La utopía del mercado total y el poder imperial
Edgardo Lander
Edgardo Lander
El pensamiento utópico, como horizonte normativo, hace posible concebir la realidad social como momento histórico superable, imaginar que el mundo podría ser de otra manera. Nos permite pensar que, a pesar de las tendencias que apuntan con fuerza en dirección contraria, y aunque las alternativas no están garantizadas, éstas son posibles y por ello vale la pena reflexionar y actuar en función de la construcción de una vida mejor para las grandes mayorías, una vida más democrática, más equitativa, más solidaria, más fraterna, más compatible con la preservación de la vida en el planeta Tierra.
Tanto el pensamiento crítico, en su más amplia gama de perspectivas, como las luchas sociales de los oprimidos siempre han tenido una dimensión utópica. Esta consiste en la reivindicación de la libertad humana, en negarse tercamente a reconocer la inexorabilidad de lo existente, a pesar del realismo que pretenden siempre imponer los poderes dominantes.
En los últimos lustros, en particular a partir del año 1989, se ha venido celebrando la llegada de una nueva era, una era más allá de las utopías, más allá de los metarrelatos históricos, más allá de las ideologías y de la política. Se trata de un discurso conservador que a partir de las extraordinarias derrotas que sufrieron en las últimas décadas las fuerzas democráticas y populares en todo el planeta, pretende la congelación de las desigualdades políticas y sociales del presente y la negación de toda posibilidad de pensamiento utópico como instrumento crítico, como visualización de la posibilidad de alternativas al orden existente.
Para pensar y actuar políticamente en función de la utopía de democracia, equidad, diversidad y solidaridad a la cual aspiramos, es indispensable el recordar que no estamos solos en el campo de juego. Es indispensable partir de la comprensión del hecho de que lo que para unos puede ser una utopía, es para otros necesariamente, la anti-utopía, el peor de los mundos posibles. Es necesario que reconozcamos que nos enfrentamos no sólo a una realidad histórica, sino igualmente, a otras utopías, a otros proyectos de construcción de futuro que apuntan en una dirección divergente a la de la utopía democrática.
A pesar de su reiterada crítica al pensamiento utópico, en el pensamiento liberal y neoliberal contemporáneo, no ha desaparecido el pensamiento utópico, no se ha colocado la filosofía de la historia en el cajón de los recuerdos, ni se ha abandonado la metanarrativa del progreso universal en su marcha inexorable hacia la sociedad de la abundancia y la libertad.
Hoy tiende a imponerse globalmente, tanto ideológicamente como en términos fácticos, una potente utopía de construcción de futuro que podemos llamar la utopía del mercado total.
No se trata de un inocuo imaginario abstracto, sino del diseño de un orden global que -en continuidad fundamental con la organización colonial-imperial del mundo moderno- cuenta con los más poderosos dispositivos comunicacionales, políticos, económicos y, con frecuencia creciente, militares del planeta. El propósito de este texto es explorar las características básicas de la apuesta de reafirmación del presente y construcción de futuro de esa la utopía (¿anti-utopía?) del mercado total, así como sus principales mitos y falacias, tal como éstos se expresan tanto en sus afirmaciones explícitas como en aquello que silencia u oculta.
I. La sociedad del mercado total
¿Qué podemos entender por utopía del mercado total? ¿Cuáles son sus dimensiones básicas? La utopía del mercado total es el imaginario de acuerdo al cual los criterios de asignación de recursos y de toma de decisiones por parte del mercado conducen al máximo del bienestar humano y que por ello es tanto deseable como posible la reorganización de todas las actividades humanas de acuerdo a la lógica del mercado. Es tanto un imaginario de futuro, como un proceso de diseño/construcción del mundo de la llamada era de la globalización. La utopía del mercado total no es simplemente un modelo económico, (lo que ha sido llamado una economía de mercado), es la extensión de la lógica de la racionalidad del mercado a todos los ámbitos de la vida colectiva. Es esto lo que Polanyi llamó la sociedad de mercado, que para él : "... quiere decir nada menos que el funcionamiento de la sociedad se da como un apéndice del mercado. En lugar de estar la economía enmarcada en las relaciones sociales, las relaciones sociales están enmarcadas en el sistema económico.”1 La expansión de la lógica del mercado es un proceso de penetración y subordinación de todas las actividades, recursos, territorios y poblaciones que hasta el presente no habían estado plenamente sometidos. Esto implica que los criterios del mercado (rendimiento, competitividad, eficacia, y sus diversas y cambiantes normas de gestión -como la calidad total- se extienden progresivamente hasta convertirse en normas consideradas como legítimas para juzgar las bondades relativas de las decisiones y acciones en cada uno de los ámbitos de la vida individual y colectiva. En este proceso, cada una de estas actividades es transformada profundamente. Se trata de un modelo cultural totalizante y totalitario. Algunos ejemplos son suficientes para ilustrar estas tendencias. En primer lugar cabe destacar las transformaciones de la teoría y la práctica de lo político y de la política que ha venido ocurriendo en todo el mundo como consecuencia del colapso de los regímenes socialistas, la crisis de los Estados de bienestar social y la generalización de reformas políticas y económicas liberalizadoras en todo el planeta. Los procesos de privatización de actividades que hasta recientemente se consideraban como propias del ámbito de lo público avanzan con fuerza, tanto en los países del centro como en el mundo periférico. Estas transformaciones de lo público en privado responden tanto al dogma ideológico neoliberal (de acuerdo a los cuales el mercado es portador de eficiencia y libertad mientras el Estado es ineficiente y representa una amenaza a la libertad), como a una exigencia de un capital especulativo que crece sin cesar y va requiriendo cada vez nuevos ámbitos para su inversión/valorización.
En palabras de Franz Hinkelammert:
Cualquier actividad humana tiene que ser transformada en una esfera de inversión del capital, para que el capital especulativo pueda vivir; las escuelas, los jardines infantiles, las universidades, los sistemas de salud, las carreteras, la infraestructura energética, los ferrocarriles, el correo, las telecomunicaciones, los otros medios de comunicación, etc. Inclusive la policía, la función legislativa y el mismo gobierno, se pretende transformarlas en esfera de inversión de estos capitales.2
Cualquier actividad humana tiene que ser transformada en una esfera de inversión del capital, para que el capital especulativo pueda vivir; las escuelas, los jardines infantiles, las universidades, los sistemas de salud, las carreteras, la infraestructura energética, los ferrocarriles, el correo, las telecomunicaciones, los otros medios de comunicación, etc. Inclusive la policía, la función legislativa y el mismo gobierno, se pretende transformarlas en esfera de inversión de estos capitales.2
No se trata simplemente de un cambio de la "ineficacia y corrupción" estatales por la "transparencia y eficiencia" de la gestión privada, sino de profundas transformaciones de la esfera pública que en la medida en que reducen el espacio de la ciudadanía, amplían el de los clientes y consumidores. Otro ámbito que hasta relativamente pocos lustros se suponía que debía regirse por criterios diferentes a la lógica de la rentabilidad mercantil, es el de la vida universitaria y en general los procesos de producción de conocimiento científico. La proliferación de institutos de educación y universidades privadas en todo el continente latinoamericano con fines estrictamente mercantiles, y las tendencias crecientes al cobro de matrícula en las universidades públicas, no constituyen sino la parte más visible de cambios que están alterando radicalmente las condiciones de la producción del conocimiento en escala global. La imposición de criterios de evaluación del rendimiento académico basado en exigencias de competitividad y productividad individualizada está produciendo transformaciones ampliamente reconocidas en la cultura académica.
1. Karl Polanyi, The Great Transformation. The Political and Economic Origins of Our Times, Beacon Press, Boston, 1944, p. 57.
2. El nihilismo al desnudo. Los tiempos de globalización, LOM ediciones, Santiago, 2001, p. 15. 3. Teresa Pacheco y Angel Díaz Barriga, Evaluación académica, Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM y FCE, México, 2000.
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