II CONFERÈNCIA ANUAL ERNEST LLUCH
A càrrec del Dr. Mario Bunge, Físic, filòsof i epistemòleg.
Professor de Lògica i Metafísica a la McGill University (Montreal, Canadà) Dilluns 31 de març de 2008. Paranimf de la Universitat de Barcelona.
"¿Personas, sociedades o ambas? El Enfoque sistémico de los problemas sociales"
DOS ENFOQUES: SECTORIAL Y SISTEMICO
Vivir es enfrentar y resolver problemas.
Y toda vez que abordamos un problema adoptamos un punto de vista o enfoque general. O sea, nos basamos sobre alguna visión general y emprendemos una averiguación usando algún método. Si fallara uno de estos componentes, ya sea la visión general o el método, no lograríamos siquiera plantear el problema de manera inteligible.
Por ejemplo, un ingeniero o un administrador de empresa no logrará descubrir sus problemas, ni menos aun resolverlos, si, siguiendo a Husserl, hace de cuenta que el mundo no existe de por sí, piensa solamente en sí mismo, y confía más en su intuición que en la observación y el cálculo.
En lo que sigue sugeriré que el enfoque más promisorio de cualquier problema, sea teórico o práctico, consiste en la concepción sistémica unida con el método científico.
La primera ayuda a identificar y plantear problemas, y el segundo a resolverlos.
La concepción sistémica consiste en suponer que los objetos en cuestión, lejos de ser simples o de estar aislados, son sistemas o partes de sistemas.
A su vez, un sistema es un objeto complejo que tiene propiedades globales y se comporta como un todo debido a que sus componentes están unidos entre sí.
Acaso la manera más persuasiva de defender la necesidad de adoptar el enfoque sistémico sea exhibir las deficiencias de su opuesto, el enfoque sectorial.
Consideremos tres ejemplos de éste: el mito del gene egoísta, el Puente del Milenio, y el economicismo.
El mito del gene egoísta, imaginado por el exitoso periodista científico Richard Dawkins, consiste en que somos nuestros genomas. Este mito supone que la molécula de AND se replica por sí misma, lo que es falso, porque es un ente bastante inerte al que divide la acción de una enzima. También supone que la existencia misma del organismo es paradójica, puesto que el organismo no sería sino el vehículo del que se valen los genes para propagarse; también esto es falso, porque los que se adaptan y son seleccionados por el ambiente no son genes sino organismos.
El mito en cuestión también supone que el ambiente no es modificado por el organismo, lo que también es falso, como, lo muestran por ejemplo, los hormigueros y la enorme cantidad de tierra que pasa por el intestino de una lombriz.
En resumen, el mito del gene solitario es contradicho por la bioquímica, la biología y la ecología.
Segundo ejemplo: el elegante Puente del Milenio, inaugurado en el año 2.000, fue diseñado por Lord Norman Foster, el ingeniero más innovador del siglo XX. Al cortarse la cinta ceremonia, la muchedumbre se precipitó sobre el puente, el que empezó a oscilar horizontalmente.
Cuando el puente se movía a la derecha, el transeúnte se inclinaba a la izquierda para no caerse. Pero de esta manera ejercía sobre el piso una fuerza que contribuía a que el puente se desplazase a la derecha. La amplitud de las oscilaciones fue tal, que la gente tuvo que regresar a tierra como pudo.
¿A qué se debió este fracaso, el primero en la brillante carrera de Lod Foster?
A que éste olvidó el favor humano en sus ecuaciones: olvidó que los puentes se diseñan y construyen para ser usados por personas, las que no son pesos muertos. Un cálculo reciente (Strogatz et al. 2005) muestra cómo incluir la reacción humana en las ecuaciones de movimiento del puente.
Las ecuaciones correctas son tan sencillas que están al alcance de cualquier estudiante de ingeniería.
Mi tercer y último ejemplo de pensamiento sectorial es el economicismo, sea de izquierda como el de Karl Marx, o de derecha como el de Gary Becker y los demás entusiastas de las teorías de elección racional. En todas sus versiones, el economicismo postula que la actividad económica es primaria, y todo lo demás es secundario.
La realidad muestra que esto es falso: que el ambiente natural, la política y la cultura son tan importantes como la economía.
Por ejemplo, una calamidad natural puede destruir una ciudad; una agresión bélica puede arruinar tanto al agredido como al agresor; y una invención científica o técnica puede iniciar una nueva era.
En otras palabras, la sociedad debe entenderse como un sistema constituido por cuatro subsistemas: biológico, económico, político y cultural. Además, en la vida real los intereses materiales se combinan con los sentimientos morales. Por ejemplo, los egoístas totales, aunque los hay, son una minoría (v. Gintis et al. 2005).
Volvamos ahora a consideraciones generales sobre sistemas.
Los hay de varias clases:
físicos, tales como átomos y rayos láser;
químicos, tales como pilas eléctricas y pilas de compost;
biológicos, tales como células y ecosistemas;
sociales, tales como familias y empresas;
técnicos, tales como ordenadores y fábricas;
conceptuales, tales como clasificaciones y teorías;
y semióticos, tales como textos y partituras musicales.
Un sistema no es un individuo elemental ni una colección carente de estructura.
Los quarks, electrones y fotones son elementales, no compuestos. Y las dunas, los basurales y las muchedumbres son conglomerados pero no sistemas, porque carecen de estructura. Pero tanto los sistemas como los individuos elementales y los conglomerados están inmersos en algún entorno. (Excepción: el universo.)
Hasta aquí hemos señalado tres características de un sistemas:
su composición, o conjunto de sus partes;
su entorno, o conjunto de los objetos con los que está relacionado;
y su estructura, o conjunto de los vínculos entre las partes y entre éstas y aquellos componentes de su entorno que lo afectan o que son afectados por el sistema.
O sea, hemos identificado tres aspectos de un sistema: su composición, entorno y estructura.
Esto basta para caracterizar un sistema estático.
Pero sólo los sistemas conceptuales y semióticos son estáticos: todos los demás cambian. En este caso debemos agregar una cuarta característica: el mecanismo peculiar que mantiene o transforma al sistema. Ejemplos de mecanismo: la fusión nuclear en una estrella, la fermentación en una cuba de vino, el metabolismo en una célula, el trabajo en una empresa, el aprendizaje en una escuela, y el flujo de información en una red de comunicación.
En resumen, el modelo más simple de un sistema s es la cuaterna ordenada:
μ(s) = < C(s), E(s), S(s), M(s)>, donde M(s) = ? para los sistemas conceptuales y semióticos.
Este modelo es cualitativo.
En las ciencias y técnicas se necesitan también modelos cuantitativos, ya que ellas estudian cosas concretas o materiales, todas las cuales poseen propiedades cuantitativas, tales como numerosidad, energía, y edad.
Por ejemplo, un ecosistema compuesto por una población de depredadores, tales como zorros, y otra de presas, tales como liebres, se describe en forma aproximada mediante un par de ecuaciones de Lotka-Volterra. Estas describen cómo, al aumentar una de las poblaciones, disminuye la otra. Este proceso se representa mediante una curva o trayectoria cerrada en el espacio de los estados posibles del sistema, espacio cartesiano cuyas .coordenadas son las poblaciones de los animales en cuestión.
Todas las ciencias utilizan espacios de estados. Por ejemplo, en termostática se usa el espacio abstracto presión-volumen-temperatura; en mecánica cuántica, espacios de Hilbert; y en microeconomía, espacios precio-cantidad.
Lo que antecede es bien sabido por científicos y técnicos, pero ignorado por la enorme mayoría de los filósofos, al punto que ningún diccionario filosófico, salvo el mío, dilucida los términos 'sistema', 'mecanismo', 'estado', 'espacio de estados', 'enfoque sistémico' y 'sistemismo'. Esto muestra que la filosofía sigue yendo a la zaga de la ciencia y de la técnica. Esto explica también por qué la enorme mayoría de los filósofos son, ya individualistas, ya globalistas (u holistas), antes que sistemistas. También explica por qué hoy día ni científicos ni técnicos leen a filósofos.
Los individualistas ponen atención a los componentes de los sistemas, pero pasan por alto su estructura. Los globalistas subrayan, con razón, la importancia de las totalidades y el hecho de que éstas poseen propiedades (emergentes) de las que carecen sus componentes; pero niegan la posibilidad de explicarlas exhibiendo estructura y mecanismo: son irracionalistas.
En términos metafóricos, los individualistas ven los árboles pero se les escapa el bosque como unidad de nivel superior, y que posee propiedades, tales como biodiversidad, que no poseen los árboles. En cambio, los globalistas ven el bosque pero no los árboles. Los ecólogos, guardas forestales y administradores ven tanto la totalidad como su composición y las propiedades sistémicas del bosque, tales como su contribución al suelo y a la atmósfera.
Con los sistemas de otros tipos sucede algo similar.
Por ejemplo, el zoólogo estudia tanto las características globales de los animales (hábitat, edad, dieta, modo de reproducción, etc.), como sus partes (órganos, células, etc.); el lingüista se interesa tanto por la sintaxis y el significado de un texto como por las palabras que lo componen; y el sociólogo se ocupa tanto de las organizaciones como de las personas que las constituyen y transforman.