos conceptos es posible distinguir varias etapas:
1)
En una primera etapa, estos estudios intentaban romper la rigidez de las concepciones
estructuralistas dominantes, que consideraban como dada una cierta estructura
espacial de las economías de mercado, como el modelo centro periferia (Lipietz
1977), sin que pudiesen existir formas alternativas de desarrollo. Estos
estudios trataban de demostrar que existían caminos específicos, formas de
industrialización diferentes, distintas del sistema de producción en masa
(Bagnasco 1977).
2)
Más tarde, las nuevas formas territoriales fueron vistas como el resultado de
una lógica más general. Actuarían algo así como la estructura espacial
emergente de una nueva forma de organización de la producción (Piore y Sabel
1984). Pero, sin duda, la dificultad de identificación de las estructuras
espaciales de la nueva organización socio-económica llevó a que se acentuaran y
generalizaran muchos de los rasgos encontrados en lugares muy concretos, que
realmente no eran generalizables para el conjunto, dando lugar a una
"geografía mítica de la acumulación flexible" (Amin y Robbins 1994).
3)
Por último, los estudios locales se generalizaron en busca de sistemas
productivos locales que ahora aparecían por doquier. El referente general ya no
era importante, solo el estudio de caso. Esta pérdida de referente general ha
sido denunciada por algunos autores.
"¿Qué
hacen los científicos regionales americanos entonces? La respuesta sería
realizar una «ciencia normal» en el sentido de trabajar con pequeños problemas
empíricos que son la base de cualquier empresa investigadora, así como la
mayoría de los artículos publicados internacionalmente en revistas de Ciencia
Regional y de libros" (Mitchell-Weaber
1995:723).
Referente
a la profusión en la utilización del concepto de distrito industrial, J.J.
Castillo indicaba:
"El
uso de esta categoría analítica, en efecto, puede hoy día en la literatura – y
en la política industrial – ser tan laxo que abarque cualquier tipo de conjunto
industrial, ya ni siquiera compuesto sólo de pequeñas empresas, como era la
norma, hasta unos usos más restringidos y adecuados, para que las ciencias
sociales sirvan para separar lo que el sentido común confunde y para «reunir»
lo que ese mismo «conocimiento salvaje» separa... Ejemplo de la primera
posición puede ser Allen Scott (1992) quien propone denominar «distrito
industrial» a cualquier aglomeración industrial que tenga estas
características: a) que sea una red local de empresas con una determinada
división del trabajo y b) que esté engarzada con un mercado local de trabajo...
Desde luego, en nuestra opinión tal generosidad.... es un regreso hacia lo
general y, por lo mismo no permite determinar especificidades... Y lo cierto es
que no vemos la necesidad de borrar esos rasgos cuya primera consecuencia... es
la confusión política entre los rasgos socialmente positivos para la mayoría de
los ocupados en los «auténticos» distritos y la realidad de una
reestructuración productiva mucho más negativa para el resto de los
trabajadores" (Castillo 1994:52).
O
dicho en otros términos, el constructivismo, incluso en el caso de la ciencia
regional, ha terminado haciéndose post-moderno. Lo importante ha terminado
siendo la narrativa particular, perdiéndose el interés por el referente
general. Con ello, curiosamente en lugar de fortalecer lo específico frente a
lo general, intentando no aceptar la imposición de una visión totalizadora del
mundo, ha pasado algo muy distinto, ya que se ha terminado aceptando la premisa
de que todos los territorios "ganadores" tienen una serie de pautas
de funcionamiento de lo social comunes. De este modo, todo aquel que pretenda
insertarse con éxito en la nueva dinámica abierta por los procesos de
Reestructuración y Globalización tendría que adoptar, al menos parcialmente,
estas prácticas. Por ello, sobre la base de estos estudios, se ha pretendido
frecuentemente desarrollar en zonas, en ocasiones deprimidas y periféricas,
elementos que son ajenos a su realidad social: "empresariabilidad",
"mercados de trabajo regidos por reglas informales", "capacidad exportadora",
"organización sobre la base de redes", etc.
De esta forma, estos
desarrollos han terminado por propugnar políticas genéricas que, eso sí, deben
"incrustarse" en la cultura productiva local y ser asimilada por la
misma. En este sentido, la postmodernidad ha tenido un significado real
contrario al teóricamente enunciado. No ha liberado la forma de ver la
realidad, permitiendo que cada uno recupere su propia voz, reivindique su
propia experiencia. El desorden de las experiencias individuales ha llevado a
la dispersión por un lado y a la utilización de criterios generalizadores
encubiertos de diversidad para reconducir las narrativas a una visión común
que, además, perdía con este proceder su referente general.
Ya
se ha indicado que el discurso constructivista tenía una serie tanto de
potencialidades como de carencias. Sin embargo, su principal defecto es que su
inestabilidad epistemológica ha abierto la puerta al planteamiento solipista
contenido en la post- modernidad. Pero, por otro lado, también se ha dado otra
"evolución" de la epistemología "constructivista"
tendiente, en este caso, a su integración en un marco epistemológico más
amplio: el paradigma de la complejidad (Rubio 2001). En este punto, va a
desarrollarse la forma en la que este paradigma puede promover una
transformación radical de la cosmovisión, de la metodología y de las prácticas
investigadoras dominantes en el interior de la Economía Política.
Esta
tarea va a ser abordada en tres fases. En un primer punto van a explicarse las
bases, los conceptos esenciales de la complejidad que deben ser considerados en
cualquier análisis económico. En segundo lugar, va a verse en qué medida existe
(caso de existir) una Economía Política que responda a esos postulados.
Finalmente, se va a proponer el concepto de territorio como un elemento teórico
básico capaz de contener y reflejar el contenido del pensamiento complejo en
Economía Política.
5.1. Bases
para la Aplicación de la Cosmología Compleja al campo de la Economía Política
La
base por la que hay comenzar a comprender la aplicación de la metodología
compleja al campo de la ciencia económica es el denominado principio de
no-verdad.
"La
afirmación de Adorno acerca de la totalidad como no-verdad y el teorema de
Pascal que reza que todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y
ayudantes, mediatas e inmediatas y todas subsisten por un lazo natural que liga
a las más alejadas y a las más diferentes... son quizás puntos de partida
importantes para pensar la complejidad" (Raiza 2002:3).
Este
principio no niega en sí la existencias de estructuras (de hecho la complejidad
se basa en una concepción sistémica de la realidad), sino que afirma que éstas son de un nivel de complejidad tan
elevado que es imposible que puedan ser captadas en su totalidad.
La
complejidad, por tanto, se opone al estructuralismo en tanto considera que
cualquier análisis "estructural" tiende, forzosamente, a ofrecer una
perspectiva muy parcial del fenómeno a estudiar y que es posible la
identificación de estructuras distintas y hasta contradictorias que expliquen
un mismo fenómeno. No es posible, por tanto, una identificación unívoca y
global de las estructuras que explican los diversos fenómenos. Frente a ello, existen una
multiplicidad de estructuras, todas ellas válidas que pueden considerarse como
científicas en la medida en que son "identificadas" por distintos
sujetos sociales. Por
tanto, hay una coincidencia parcial con el discurso constructivista, en tanto
se acepta que muchos "relatos" pueden ser simultáneamente verdaderos
y que, en realidad, no puede procederse a la anulación de unos por otros. Pero
se disiente en el sentido de que si la realidad es compleja el objetivo debe ser la
construcción de meta – discursos con capacidad para integrar todos estos
discursos parciales.
La
paradoja (17) es que, por abarcador que sea el discurso construido; del teorema
de no – verdad se desprende que siempre será una explicación insuficiente de la
realidad. Los discursos complejos son, por tanto, siempre discursos parciales
que, por esa razón, deben estar abiertos al diálogo y la integración de otros
discursos. Por ello, estos meta-discursos complejos, si no quieren reproducir
los defectos de metodologías anteriores, deben construirse sobre la base de
otra concepción implícita de la realidad, es decir, de otra cosmología.
En
primer lugar, los meta-discursos complejos no pueden ser construcciones basadas
en el principio de Orden–Rey característico del paradigma de la simplicidad.
Por el contrario, debe reconocerse la existencia de desorden en el interior de
cualquier sistema físico, biológico o social. Este desorden existente en el
interior de un sistema se denomina entropía (Morín 2004).
La entropía no es solo una realidad en
cualquier sistema complejo, sino que además crece conforme el sistema aumenta
en complejidad. Es decir, la progresiva complejización de los sistemas lleva
aparejado una ampliación de sus niveles de "entropía". Pero lo
contrario también es cierto, dado un nivel de complejidad, el crecimiento de
los niveles de entropía presiona al sistema para que aumente su complejidad
interna. Es decir, el incremento del desorden da lugar a una creciente
dificultad de sostenimiento de los sistemas y ello puede originar ulteriores
aumentos en la complejidad de los mismos (Mandresi 2001).
No
obstante, estas elevaciones no son el resultado de una "trayectoria"
lineal y, por tanto, predecible, sino el producto de "saltos" a
partir de puntos de no–retorno. Éstos serían los puntos críticos o puntos de
bifurcación. Son "lugares" en los que se dan las condiciones para que
exista una fuerte sensibilidad a ligerísimos cambios en las condiciones
iniciales. En este sentido, el punto en el cual se origina el "salto"
y la dirección del mismo están en buena medida "indeterminados" dadas
las relaciones entre elementos existentes al principio del proceso evolutivo.
Existe, por tanto, un elemento de "azar" en la evolución de cualquier
sistema. Pero el "azar" puede resultar determinante solo si los niveles
de "entropía" han aumentado previamente, lo suficiente para dejar que
operen los procesos de "causalidad caótica" (Morín 1994).
Si
la entropía tiende a "degradar" los sistemas, existe un principio que
actúa en sentido contrario, es el llamado principio de auto-organización.
"En
efecto, el segundo principio de la Termodinámica había sido formulado mediante
una ecuación de probabilidad que expresaba la tendencia a la entropía, es
decir, al crecimiento, en el seno del sistema, del desorden por sobre el orden,
de lo desorganizado, sobre lo organizado. Al mismo tiempo, se había señalado
que la ecuación shannoniana de la información... era como el reflejo, el
negativo, de la ecuación de la entropía. De ahí la idea explicitada por
Brillouin de que había una equivalencia entre la información y la entropía
negativa o neguentropía. Es decir, que la neguentropía no es más que el
desarrollo de la organización, de la complejidad. Reencontramos aquí de nuevo
el lazo entre organización e información" (Morin 1994:49).
El
principio de auto- organización, por tanto, lo que viene a afirmar es que los
sistemas no solo se deterioran como consecuencia de la "degradación
entrópica", sino que (en el caso de los sistemas vivos y de los sistemas
sociales) también se reconstituyen sobre la base de la incorporación de
información "portadora de orden" o "neguentropía" en el
interior de los mismos. El concepto de auto-organización se solapa, de esta
forma, con el de auto-poiesis, propuesto por Maturana (Maturana y Varela 1980).
Éste viene a afirmar que los organismos vivos (y por extensión las realidades
sociales) tienen la capacidad de producirse a sí mismos. De esta forma, son
capaces de controlar la actuación del principio de entropía sobre la base de su
propia actuación. Entropía y auto-organización / autopoiesis aparecen, de este
modo, como dos principios opuestos, pero estrechamente ligados. En la jerga de
la complejidad se diría que se trata de dos principios en interacción
dialógica.
"(...)
Aquí es donde aparece la lógica, el secreto, el misterio de la complejidad y el
sentido profundo del término auto-organización: una sociedad se autoproduce sin
cesar porque constantemente se está autodestruyendo".
En
todo caso, en los organismos vivos este orden que compensa la degradación
entrópica se sustenta en una apropiación de recursos del entorno. En este
sentido, cuanto mayor es el nivel de entropía sostenida por un determinado
sistema, mayor es la apropiación de recursos del entorno. Por tanto, conforme
aumenta la complejidad, crece la apropiación energética y de recursos, salvo
que la entropía se reduzca por una utilización intensiva del principio de
"auto-organización". Este
juego de orden / desorden, entropía / neguentropía, caos / organización es la
base de la nueva ontología de la complejidad. La relación entre estos pares de
elementos no es dialéctica, porque pueden darse y de hecho se dan los dos
simultáneamente. En realidad el orden no puede existir sin el desorden, ni la
organización sin la posibilidad de caos. Por eso se entiende que actúan como
principios dialógicos.
Dado
que lo más novedoso de todo este enfoque es la incorporación de la
"indeterminación" en el interior de los sistemas, conviene
profundizar la forma de funcionamiento cuando se llega a un punto crítico. En
realidad, cuando se trata de dar un salto en el nivel de complejidad, el
"responsable" principal de ello es el principio de auto-organización
(y auto-poiesis). En un sistema humano, la auto-organización se activa a partir
de la comunicación. En este sentido, una creencia compartida, una forma de ver
el mundo, una "narrativa" ampliamente aceptada puede funcionar como
un atractor capaz de producir una dinámica que lleve a una transformación
radical del sistema. O dicho de otra forma, los esquemas cognitivos colectivos
socialmente construidos pueden actuar a modo de puente que permita salvar las
discontinuidades derivadas de la evolución caótica de los sistemas.
En ese punto, el paradigma de la
complejidad y el constructivismo se transforman en cuasi – idealistas, en el
sentido de que reconocen su tremenda capacidad para en momentos específicos
modelar la realidad.
Por
ello, las distintas narrativas deben ser entendidas como un elemento más en el
proceso de construcción social de la realidad, especialmente estratégicos en
los momentos de bifurcación. El constructivismo se integra, de esta forma, en
la complejidad. Lo socialmente construido es especialmente poderoso en puntos
de bifurcación donde las estructuras se debilitan. Por tanto, la complejidad
permite la integración de constructivismo y estructuralismo. Para ello es
necesario la generación de meta-discursos, siempre teniendo en cuenta que
ninguna realidad es completamente aprehensible además de por el principio de
no-verdad, porque la misma cambia a medida que lo hacen los discursos referidos
a ellas (Ortí 1995). Los meta - discursos son, simultáneamente, rígidos (en el
sentido de las relaciones estructurales clásicas) y flexibles (en el sentido de
que deben tener presentes la indeterminación asociada a los puntos de
bifurcación y el propio carácter entrópico de determinados discursos sociales).
Esta relación dialógica es clave para la definición de una Economía Política
compleja.
5.2
¿Es Posible una Economía Política Compleja?
En
términos generales, en la actualidad puede afirmarse que no existe una Economía
Política compleja, pero si puede hablarse de Economía Política, ya que el
replanteamiento metodológico ligado al paradigma de la complejidad casi borra
las anteriores fronteras entre disciplinas, dando lugar a un pensamiento
"trans-disciplinar". En todo caso, lo que sí puede afirmarse es que
algunos de los conceptos claves del paradigma de la complejidad tienen alguna
correspondencia con el enunciado concreto de algunos desarrollos de Economía
Política.
Por
ejemplo, la escuela francesa de la regulación funciona implícitamente con la
idea de entropía y de momento críticos. Ésta distingue entre períodos de
relativo orden marcados por la vigencia de los llamados "regímenes de
acumulación" (momentos por tanto de baja entropía), en donde el
crecimiento obedece a ciertas reglas y la ordenación social es coherente con
las necesidades del proceso económico (modo de regulación) y momentos de
relativo desorden en el que se "ensayan" distintas alternativas
económicas y sociales con la finalidad de "recuperar" la capacidad de
acumular capital. Aparece de este modo el concepto de reestructuración
productiva. El resultado final de éstas es, hasta cierto punto, indeterminado,
pudiendo haber distintas formas de ordenación socio-económica susceptible de
propiciar un proceso sostenido de acumulación de capital (Aglietta 1979, Boyer
1994). En la misma línea, puede afirmarse que la relación dialógica entre
destrucción (a partir del principio de la entropía) y creación (a partir del
principio de auto- organización) puede verse en algunos autores como
Schuempeter. Este veía el desarrollo como un proceso de "destrucción
creadora" y que insistía en el papel esencial de la innovación a la hora
de originar y organizar la creación.
Otro
ejemplo de influencia, son las narrativas de la globalización. Éstas han puesto
de manifiesto repetidamente la concurrencia de situaciones donde, frente a la
necesidad de transformación del aparato productivo, se asiste a un salto en el
nivel de complejidad. Este sería el caso, por ejemplo, de las llamadas Ciudades
Globales (Sassen 1988 y 1994) o de las Learning-Regions (Grabher 2004).
Con
todo, se trata solo de ejemplos puntuales, porque más allá de algunos detalles
que tienen mucho de casual, no puede afirmarse que exista una economía política
compleja, es decir, una Economía Política basada en el teorema de no-verdad que
trate de construir meta-relatos abiertos sobre la base de la relación dialógica
entre principio de entropía y principio de auto-organización.
Si
existe un campo que en Economía Política ha transitado rápidamente desde el
paradigma de la simplicidad al paradigma de la complejidad, ha sido el estudio
de la problemática del Desarrollo. Al principio, es decir, en los años
cincuenta del pasado siglo se trataba de un concepto relativamente simple, casi
sinónimo del término crecimiento y medido a través de indicadores
cuantitativos. Pero ya en los sesenta y los setenta empezó a complejizarse,
incorporando la mayor parte de los rasgos de las construcciones
estructuralistas (Eatwell 1993). De esta forma, se introdujeron problemáticas
como la dependencia, el intercambio desigual, las economías duales, las
migraciones, los polos de desarrollo, la reforma agraria y un largo etcétera.
No obstante todavía puede afirmarse que el concepto se encontraba en los
límites del paradigma simplificador, dado el carácter híbrido ya comentado del
estructuralismo económico.
Pero
el concepto de desarrollo siguió ampliando su marco de referencia y, de este
modo fue introduciéndose poco a poco en el paradigma de la complejidad. De esta
forma, a principios de los setenta se le comienza a añadir un adjetivo
adicional: sostenible. Esto significaba la incorporación de la variable
ambiental, al principio para enfatizar en el hecho de que el crecimiento tenía
una serie de límites (Meadows 1993) y, posteriormente, problematizando aún más
la cuestión, para afirmar que la falta de crecimiento también originaría unos
costes ambientales crecientes. De esta forma, la conciliación de dos principios
contradictorios: el crecimiento económico y la conservación del medio, obligaba
a reconsiderar toda la problemática ligada al desarrollo.
Pero
al mismo tiempo se afirma la importancia de variables sociales específicas,
locales, si se prefiere, en la aparición y reproducción de los procesos de
desarrollo. Todo ello, lleva a que éste se haga en primera instancia regional y
posteriormente local (Vázquez Barquero 1988). El aterrizaje en el territorio de
la problemática del desarrollo ha llevado a su vez, a la incorporación más
concreta de otras múltiples variables que van desde la cultura (Barnes 1996a) a
la innovación. La siguiente cita indica de forma resumida la secuencia temporal
del proceso:
"...ese
concepto de desarrollo... se ha enriquecido con nuevas aportaciones que han
transformado su contenido, las teorías que intentan explicarlo y las
estrategias o políticas tendientes a impulsarlo. A lo largo de esa trayectoria
que se acelera en las dos últimas décadas, han surgido nuevas formas de entenderlo
que destacan sus componentes sociales (bienestar), ambientales
(sostenibilidad), políticos (gobernabilidad y participación local), culturales
(defensa de la identidad y el patrimonio) y geográficos (ordenación del
territorio) con el objetivo de lograr mayores cotas en los niveles de calidad
de vida que disfrutan las sociedades" (Méndez 2002:8).
En
la actualidad, puede afirmarse que, en realidad, lo que se afirma es un modelo
de desarrollo estudiado desde la trans-disciplinariedad que se denomina desarrollo
territorial integrado y que resumiría los elementos expuestos en la figura 1.
Fuente: Méndez (2002)
De
este modo, se afirma una visión trans-disciplinar genuinamente compleja, en la
que hay que repensar la forma en la que distintos componentes procedentes de
distintas disciplinas científicas se combinan a la hora de influir en una
realidad que no puede estudiarse desde el reduccionismo propio de la ciencia
clásica. No es ni mucho menos que la reflexión sobre el tema esté acabada.
Realmente, se está empezando a teorizar integradamente los distintos elementos.
En todo caso, el paradigma de la complejidad origina unos retos que van mucho
más allá de la capacidad de respuesta de la Economía Política como disciplina
al cuestionar abiertamente sus límites. ¿Dónde acabaría el campo de lo
económico y se iniciaría el campo de lo sociológico, lo geográfico, lo
antropológico, lo físico, lo biológico, lo ecológico, etc.?
Por
tanto, en principio podría argumentarse que esto no es economía sino que es
mucho más que economía. Sin duda, es mucho más que la forma en la que la
economía ha sido concebida desde el paradigma de la simplificación. Desde
luego, no se trata de economía estándar, porque su método de aproximación a la
realidad es distinto. También puede argumentarse que no se trataría de Economía
Política, ya que su objeto es en buena medida económico-político, pero en
realidad va mucho más allá, es también ecológico, antropológico, geográfico,
etc. No obstante, también hay argumentos para considerar al desarrollo
territorial integrado como la versión compleja de los tradicionales análisis de
Economía Política. Entre ellos estaría la finalidad última perseguida con estos
análisis, que estaría fundamentalmente encaminada a la mejora de las
condiciones "materiales" de vida de la gente, aunque partiendo de un
universo que considera muchos más aspectos que los de las aproximaciones
económicas al uso. Desde esa perspectiva, podría pensarse que es algo nuevo,
aunque basado en la extensión de una serie de estudios ya existentes.
No
obstante, si se procede a una "problematización" del contenido de la
disciplina económica a partir de un mero análisis histórico (es decir, de una
relectura crítica de la historia del pensamiento económico), puede observarse
como el objeto de la Ciencia Económica (incluyendo en este caso a la Economía
Política también en su interior) ha ido progresivamente reduciéndose desde el
análisis de toda la esfera de lo vivo, hasta el análisis de tan solo aquella
parte que tiene un precio y es posible intercambiar en un mercado (Naredo
1987). Desde este punto de vista, los estudios de desarrollo territorial no son
sino una vuelta al origen del pensamiento económico, donde dentro de este
concepto se englobaba todo lo vivo (incluido lo social) que tenía un efecto en
las condiciones de vida de la población. Dicho en otros términos, la Economía
Política en sus orígenes tenía el germen, la vocación de la complejidad y la
fue abandonando conforme el paradigma de la simplicidad fue capaz de modelarla
en un proceso histórico que duró más de un siglo (Naredo 1987). Este fue un
proceso lento que no terminó hasta finales del siglo XIX. Reconocer la
complejidad es, en buena medida, aunque no exclusivamente, volver a los
orígenes, retomar lo que el auge del cartesianismo empirismo mecanicista cortó.
Claro que para ello es necesario considerar el concurso de muchas disciplinas
científicas desarrolladas bajo el paraguas del paradigma de la simplicidad,
algo que el pensamiento interior más organicista, menos segmentado no era tan
apremiante. En todo caso, no entroncar con la historia de la economía también
puede tener sus virtudes. Reconocerse como "económico", como se ha
visto en el epígrafe segundo, significa posicionarse en un campo de
conocimientos muy consolidado, en polémicas con mucha "tradición", en
lugares donde ciertas tradiciones de pensamiento tienen un peso que va más allá
de su capacidad objetiva de crear ideas... significa, por tanto, entrar en una
serie de viejos debates que, tal y cómo han sido construidos son, en buena
medida, irresolubles. Por tanto, no encuadrarse ahí puede dar lugar a una mayor
frescura, a un avance mucho más fácil en el conocimiento.
Hemos
visto que una economía política compleja es necesariamente una economía
política trans-disciplinar, pero esto no agota la problemática ligada al
desarrollo de una economía compleja. Esta precisa también de la aplicación de
una cierta cosmovisión como esquema pre-lógico de los estudios a realizar. En
este sentido, si se pretendiese construir una Economía Política de la
complejidad, qué elementos habría que tener en cuenta. ¿Cómo se traducirían en
términos más o menos operativos la estabilidad y la sensibilidad a las
condiciones iniciales, la entropía y la auto-organización? La siguiente cita de
Boyer y Freyssenet (1996) puede dar quizá una idea de cómo afrontar este reto.
"Conocemos
los procesos al menos de tres formas. Si
creemos en el peso de la historia, diremos, tomando prestados un término de
balística, que los procesos en
curso definen una «trayectoria», por lo tanto una evolución que viene
marcada por límites definibles. Si
privilegiamos la mayeútica y la iniciativa, insistiremos en "el
aprendizaje" individual y colectivo. Si pensamos que la realidad es dialéctica, formada por
relaciones contradictorias, intentaremos comprender las modalidades de
regulación de los conflictos y su eventual superación. Es probable, sin
riesgo de equivocarse mucho, que estos tres tipos de procesos no se excluyan.
Haría falta poder imaginarlos en su unidad" (1996:24).
En
términos del paradigma de la complejidad, esto puede ser interpretado del
siguiente modo. La estabilidad del sistema sería la trayectoria, es decir, su
capacidad para auto-producirse manteniendo sus rasgos estructurales esenciales.
El conflicto se asimilaría a la degradación entrópica de este orden y con la
auto-organización a partir de las nuevas realidades creadas a partir de la
confrontación. El aprendizaje sería la traducción de la auto-organización y la
autopoiesis que actuaría incluso en situaciones no críticas, en puntos de
no-bifurcación. No obstante, hay que considerar que estos elementos
(trayectorias históricas, conflictos y aprendizaje) se encuentran profundamente
vinculados entre sí. Por ejemplo, los conflictos suelen conllevar aprendizajes
(además normalmente bastante significativos), no hay trayectoria sin conflicto
en su interior, etc. Pero pese a estas limitaciones, consideramos que esta
forma de concebir las cosas puede ser un buen punto de partida.
Éstas
serían tan solo algunas indicaciones muy generales del modo en que el paradigma
complejo está calando poco a poco en la forma de abordar las problemáticas
materiales de las distintas sociedades. No obstante, el camino está apenas en
los inicios y esto es algo que inequívocamente hay que reconocer.
5.3
El Territorio como Síntesis y Principio Hologramático de la Complejidad en
Economía Política
En
el punto anterior, se ha visto que los estudios territoriales son un ámbito
privilegiado de aplicación de las directrices epistemológicas del paradigma de
la complejidad en el contexto de la Economía Política. No obstante, ello
implicaba el desarrollo de una visión transdiciplinar en la que entran muchos
conceptos procedentes de otras disciplinas.
Vista
la gran confluencia de "antiguas disciplinas" creadas bajo el
paraguas del paradigma de la simplicidad en la definición de la nueva visión
"transdisciplinar" de la realidad económica, es el momento de
detenerse en el concepto teórico clave que resumiría las aportaciones diversas
que los modelos más complejos de desarrollo territorial reciben. Este concepto
central no es otro que territorio, entendido como la visión del territorio
derivada de la aplicación del paradigma de la complejidad, no como su
equivalente en otros paradigmas epistemológicos. Definir con precisión el
contenido del concepto de territorio es un elemento esencial para entender una
de las principales vías a través de las cuales se está abordando el estudio de
las realidades económicas desde la complejidad. En este sentido, lo primero y
lo más obvio que hay que afirmar es que un territorio es mucho más que un
espacio. El espacio sería el equivalente en el paradigma de la simplicidad de
lo que el territorio supone para la complejidad. De este modo, si el concepto
espacio se refiere únicamente a una realidad física, el soporte donde tiene
lugar la actividad económica, el concepto de territorio se refiere a diversos
aspectos de los que el físico es tan sólo uno más.
De
esta forma, cuando se utiliza el término territorio se hace referencia:
A un entorno físico, es decir, a un
espacio geográficamente definido. Este entorno físico es la base de donde se
extraen los recursos, de donde se obtiene la energía para que la sociedad (y
por tanto, los circuitos económicos existentes en su interior) puedan existir.
Sin la existencia de un flujo energético desde una realidad física a otra
social, no podría entenderse la existencia de esta última (Georgescu-Roegen
1996, Morin 1994).
A un entorno biológico. El territorio no es sólo el
entorno físico duro, sino los ecosistemas existentes sobre los mismos. La
capacidad de extracción de recursos y, por tanto, de mantenimiento de entropía
va a venir determinada no sólo por las características del entorno físico, sino
por la forma en la que las mismas son "interpretadas" por los
ecosistemas existentes. Los ecosistemas son, por tanto, un elemento
constitutivo esencial de las realidades territoriales.
En
el interior de dicho territorio se definen un conjunto de relaciones sociales. La noción de territorio lleva implícita la de una
organización social formada por una multiplicidad de individuos. Esta
organización social se caracteriza por tener una serie de instituciones que
rigen su funcionamiento. Igualmente, en su interior se definen una serie de grupos sociales con intereses y
origen diversos que compiten
y colaboran con la finalidad de propiciar su reproducción social (Massey 1994).
El territorio se concibe, por tanto, como una realidad conflictiva y al mismo
tiempo auto-poiética (se produce a sí misma). Estos dos principios conflicto
(entropía) y aprendizaje (auto-organización) interaccionan, por tanto, de forma
dialógica.
En
el interior de esta estructura social, se desarrollan un conjunto de
actividades de producción e intercambio.
Las mismas no son independientes del entorno social (con su entropía y su
auto-organización) que rige el funcionamiento conjunto del territorio. Por el
contrario, la construcción de estas relaciones es un aspecto de este orden
social. Lo que dicho en otros términos, consiste en afirmar que el mercado es un proceso instituido (Polanyi 1994). Pero instituido como
consecuencia de unas relaciones sociales definidas como consecuencia de la
relación de fuerzas existentes entre los distintos grupos sociales que conviven
en el interior de un determinado espacio.
Estas
relaciones económicas y sociales (en el sentido que son habitualmente manejadas
desde el paradigma de la simplicidad), terminan modificando la base biológica
e, incluso, física sobre las que se desarrollan. Se produce un proceso de
"construcción social de ecosistemas". Este proceso estaría implícito
en el concepto de territorio (Whatmore 2003) (18). Desde este punto de vista,
el territorio es también una realidad auto-poiética, que modifica no sólo sus
parámetros sociales, sino incluso sus parámetros naturales.
Adicionalmente,
en el conjunto de relaciones socioeconómicas, los
individuos continúan siendo los actores finales que dan lugar a las mismas. La
actuación de los individuos no debe ser considerada determinada por un conjunto
de leyes abstractas. Por el contrario, se parte del hecho de que la misma se
encuentra sujeta a múltiples influencias, pero que finalmente existe un elemento decisional que se
encuentra indisolublemente unido a la esfera individual. Es decir, el sujeto es
uno de los elementos esenciales del paradigma de la complejidad, que por tanto,
está también presente en el concepto de territorio. Entender las dinámicas
económicas en términos territoriales sirve, en este sentido, para acercar al
sujeto al estudio del comportamiento global.
Por
último, todo lo anterior es el resultado de un proceso de evolución histórica.
Las relaciones sociales definidoras de las relaciones de poder entre los
diferentes grupos sociales son el resultado de un proceso histórico que, a su
vez, no puede entenderse sin las relaciones con el medio natural establecidos
por estas sociedades, relaciones que las mismas dinámicas socio-productivas
transforman continuamente. Las formas en la que el mercado se encuentra
instituido, así como los hábitos e instituciones que condicionan la actuación
de los individuos, también deben entenderse como el output social de un proceso
histórico complejo. Dicho en otros términos, el
territorio es el producto de la sedimentación histórica de un conjunto de
relaciones sociales, que, a su vez, han interaccionado con el entorno físico y
biológico.
Por
tanto, el concepto de territorio trasciende las fronteras de la
compartimentación disciplinaria tal y como había sido tradicionalmente
entendida a partir de la aplicación del paradigma de la simplicidad. El
territorio se convierte en una forma de captar la diversidad en la complejidad,
es decir, en una exigencia de los programas de investigación en los que la
complejidad pretende ser entendida e interpretada. En este sentido, las
realidades territoriales objeto de estudio son simultáneamente más y menos que
las dinámicas generales en las que los territorios se insertan. Más, en el
sentido de que en los territorios se presentan problemáticas ecológicas,
sociales, ideológicas, monetarias, etc., que son específicas a ellos, de modo
que la parte es más rica que el todo. Menos porque la totalidad tiene
propiedades de las que carecen los territorios concretos. El todo (la dinámicas
globales) están en la parte (el territorio) y la parte está en el todo. El
territorio se transforma, en este sentido, en un principio hologramático que reproduce la complejidad del
todo.
6. Conclusiones
La
revisión de los postulados epistemológicos de la economía permite una
ordenación y una comparación de las diferentes corrientes teóricas existentes
en su interior. Puede decirse que la disciplina económica, en realidad, se ha
"construido" sobre la base de una disputa epistemológica. La Economía
Estándar define la ciencia económica no en función de su objeto, sino sobre la
base del método aplicado. No existe posibilidad de construcción del
conocimiento económico estándar más allá de las directrices del racionalismo
crítico (Friedman 1953) o del positivismo (Keynes 1996). Esto ha llevado a la
ciencia económica hacia el camino de una matematización creciente (Passet
1998), aunque la falta de correspondencia entre el instrumental matemático
utilizado y los principios epistemológicos de partida hace que la capacidad
explicativa de este tipo de estrategia sea frecuentemente puesta en duda
(Lawson 1997, McClosky 1993). Incluso, alguno de los más relevantes economistas
"cuantitativos" han señalado a la principal de las subdisciplinas
económico matemáticas, la econometría, como el resultado de una
"alquimia" (Hendry 1993).
Si
se niega la visión que desde el "racionalismo crítico" se tiene de la
realidad económica, se entra dentro del campo de la Economía Política. El
desarrollo de la Economía Política ha venido marcado por la fuerza, por la
relevancia del análisis estructuralista. El estructuralismo, en tanto reacción
frente al pensamiento económico dominante, supone en realidad una primera
apertura, aunque limitada, a la complejidad. La realidad se concibe de forma
sistémica aunque sean determinadas "relaciones" (especialmente
rígidas) las que resulten privilegiadas. Pero, a su vez, el estructuralismo
tiene también un fuerte substrato mecanicista - reduccionista. La realidad
económica se concibe de forma determinista, objetivista, sin dejar campo alguno
de actuación a los sujetos, reflejando solo la racionalidad del investigador,
etc.
Estas
carencias del estructuralismo han tendido a ser contrapesadas por desarrollos
posteriores. En ellas se identificaban una serie de elementos (Sistemas
Nacionales de Innovación, por ejemplo), susceptibles de crear elementos no
existentes previamente, es decir, de innovar. La innovación se transformaba, de
esta forma, en una de las bases para romper el determinismo estructuralista
(Dosi 1988, Lundvall 1992, Nelson 1993). Otras aportaciones constructivistas,
como la socio-economía, trabajando en otra línea, contribuyeron activamente a
la creación de un espacio teórico en el que fuese relevante la intervención del
sujeto (Polanyi 1944, Granovetter 1985). La economía pasa así a entenderse como
un proceso instituido, como el producto de una construcción social.
En
la práctica, estas nuevas directrices epistemológicas tuvieron una traslación
especialmente fructífera en el campo de la ciencia "regional". Su
proximidad al análisis de problemáticas concretas hacía que elementos, como la
relevancia del sujeto o la importancia de la innovación, fuesen claramente
perceptibles para ella. Por ello, fue un campo privilegiado de aplicación e
hibridaje de las nuevas aportaciones teóricas (Coq 2002). Pero, en última
instancia y, sobre todo de nuevo en el campo de la economía regional donde su
aplicación había sido más fructífera, el discurso constructivista dio paso a la
irrupción de las narrativas post-modernas. Esto originó una extraordinaria
fragmentación del objeto de análisis que no contribuyó a generar un
conocimiento más perfilado de dinámicas globales. .
El
paradigma de la complejidad es la estrategia epistemológica que permite
integrar el constructivismo en un meta discurso que lo engloba, sin negarlo,
pero encuadrándolo en una problemática más general.
Esta integración
constructivista se basa en dos elementos claves:
1)
El reconocimiento del desorden, existente dialógicamente con el orden en toda
relación social. En el caso de la Economía Política compleja la forma principal
de manifestación de desorden es el conflicto, que a su vez toma múltiples
formas (ecológico, de clase, de género, territorial, etc.).
2)
La consideración de la capacidad de auto-organización que está, a su vez, también implícita en cualquier
sistema social. Esta se expresa prioritariamente a través del aprendizaje, es
decir, de la introducción de información en el sistema social de referencia. A
su vez, el aprendizaje toma múltiples formas. Hay aprendizaje por simple
imitación sobre la base del conocimiento tácito, el conflicto también genera
aprendizaje, etc. Una forma de generación de aprendizaje es la aparición de nuevos
"discursos". Desde este punto de vista, los "discursos
constructivistas" no hacen sino llevar al corazón de la ciencia la tarea
de la generación de conocimiento (socialmente comunicado) necesario para la
potenciación de la capacidad auto- organizadora de la sociedad. El
constructivismo es, de esta forma, entendido como una forma radical de
propiciar, a partir de aumentos en la auto-organización, saltos en los niveles
de complejidad social. No
obstante, el tema va mucho más allá, ya que, si se sigue esta línea de
razonamiento, habría que concluir que la forma mas potente de creación de
auto-organización es fomentar la propia capacidad de diseño de los agentes, es
decir, lo que se conoce como investigación acción participativa.
En
Economía Política, los desarrollos que siguen el paradigma de la complejidad
son pocos. Cualquier repaso sobre la base de este criterio debe ser muy laxo a
la hora de enmarcar las distintas aproximaciones. Pero, de nuevo, la mayor
aplicación (realmente más implícita que conscientemente deseada) se produce en
el campo de la ciencia regional donde confluyen desde la ecología, hasta la
arquitectura, desde la geografía a la sociología. Por esa razón el concepto de
territorio ocupa un lugar central en la visión compleja de la realidad socio-eco-económica.
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(1)
Del mismo modo, la Economía Política se basa también tres principios
epistemológicos opuestos a los estipulados por la Economía Convencional, que
son Holismo, Racionalidad condicionada / situada o, incluso, afirmación de la
cognición y evolución (Dosi 1988, Hodgson 1988, Coq 2004).
(2)
De hecho más el intercambio que la producción porque aunque esté presente en
realidad es una proyección de la lógica aplicada al intercambio.
(3)
Además, como existe una diversidad en el interior de las aproximaciones
estructurales, no todas ellas reflejan con la misma intensidad este carácter
híbrido.
(4)
Los economistas clásicos, pese a sus posiciones "liberales" tenían
una visión del mundo y una metodología de análisis bastante influida por una
concepción organicista de la sociedad. Por eso, pese a la consideración popular
que tiende a verlos exclusivamente como precursores de la Economía Estándar
actual, sus análisis tienen una riqueza explicativa que los hace también
precedentes del estructuralismo económico, junto a la Fisiocracia.
(5)
Racionalización debe entenderse aquí en el sentido de Morín (1994) como la
búsqueda de una racionalidad que no existe en la realidad, forzando los
acontecimientos hasta darles una falsa coherencia.
(6)
Se trataría en este caso de un cambio epistemológico (la aceptación del
subjetivismo, del perspectivismo del investigador) que, como en el caso del
paso del positivismo de J.N. Keynes al racionalismo crítico de Popper, no
tendría una traducción en una transformación metodológica.
(7)
En este caso existe una coincidencia parcial con las posiciones epistemológicas
positivistas. Las diferencias estribarían en que estas observaciones (y por
tanto las leyes identificadas) tienen implícitas un componente histórico. Son
válidas por tanto en ciertos momentos y en otros no. Pero además no se emplea
la misma cosmología de observación tendente a reducir la sociedad a
comportamientos individuales agregados. Es decir, se observa desde un esquema
"pre-lógico" radicalmente distinto.
(8)
En este punto existe de nuevo una coincidencia con los postulados positivistas,
ya que ambos se basan en una cosmología con un substrato platónico importante
que tiende a ver un orden simple y formalizado detrás del desorden aparente.
(9)
El máximo nivel de esencialismo se alcanzaría al hacer depender de un solo
principio toda una dinámica social. Sería el caso de las opciones más ortodoxas
del pensamiento marxista, en el que se hace depender de un criterio ordenador
básico (la teoría del valor trabajo) toda la dinámica social cuando, al fin y
al cabo, no es más que un mecanismo más o menos sofisticado de formación de
precios. A este esencialismo extremo se le denomina fundacionismo (Sayer,
1995).
(10)
Hay distintos tipos de constructivismo, algunos aceptan la existencia de una
realidad objetiva, aunque no pueda ser perfectamente identificada por ningún
observador imparcial (este sería el constructivismo llamado blando o
construccionismo), otros por el contrario, afirman que existe una barrera
infranqueable entre el mundo y el observador y que por tanto el conocimiento es
solo el resultado de la capacidad de éste de creación de esquemas de cognición,
sin que pueda afirmarse que existe ningún mecanismo que ordene estos esquemas
sobre la base de su adecuación a la realidad (Arnold 2003).
(11)
Como se verá más adelante, las escuelas con un substrato constructivista más
claro, como el evolucionismo / institucionalismo no se desarrollan hasta los
años ochenta. Por ejemplo, la obra que "revive" los desarrollos
evolucionistas en economía, An Evolutionary Theory of Economic Change, de
Nelson y Winter es del año 1982.
(12)
Pueden verse intentos de incorporar al "sujeto" a la teorización de
los procesos económicos desde muchos y muy variados puntos de vistas. Hodgson
(1988) hace un alegato por la incorporación al campo de lo económico del
concepto piagetiano de los procesos cognitivos, como forma de romper con el
mecanicismo derivado de la hipótesis de racionalidad y problematizar la
relación del agente económico con su entorno. Granovetter (1985) viene a
afirmar que las actuaciones de los agentes en el mercado están mediatizadas (no
determinadas) por su arraigo en ciertos entornos sociales, denunciando tanto la
infrasocialización del homo economicus como la sobresocialización del homo
sociologicus. Otros autores han insistido en la influencia de comportamientos
individuales y grupales en la organización del trabajo (Coriat 1993, Boyer y
Freyssenet 1996), en los modelos de competencia (Best 1990), en las formas de
cooperación existentes en ciertos entornos (Becattini 1994).
(13)
En este sentido, uno de los autores que más claramente ha propugnado la
apertura de la economía política a lo nuevo, a lo imprevisto, promoviendo
incluso como se verá la incorporación del concepto de proceso cognitivo al
campo de lo económico, como es Hodgson encuadra su obra dentro de la corriente
epistemológica conocida como realismo crítico (Hodgson 2004). Con todo, hay que
decir que entre el realismo crítico y el constructivismo (sobre todo en su
versión más suave) existen numerosas similitudes. Se considera la existencia de
una "realidad", que no obstante no puede ser captada de forma
objetiva por este. Se reconoce que toda observación está condicionada por la
posición que ocupe el observador. Se defiende la incorporación de distintas
perspectivas a la hora de analizar los fenómenos, etc. La principal diferencia
estribaría en la capacidad del observador para transformar el objeto observado.
En las visiones más duras de constructivismo, este aspecto tiene una gran
importancia. En el caso del realismo crítico, la realidad se considera
independiente del sujeto, aunque su percepción sea forzosamente subjetiva e
incompleta. Pero realmente esta diferencia puede explicarse porque la
"construcción social" en economía es difícil y, en ningún caso,
inmediata, lo que lleva a que el elemento constructivo aparezca más difuminado.
Sin embargo, en las actuaciones derivadas de la aplicación de este enfoque, si
se propone abiertamente la modificación de la realidad a partir de la creación
de instituciones concebidas como "estructuras de pensamiento", es
decir, como "mecanismos cognitivos colectivos" (Sjostrand 1995).
(14)
No entendido mecánicamente, sino como la capacidad de una economía para generar
conocimientos que le permitan nuevas especializaciones, nuevas actividades y
nuevos procesos.
(15)
Se entiende que aquí se incluirían aquellas aproximaciones institucionalistas
que parten de un marco de referencia holista. Se denomina Viejo
Institucionalismo porque utilizan y reivindican unos útiles metodológicos
tomados del Viejo Institucionalismo norteamericano (Veblen, Commons, etc.). No
se incluirían, por tanto, las aproximaciones desarrolladas sobre una base
metodológicamente individualista que serían un intento de apertura de la
economía estándar con una lógica muy diferente que no es objeto de análisis en
el presente texto. En el segundo grupo se situaría el denominado
Neoinstitucionalismo, cuyos máximos exponentes serían autores como Coase,
Willliamson o North.
(16)
No ocurriría, en general lo mismo con la mayor parte de aproximaciones
ambientalistas, inclusive con aquellas más alejadas de la economía estándar,
como sería el caso de la Economía Ecológica.
(17)
La utilización de paradojas suele ser rechazada por otras corrientes
epistemológicas que ven en ellas un síntoma de la existencia de inconsistencias
lógicas en sus postulados. Sin embargo, para el pensamiento complejo, las
paradojas son una expresión del principio dialógico que a su vez es un producto
de la hiper- complejidad característica del algunos sistemas, en concreto, de
los sistemas sociales.
(18)
Esto se correspondería con uno de los principios básicos del paradigma de la
complejidad que en este texto no ha sido analizado, que es el de artificialeza
(Rubio 2001).