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martes, 14 de agosto de 2018

LA ESTRUCTURA LÓGICA DE LA TEORÍA GENERAL DE KEYNES

LA ESTRUCTURA LÓGICA DE LA TEORÍA GENERAL DE KEYNES

Carlo Benetti*

* Universidad París X - Nanterre El autor agradece a Jean Cartelier, Ghislain Deleplace, Michel De Vroey y Amaine Rebeyrol por sus valiosos comentarios. Este ensayo se publicó originalmente en Cahiers d' économie politique 30-31. Traducción de José Félix Cataño con autorización del autor y de los editores.

Resumen
El objetivo de este artículo es la construcción de la teoría de Keynes, concebida como una estructura compuesta por tres modelos generales y de base que se deducen unos de otros. Se muestra que la ley de Say, a la que se opone Keynes, se puede formalizar por medio de un modelo "recursivo por la oferta". La crítica de Keynes conduce a un modelo diferente: "uno no walrasiano y de interdependencia general" que no admite la critica del ajuste al equilibrio de pleno empleo. Es un modelo de referencia a partir del cual, en una tercera etapa, se obtiene el modelo keynesiano propiamente dicho, que admite al menos un equilibrio con desempleo involuntario en condiciones de flexibilidad de salarios y de precios. Este estudio muestra tanto la coherencia de la construcción de la teoría de Keynes como los limites de su "herejía" teórica.

Abstract
In this paper we study the construetion of Keynes' theory, conceived as a structure composed by three general and basic models, which are deduced ones from the others. We show that Say's law as criticized by Keynes can be formalized by means of a "recursive supply" modelo Keynes' criticism leads to a different model, a "non -wal rasian and general interdepedence" one, which does not allow to criticize the adjustement to a full employment equilibrium. lt is used by Keynes as a basic model from which, in a third stage, he obtains the keynesian model, defined as the model which admits at Ieast one involuntary unemployment equilibrium with flexibility of wages and priees. We conclude that the construction of Keynes' theory is logically coherent and we show the limitations of his theoretical "heresy".

INTRODUCCIÓN

1. El objeto de este artículo es la construcción de la teoría de Keynes, considerada como una estructura compuesta por modelos diferentes, generales y de base, que se deducen unos de otros. Este método, que llamaremos 'lógico', es compatible con nuestro principal objetivo: la comprensión de una teoria tan singular como la "herejía" keynesiana [1934, 489]. Los resultados de los enfoques históricos, que tratan cuestiones de génesis y del método analítico no son satisfactorios. El amplio debate generado por la teoría de Keynes ha hecho creer que esta teoría ha alcanzado una formulación coherente y que se tiene bien identificado el alcance de las diferentes hipótesis utilizadas. Sin embargo, no está de más revisar de tal estructura analítica, ya que si encontramos alguna incoherencia podríamos mejorar el modelo, aun sin lograr grandes avances en comprensión.

El mismo Keynes aporta una justificación: "La economía es una ciencia que piensa en términos de modelos, y es el arte de escoger los modelos relevantes en el mundo contemporáneo" [1938, 296). La segunda parte de esta definición se refiere a la teoría dominante cuya crítica es el punto de partida obligado de todo enfoque que pretenda ser heterodoxo.

Para Keynes la debilidad de la teoría neoclásica no está en su consistencia lógica, sino en "la falta de claridad y de generalidad de sus premisas" [1936, p. XXl, traducción corregida].
El resto se deduce.
Al cambiar ciertas hipótesis del modelo neoclásico configuramos un modelo diferente pero que no permite la critica del ajuste al equilibrio de pleno empleo.Este último cumple el papel de modelo de referencia a partir del cual, en una tercera etapa, se consigue un modelo keynesiano propiamente dicho. Así que la comprensión de la teoría de Keynes requiere responder estas preguntas:

i) ¿Cuál es el modelo de referencia al que se opone?
ii) ¿Cuál es el modelo de referencia adoptado por Keynes?
iii) ¿Cuál es el modelo keynesiano, el deducido del modelo de referencia, que concluye en la posibilidad de equilibrios con desempleo in voluntario en una economía con precios y salarios flexibles?

Al menos en parte, estas son las mismas preguntas que formula Hícks en el artículo de 1937 y que resuelve con los tres modelos que exponemos en el Anexo 1.

2. La dificultad de hacer un estudio de la teoría keynesiana desde el punto de vista lógico -que es una de las mayores justificaciones- es que Keynes no presenta de forma explícita ni el modelo de referencia de la teoría a la que se opone, ni la teoría que propone. Sin embargo provee todos los elementos que se necesitan para deducirlos. El resultado muestra la consistencia del enfoque de Keynes y los límites de su "herejía" teórica.1

Con este método no examinamos los aspectos especificas de la teoría de Keynes -de sus contribuciones más importantes– sino que nos dedicamos al estudio lógico de la teoría en conjunto para definir un marco de referencia que permita realizar análisis particulares.

En suma, las principales etapas del método que seguimos comienza con la exposición y la crítica de la ley de Say y de los dos postulados fundamentales de la economía clásica' para avanzar en la búsqueda de los dos modelos de referencia, el neoclásico y el keynesiano. De aquí se puede deducir el modelo de referencia que Keynes asigna a la teoría dominante (el modelo de la ley de Sayo recursivo por la oferta) y el modelo de referencia que él adopta (el modelo no walrasiano de interdependencia general),espectivamente. Sobre esta base se de arrolla la teoría de la demanda global. Al contrario de cierta tradición, no se llega a un modelo recursivo por la demanda sino a modelos originales de interdependencia que admiten equilibrios con desempleo involuntario. Posteriormente presentamos la noción de equilibrio keynesiano. La respuesta a las tres preguntas planteadas en la sección anterior es la siguiente: que la teoría de Keynes se construye en oposición a un modelo recursivo por la oferta, y el resultado es un modelo no walrasiano de interdependencia general, a partir del cual se derivan los modelos keynesianos de determinación del equilibrio con desempleo involuntario. En la última sección sacamos algunas conclusiones generales. En los dos Anexos presentamos una discusión de la interpretación de Hicks y de algunas afirmaciones usuales que consideramos inexactas.

Como se podrá notar, nuestro objeto no es el pensamiento o "la economía de Keynes" propiamente dicha [Cartelier 1995] sino la parte que se expone en la Teoría General y que identificaremos, con un poco de abuso, como la teoría de Keynes,

LA REFERENCIA DE LA TEORÍA CLÁSICA: MODELO RECURSIVO POR LA OFERTA O LEY DE SAY

3. Keynes no presenta de manera explicita la teoría neoclásica, aunque la identifica claramente de acuerdo a us características principales pues él mismo afirmó "según mi leal saber y entender" [1936, 18]. Se trata de la teoría que cumple la ley de Say, y que reposa sobre dos postulados fundamentales acerca del mercado de trabajo. Como lo veremos se trata de las dos caras de la misma moneda ya que cada propiedad implica la otra.
En los siguientes pasajes Keynes presenta su interpretación de la ley de Say:
Que la oferta crea su propia demanda en el sentido de que el precio de la demanda global es igual al precio de la oferta global para cualquier nivel de producción y de ocupación [1936, 31], Y en la teoría clásica, de acuerdo con la cual [la demanda global es igual a la oferta global] para todos los valores de N, la cantidad de ocupación está en equilibrio neutral en todos los casos en que sea inferior al máximo, de manera que puede esperarse que la fuerza de la competencia entre los empresarios lo eleve hasta dicho valor máximo. Sólo en este punto, según la teoría clásica, puede existir equilibrio estable [1936,37].
El punto central es que la idea de que "la oferta crea su propia demanda" no tiene sentido en el modelo macroeconómico con mercados interdependientes, donde la oferta crea la demanda, y la demanda crea la oferta. Esa propiedad sólo se verifica en un modelo macro económico donde la oferta global pueda determinarse de manera independiente y previa a la demanda global. El equilibrio general se obtiene por medio de la adaptación de esta última a la oferta global predeterminada. Para construir ese modelo se parte de un modelo macroeconómico de interdependencia, se sustraen las ecuaciones de la oferta global de la interdependencia general, y la oferta y la demanda de trabajo deben depender únicamente del salario real. Las ecuaciones del mercado de trabajo y la función producción forman un subsistema que puede aislar del resto pues la solución es independiente de los otros parámetros y de las otras ecuaciones a las que ella se impone. Lo llamamos el "subsistema de la oferta global". Para resolver el sistema completo hay que ir por partes de manera secuencial. Primero, el sub ist ma de la oferta determina el salario real, el empleo y la oferta de equilibrio. En segundo lugar estos valores se introducen en el subsistema compuesto de las ecuaciones de la demanda global–el subsistema de la demanda– cuya única función es determinar las otras variables de manera que la demanda global sea igual a la oferta global predeterminada.

Llamaremos "recursivo por la oferta" al modelo de referencia de la teoría a la cual se opone Keynes. Este modelo es la formalización de la ley de Say en el entendido keynesiano.2

i) na característica importante del modelo de la ley de Say es que es un modelo general, una representación de la economía en conjunto cuyo resultado esencial se consigue por medio de un análisis de "equilibrio parcial" limitado al mercado de trabajo. La condición de este tipo d análisis no es el hecho de que las variables relativas a los otros mercados estén fijas sino el hecho de la recursividad por la oferta, en virtud de la cual estas variables se ajustan automáticamente a la solución parcial del subsistema de la oferta.
ii) El enunciado de que "la oferta crea su propia demanda cualquiera que sea el nivel de empleo" no es inteligible sino en el modelo recursivo por la oferta donde, contrariamente a los modelos de interdependencia, todo nivel de producción determinado por el subsistema de la oferta se impone al subsistema de la demanda. Así, la demanda global no puede ser diferente de la oferta global.
iii) En un modelo recursivo por la oferta la única causa del desempleo involuntario es la ausencia de ajuste del salario real.Es esa precisamente la teoría de Pigou que Keynes presenta y crítica en el Anexo del capítulo 19 de la Teoría General. "El profesor Pigou concluye que la desocupación se debe primordialmente a una política de salarios que no se ajusta lo bastante por sí misma a los cambios en la función de demanda real de mano de obra" [1936, 246].
iv) A menudo la ley de Say se identifica con el reflujo a las empresas de la integridad del ingreso que ellas ya han distribuido.

De ahí procede la crítica basada en la posesión de saldos en dinero, formulado por Marx y retomada por Keynes cuando este último afirma que "un acto de ahorro individual significa -por decirlo así- el propósito de no comer hoy, pero no supone la necesidad de tomar una decisión de comer o comprar un par de botas dentro de una semana o de un año o de consumir cualquier cosa concreta en fecha alguna determinada. [La situación sería diferente] si el ahorro consistiera no sólo en abstenerse de consumir en el presente, sino en situar simultáneamente una orden específica de consumo posterior" [1936,188].3 Este argumento es ambiguo. En cuanto a los flujos el enunciado "la oferta crea la demanda" no puede criticarse válidamente haciendo intervenir un acervo.

En segundo lugar, la condición de reflujo es demasiado general porque pertenece al concepto de equilibrio, cualquiera que sea el modelo usado, y sea recursivo por la oferta (la oferta de equilibrio crea su demanda) o ya sea de interdependencia (la oferta y la demanda de equilibrio se determinan simultáneamente). Si la recursividad por la oferta implica el reflujo en el sentido mencionado antes, la proposición inversa no es cierta: la ley de Say es la condición suficiente del reflujo, pero no es condición necesaria a la inversa: el reflujo es condición necesaria pero no suficiente de la ley de Say.

4. El resultad es exactamente el mismo que se obtiene si partimos de la teoría neoclásica del empleo. Keynes notaba que "la teoría fundamental [acerca de las fluctuaciones de empleo] en que descansa […] se ha creído tan sencilla y evidente que no habría caso para mencionarla". Ella descansa en dos postulados fundamentales: el salario es igual al producto marginal del trabajo, y la utilidad del salario, cuándo en un a d terminado volumen de trabajo, es igual a la desutilidad marginal de ese mismo volwnen de ocupación [1936, 17].4
En un sistema de interdependencia donde ningún subconjunto de mercado e privilegia en detrimento de otros, estas dos condiciones no erían 'fundamentales' o no más importantes que las condiciones de las funciones de oferta y de demanda de las otras mercancías. Deducimos que la teoría a la que e opone Keynes no es la versión macroeconórnica de un esquema de interdependencia general.

La condiciones de las funciones de oferta y demanda de trabajo sólo son fundamentales en modelos donde estas dos funciones determinan la variable central del sistema. e trata ciertamente del nivel de empleo. ya vimos que este resultado sólo se consigue en un modelo recursivo por la ferta.

5. El modelo de la ley de Say e escribe como sigue:
EL subsistema de la oferta está compuesto por cuatro ecuaciones, a saber:

[1]

[2]

[3]

[4]
las cuales determinan las cuatro incógnitas w/p, Ns Nd, e Y.



miércoles, 8 de agosto de 2018

Los mitos que sustentan la utopía del mercado total por Edgardo Lander

Los mitos que sustentan la utopía del mercado total por Edgardo Lander
noviembre 22, 2015

En forma explícita o implícita, la utopía del mercado total está sustentada sobre un conjunto de mitos o falacias que se han venido convirtiendo en sentido común en la medida en que el conocimiento colonial eurocéntrico de las ciencias sociales hegemónicas se fue imponiendo como la forma de conocimiento pretendidamente universal (Lander, 2000a; Mignolo, 2001). De estos mitos sólo se destacan los más significativos.
En primer lugar está el mito del crecimiento sin fin. Quizás la idea fuerza más potente del proyecto histórico de la sociedad industrial, tanto en sus versiones liberales como en sus versiones socialistas, ha sido el mito prometeico de la posibilidad del control de la naturaleza para hacer posible el crecimiento sin límite, así como la identificación de la felicidad humana con un bienestar material en permanente expansión. De acuerdo con este mito no existen límites materiales para la manipulación/explotación siempre creciente de los recursos y de la capacidad de carga del planeta Tierra. Como corolario, se asume que en los casos en los cuales aparezca alguna traba, ésta siempre podrá ser sobrepasada mediante una respuesta tecnológica, el llamado technological fix. De acuerdo con el imaginario de la utopía del mercado total, basta para ello con que operen sin interferencia las leyes espontáneas del mercado. La elevación de los precios de los bienes escasos garantizaría los incentivos requeridos para la inversión en investigación y desarrollo que le dé respuesta a todo posible obstáculo al crecimiento sin fin.
El crecimiento sin límite no es sólo un imaginario, no es sólo un componente básico de la utopía del mercado total, es igualmente una exigencia estructural del funcionamiento de la sociedad del capital, una necesidad que tiene poco que ver con los niveles de bienestar y de consumo de la población. En cada estadio de consumo de bienes materiales, la lógica expansiva de la valorización del capital –como condición de su propia supervivencia– exige más. No hay, ni puede haber, punto de llegada. El mejor ejemplo de esta exigencia inexorable es el de la economía japonesa de los últimos años. Desde el punto de vista del capital, los altísimos niveles de consumo alcanzados por la población de dicho país no son, ni pueden ser, suficientes. A pesar de su extraordinaria abundancia material, una economía de crecimiento cero se convierte en una profunda e insostenible crisis.
El mito del crecimiento sin límite ignora los estrechos condicionamientos que imponen los recursos naturales y la capacidad de carga del planeta, desconoce el hecho de que, a pesar del restringido acceso a los recursos que tiene la mayoría pobre del Sur, los recursos y la capacidad de carga del planeta están siendo utilizados en una escala que ya ha sobrepasado las posibilidades de la reposición natural, no de algunos ecosistemas locales o regionales, sino del sistema ecológico planetario global. Los actuales niveles de utilización de los recursos y capacidad de carga del sistema global no son compatibles con la preservación de la vida sobre el planeta Tierra a mediano plazo (World Wide Fund International et al., 2000; United Nations Development Program, 2000 y Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2000).
El mito del crecimiento sin fin opera como dispositivo necesario para ocultar la realidad de que sólo mediante una radical redistribución del acceso y uso de los recursos y capacidad de carga del planeta a escala global sería posible el logro de niveles de vida dignos para las mayorías pobres del planeta. Es un dispositivo que pretende negar el hecho de que en el uso de los recursos y de la capacidad de carga del planeta hemos llegado a una situación que, sin exageración alguna, es ya propiamente una situación de suma-cero en la que la apropiación de más recursos por parte de algunos implica, necesariamente, que habrá menos recursos y capacidad de carga disponibles para otros, que mientras más ricos sean los ricos, necesariamente, dados los límites materiales existentes, más pobres serán los pobres[1].
El segundo mito fundante de la utopía del mercado total es el mito de la naturaleza humana, tal como ésta ha sido caracterizada por el pensamiento liberal clásico y ahora radicalizado por el neoliberalismo, lo que Macpherson (1979) ha denominado el individualismo posesivo. En esta concepción, el ser humano es por naturaleza egoísta e individualista: el motor determinante de su acción en última instancia es siempre el propio beneficio. Negando el carácter histórico-cultural de este modelo de sujeto humano, se afirma que la sociedad del mercado total es la sociedad que mejor expresa la naturaleza universal de lo humano, el único modelo de organización social que permite el despliegue máximo de todo el potencial de la creatividad y la libertad humana.
Desde esta perspectiva, toda diferencia cultural es un obstáculo a superar, expresión de lo primitivo, atrasado, subdesarrollado, populista, comunitario, obstáculos que afortunadamente el mercado podrá superar si lo dejan operar sin trabas. El llamado hombre económico, producto histórico de la hegemonía de la relación social del capital se convierte en el sustento naturalizador básico de la utopía del mercado total[2].
Un tercer mito fundante de la utopía del mercado total es el mito del desarrollo lineal y progresivo de la tecnología. El modelo tecnológico hegemónico de la sociedad industrial de occidente es entendido como producto de un desarrollo ascendente hacia tecnologías cada vez mejores y más eficientes, de contenido político neutro, fundamento material de la sociedad de la abundancia. En este mito desaparece por completo el tema de las opciones tecnológicas y del condicionamiento social de las tecnologías, convirtiendo a la tecnología en una variable independiente que condiciona al resto de las dimensiones de la sociedad[3]. De esta manera se hace innecesario indagar sobre las implicaciones del modelo tecnológico. El mercado simplemente funciona en condiciones tecnológicas dadas. Al naturalizar y objetivar el modelo tecnológico, se hacen opacas o invisibles sus relaciones de poder, y también su papel básico en las condiciones de reproducción de las relaciones de desigualdad y dominio propias de la sociedad capitalista.
Asociado a los mitos anteriores, está el mito de la historia universal, la noción según la cual la historia parroquial de Europa Occidental, tal como ésta ha sido descrita por los historiadores europeos, es el patrón de referencia, la plantilla universal a partir de la cual abordar el estudio de las carencias y deficiencias de toda otra experiencia histórica, la experiencia de vida de todos los otros (Blaut, 1993; Chakrabarty, 2000). La sociedad del mercado total es, en este metarrelato, el punto de llegada de la historia, de toda historia, de la historia de todos los pueblos (Fukuyama, 1992).
De acuerdo con el mito de la tolerancia y de la diversidad cultural en la sociedad del mercado total, el liberalismo es la máxima expresión del reconocimiento del otro, de la tolerancia de la diferencia, paradigma necesario para la posibilidad misma de la diversidad cultural. Sin embargo, en la sociedad del mercado total la diversidad cultural se convierte en un mito en la medida en que, aun celebrando la diferencia, el sometimiento de ésta a la lógica expansiva del mercado establece severos límites a la posibilidad misma de la preservación y/o creación de otros modos de vida. Toda celebración de la diferencia y de la particularidad que ignore la operación de las estructuras transnacionales de la geopolítica y de la acumulación capitalista no puede sino contribuir a legitimar las dinámicas globales de este sistema-mundo e invisibilizar la operación continuada de la guerra cultural colonial e imperial dirigida a la subordinación de toda diferencia y de toda autonomía (Castro Gómez, 2000).
Articulado a los mitos anteriores, está el mito de una sociedad sin intereses, sin estrategias, sin relaciones de poder, sin sujetos. En esta invisibilización de los sujetos y sus acciones estratégicas coinciden el neoliberalismo y vertientes significativas del pensamiento posmoderno (Lander, 1996). Es el mundo del fin de la política, la Historia, y las oposiciones y conflictos ideológicos. Sintetiza todos los mitos anteriores y reafirma así la naturalización y objetivación de la sociedad del mercado total.
Este mito de la sociedad que opera sin sujetos capaces de imponer sus proyectos estratégicos obvia, como veremos más adelante, el extraordinario papel que tiene y siempre ha tenido el Estado en la sociedad capitalista. Pero igualmente distorsiona en forma radical la naturaleza y los modos de operación del mercado en la sociedad contemporánea, en particular lo que constituye hoy su dimensión definitoria: su carácter oligopólico. Característica en este sentido es la argumentación de Hayek cuando, en su polémica contra toda reivindicación de equidad y de justicia social[4], afirma que no se puede cuestionar la justicia de los resultados que produce el mercado ya que éstos no son el producto de la voluntad humana, sino de la operación de fuerzas impersonales y espontáneas (Hayek, 1983, 141). Este mítico “orden espontáneo” tiene poco que ver con un mundo en el que de las 100 más grandes economías del mundo, 51 son corporaciones y 49 son países (Anderson y Cavanagh, 2000), existen altos grados de concentración oligopólica en prácticamente todas las industrias más importantes (Grupo de Acción Sobre Erosión, Tecnología y Concentración, 2001) y estas corporaciones son, conjuntamente con los gobiernos de los países más ricos, las fuerzas principales detrás del diseño del orden jurídico e institucional de la globalización[5].
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[1] De acuerdo con Friedrich A. Hayek, los pobres se benefician del incremento en la desigualdad, ya que ésta permite que los ricos aumenten la inversión que es clave para la eliminación de la pobreza. “El rápido progreso económico con que contamos parece ser en una gran medida el resultado de la (…) desigualdad y resultaría imposible sin ella” (Hayek, 1975). “Una economía exitosa depende de la proliferación de los ricos”, citado por Waligorski (1990, 88).
[2] Sobre la economía capitalista como un orden cultural, como una forma de “producir sujetos humanos”, ver Escobar (1995, 59).
[3] La investigación empírica en los campos de la sociología, de la ciencia y de la tecnología documenta ampliamente que la ciencia (y la tecnología), “lejos de ser una actividad autónoma, regida por leyes propias, está determinada, en sus mismos productos, por factores sociales” (Vessuri, 1989). Ver igualmente: Lander (1994); MacKenzie y Wajcman (1985); Knorr-Cetina y Mulkey (1983).
[4] Según Hayek, la justicia social “… es en la actualidad probablemente la más grave amenaza a la mayor parte de los otros valores de una civilización libre”. Economic Freedom and Representative Government, Occasional Paper n° 39. Londres, Institute of Economic Affairs, 1973, p. 13, citado por Waligorski (1990, 135).
[5] De la amplísima literatura sobre el poder de las empresas transnacionales en la sociedad global contemporánea, se puede consultar lo siguiente: Wallach y Sforza (1999); Barnet y Cavanagh (1994); Korten (1995); y Lander (1998).
Extraído de “La utopía del mercado total y el poder imperial” de Edgardo Lander publicado en la Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol. 8, núm. 2, mayo-agosto, 2002


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La utopía del mercado total y el poder imperial

La utopía del mercado total y el poder imperial
Edgardo Lander

El pensamiento utópico, como horizonte normativo, hace posible concebir la realidad social como momento histórico superable, imaginar que el mundo podría ser de otra manera. Nos permite pensar que, a pesar de las tendencias que apuntan con fuerza en dirección contraria, y aunque las alternativas no están garantizadas, éstas son posibles y por ello vale la pena reflexionar y actuar en función de la construcción de una vida mejor para las grandes mayorías, una vida más democrática, más equitativa, más solidaria, más fraterna, más compatible con la preservación de la vida en el planeta Tierra.

Tanto el pensamiento crítico, en su más amplia gama de perspectivas, como las luchas sociales de los oprimidos siempre han tenido una dimensión utópica. Esta consiste en la reivindicación de la libertad humana, en negarse tercamente a reconocer la inexorabilidad de lo existente, a pesar del realismo que pretenden siempre imponer los poderes dominantes.

En los últimos lustros, en particular a partir del año 1989, se ha venido celebrando la llegada de una nueva era, una era más allá de las utopías, más allá de los metarrelatos históricos, más allá de las ideologías y de la política. Se trata de un discurso conservador que a partir de las extraordinarias derrotas que sufrieron en las últimas décadas las fuerzas democráticas y populares en todo el planeta, pretende la congelación de las desigualdades políticas y sociales del presente y la negación de toda posibilidad de pensamiento utópico como instrumento crítico, como visualización de la posibilidad de alternativas al orden existente.

Para pensar y actuar políticamente en función de la utopía de democracia, equidad, diversidad y solidaridad a la cual aspiramos, es indispensable el recordar que no estamos solos en el campo de juego. Es indispensable partir de la comprensión del hecho de que lo que para unos puede ser una utopía, es para otros necesariamente, la anti-utopía, el peor de los mundos posibles. Es necesario que reconozcamos que nos enfrentamos no sólo a una realidad  histórica, sino igualmente, a otras utopías, a otros proyectos de construcción de futuro que apuntan en una dirección divergente a la de la utopía democrática.
A pesar de su reiterada crítica al pensamiento utópico, en el pensamiento liberal y neoliberal contemporáneo, no ha desaparecido el pensamiento utópico, no se ha colocado la filosofía de la historia en el cajón de los recuerdos, ni se ha abandonado la metanarrativa del progreso universal en su marcha inexorable hacia la sociedad de la abundancia y la libertad.
Hoy tiende a imponerse globalmente, tanto ideológicamente como en términos fácticos, una potente utopía de construcción de futuro que podemos llamar la utopía del mercado total.

No se trata de un inocuo imaginario abstracto, sino del diseño de un orden global que -en continuidad fundamental con la organización colonial-imperial del mundo moderno- cuenta con los más poderosos dispositivos comunicacionales, políticos, económicos y, con frecuencia creciente, militares del planeta. El propósito de este texto es explorar las características básicas de la apuesta de reafirmación del presente y construcción de futuro de esa la  utopía (¿anti-utopía?) del mercado total, así como sus principales mitos y falacias, tal como éstos se expresan tanto en sus afirmaciones explícitas como en aquello que silencia u oculta.

I. La sociedad del mercado total
¿Qué podemos entender por utopía del mercado total? ¿Cuáles son sus dimensiones básicas? La utopía del mercado total es el imaginario de acuerdo al cual los criterios de asignación de recursos y de toma de decisiones por parte del mercado conducen al máximo del bienestar humano y que por ello es tanto deseable como posible la reorganización de todas las actividades humanas de acuerdo a la lógica del mercado. Es tanto un imaginario de futuro, como un proceso de diseño/construcción del mundo de la llamada era de la globalización. La utopía del mercado total no es simplemente un modelo económico, (lo que ha sido llamado una economía de mercado), es la extensión de la lógica de la racionalidad del mercado a todos los ámbitos de la vida colectiva. Es esto lo que Polanyi  llamó la sociedad de mercado, que para él : "... quiere decir nada menos que el funcionamiento de la sociedad se da como un apéndice del mercado. En lugar de estar la economía enmarcada en las relaciones sociales, las relaciones sociales están enmarcadas en el sistema económico.”1 La expansión de la lógica del mercado es un proceso de penetración y subordinación de todas las actividades, recursos, territorios y poblaciones que hasta el presente no habían estado plenamente sometidos. Esto implica que los criterios del mercado (rendimiento, competitividad, eficacia, y sus diversas y cambiantes normas de gestión -como la calidad total- se extienden progresivamente hasta convertirse en normas consideradas como legítimas para juzgar las bondades relativas de las decisiones y acciones en cada uno de los ámbitos de la vida individual y colectiva. En este proceso, cada una de estas actividades es transformada profundamente. Se trata de un modelo cultural totalizante y totalitario. Algunos ejemplos son suficientes para ilustrar estas tendencias. En primer lugar cabe destacar las transformaciones de la teoría y la práctica de lo político y de la política que ha venido ocurriendo en todo el mundo como consecuencia del colapso de los regímenes socialistas, la crisis de los Estados de bienestar social y la generalización de reformas políticas y económicas liberalizadoras en todo el planeta. Los procesos de privatización de actividades que hasta recientemente se consideraban como propias del ámbito de lo público avanzan con fuerza,  tanto en los países del centro como en el mundo periférico. Estas transformaciones de lo público en privado responden tanto al dogma ideológico neoliberal (de acuerdo a los cuales el mercado es portador de eficiencia y libertad mientras el Estado es ineficiente y representa una amenaza a la libertad), como a una exigencia de un capital especulativo que crece sin cesar y va requiriendo cada vez nuevos ámbitos para su inversión/valorización.

En palabras de Franz Hinkelammert:
Cualquier actividad humana tiene que ser transformada en una esfera de inversión del capital, para que el capital especulativo pueda vivir; las escuelas, los jardines infantiles, las universidades, los sistemas de salud, las carreteras, la infraestructura energética, los ferrocarriles, el correo, las telecomunicaciones, los otros medios de comunicación, etc. Inclusive la policía, la función legislativa y el mismo gobierno, se pretende transformarlas en esfera de inversión de estos capitales.2

No se trata simplemente de un cambio de la "ineficacia y corrupción" estatales por la "transparencia y eficiencia" de la gestión privada, sino de profundas transformaciones de la esfera pública que en la medida en que reducen el espacio de la ciudadanía, amplían el de los clientes y consumidores. Otro ámbito que hasta relativamente pocos lustros se suponía que debía regirse por criterios diferentes a la lógica de la rentabilidad mercantil, es el de la vida universitaria y en general los procesos de producción de conocimiento científico. La proliferación de institutos de educación y universidades privadas en todo el continente latinoamericano con fines estrictamente mercantiles, y las tendencias crecientes al cobro de matrícula en las universidades públicas, no constituyen sino la parte más visible de cambios que están alterando radicalmente las condiciones de la producción del conocimiento en escala global. La imposición de criterios de evaluación del rendimiento académico basado en exigencias de competitividad y productividad individualizada está produciendo transformaciones ampliamente reconocidas en la cultura académica.

1. Karl Polanyi, The Great Transformation. The Political and Economic Origins of Our Times, Beacon Press, Boston, 1944, p. 57.
2. El nihilismo al desnudo. Los tiempos de globalización, LOM ediciones, Santiago, 2001, p. 15. 3. Teresa Pacheco y Angel Díaz Barriga, Evaluación académica, Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM y FCE, México, 2000.