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sábado, 26 de octubre de 2013

EPISTEMOLOGÍA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA TEORÍA LIBERAL MONETARISTA


Idana Beroska Rincón Soto 
investigacion.i@hotmail.com
Oscar Torres Yarzagaray 
 Universidad del Zulia 

 Resumen 

El presente articulo analiza el pensamiento económico desde sus raíces epistémicas de la corriente liberal monetarista. Dado que el monetarismo se considera como la rama del pensamiento económico que se ocupa de los efectos del dinero sobre la economía en general, lo que ha definido al monetarismo como la tendencia que enfatiza el papel del gobierno en controlar la cantidad circundante, esta corriente se origina a partir de la teoría neoclásica o síntesis neoclásica propuesta por Samuelson. En ese sentido, la idea monetarista básica consiste en analizar en conjunto la demanda total de dinero y la oferta monetaria. Bajo un enfoque descriptivo, analítico, explicativo, metodológicamente se aborda el conocimiento relacionado a la teoría neoliberal y en retrospectiva y en prospectiva definir la visión del enfoque y sus aportes a las ciencias económicas

Palabras clave: epistemología, pensamiento económico, teoría liberal, monetarismo. 

Rincón Soto, I. y Torres Yarzagaray, O.: "Epistemología del pensamiento económico en la teoría liberal monetarista" ,en Contribuciones a la Economía, julio 2013, en  

Antecedentes históricos contextuales del monetarismo 

La historia del dinero se ha dividido entre los que están de acuerdo con la Teoría Cuantitativa, la determinación de los precios de las mercancías por la cantidad de dinero- y los que no la comparten. El dinero históricamente está asociado a las mercancías, él es una mercancía, pero peculiar, es un equivalente general y una medida de los valores en el que las demás mercancías se relacionan, se comparan, y se realizan. Para Marx el dinero es como cualquier otra mercancía y lo analiza no como una cosa sino como una relación social entre productores, consumidores y poseedores. Desde el siglo XVII, se ha discutido la elevación de precios, se le asoció al ingreso masivo de oro y de plata provenientes de las Américas (Rodríguez, 2005). 

Según el autor referido, los llamados cuantitativistas relacionaban de manera directa la cantidad de oro con los precios de las mercancías. Autores como Locke, Hume, Cantillon, Steuart, entre otros precursores de la economía política, manifestaron posiciones sobre el circulante y su efecto en los precios. 

Para la economía clásica y neoclásica la cantidad de dinero determina el aumento de precios de las mercancías, el dinero es importante para la producción, el ingreso y los precios. Keynes, formuló nuevas medidas de política económica que ubicaron las teorías monetarias y al dinero en un segundo plano. Fue tan grande la influencia de las nuevas teorías que desplazó al monetarismo tradicional. La economía de tipo keynesiana tenía nuevos instrumentos que contribuían a resolver problemas y a desarrollar el sistema económico. El monetarismo con su énfasis en la cantidad de dinero y la inflación no tuvo cabida más que de manera subordinada en la política económica y en pequeños círculos académicos (Blanchard, 2006). 

Fue en esas discusiones y trabajos académicos que la teoría monetarista se renovó y se fortaleció con los resultados empíricos de sus seguidores. Después de un periodo de desgracia de la teoría cuantitativa del dinero, la de Hume y la de Fisher, empezó de nuevo a acreditarse al explicar fenómenos reales. Milton Friedman abanderó, con una nueva formulación de la teoría, el embate de los monetaristas contra la teoría dominante. Trabajos teóricos y empíricos dieron sustento al nuevo monetarismo de tipo friedmano (Roca, 2012). 

La ciencia económica moderna empezó con la crítica liberal del proteccionismo. Desde entonces, los economistas se dividen entre liberales y proteccionistas. Cada corriente ha dominado algún periodo, dependiendo de las condiciones; es decir, que las viejas teorías recuperan su vigor y aplicabilidad para influir en un nuevo dinamismo del capitalismo. Así sucedió en los últimos veinte años cuando el antiguo liberalismo, ahora nuevo o neoliberalismo, fue adoptado por las elites gobernantes y por los economistas; lo mismo sucedió unos pocos años antes, cuando se descartó al liberalismo clásico decimonónico, para dar prioridad a una política relativamente proteccionista e intervencionista de parte del Estado. 

Según Roca, 2012 junto con el viejo y el nuevo liberalismo económico se encuentra la orientación monetarista; son siameses, ya que los neoliberales han asumido, en la lucha contra los aumentos de precios del siglo XIX y la inflación moderna, una política de disminución del ritmo de crecimiento de la oferta monetaria. Contrariamente, los intervencionistas de tipo keynesiano –corriente propia de mitad del siglo XX- crean la política fiscal, desprecian la utilidad de la política monetaria y regulan la mano invisible. 

En los últimos veinte años del siglo XIX, se puso a la orden del día la discusión entre librecambistas y proteccionistas en Estados Unidos. Engels afirmaba en 1886: “Si Norteamérica introduce el librecambio, estoy seguro de que en diez años habrá alcanzado a Inglaterra en el mercado mundial”. En 1926, el economista inglés de formación liberal clásica John Maynard Keynes veía “el final del laissez-faire”: “todavía ahora, afirmaba, no bailamos otro ritmo. Pero se percibe un cambio en el ambiente”; diez años después publicaría un libro que contribuiría poderosamente a transformar la economía, al sentar las bases teóricas de un sistema intervencionista y proteccionista. 

 En la segunda mitad del siglo XX, se reconoce en amplios círculos, académicos, políticos y sociales, a Milton Friedman, un economista liberal ya connotado, como el representante del librecambio en su versión llamada neoliberalismo; aunque es justo señalar que el más firme y empecinado liberal fue, desde mucho antes que Friedman, el austriaco. 

Por su parte, Friedrich A. Hayek, en la primera mitad de la década de 1940, percibía “un cambio de perspectiva” y de abandono de las ideas liberales, del individualismo, del laissez-faire y de la propiedad privada por las ideas socialistas, por la propiedad colectivista, por el proteccionismo comercial y por la intervención del Estado (Hayeck, 1950:48).

El monetarismo y su corriente de pensamiento 

El monetarismo se considera como la rama del pensamiento económico que se ocupa de los efectos del dinero sobre la economía en general. El monetarismo ha sido definido como “la tendencia que enfatiza el papel del gobierno en controlar la cantidad circundante. Se origino a partir de la teoría neoclásica o síntesis neoclásica propuesta por Samuelson, Los monetaristas establecieron algunas ideas como: negación y rechazo a la obra de Keynes debido a la inflación, a medida que evoluciona la economía se observa un crecimiento en la cantidad de dinero circulante, sostiene que el Estado no utiliza bien los recursos que posee y gasta lo que recauda. 

Milton Friedman publica el libro Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo económico en 1979. Es el desarrollo de un libro anterior de 1962, Capitalismo y Libertad, que al igual que muchos otros trabajos no tuvieron demasiado eco en aquella época. Pero en la década de 1980 el nuevo libro se convirtió en la Biblia de los liberales antiestatistas y transformó a muchos legos y profesionales al nuevo liberalismo. El libro Libertad de Elegir “trata el sistema político de un modo simétrico al económico. Ambos se consideran mercados en los que el resultado se determina a través de la interacción de personas que persiguen sus propios intereses individuales (entendidos con un criterio amplio) en vez de los objetivos sociales que los participantes juzgan ventajoso enunciar” Friedman, 1980. No obstante, el liberalismo económico de Friedman es el mismo de Adam Smith y La Riqueza de las Naciones. En tanto, el liberalismo político es tomado de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, escrita por Thomas Jefferson, y, también, inspirado en el libro Sobre la Libertad de John Stuart Mill.

Según Roca, 2012, en el “nuevo liberalismo económico” Friedman establece los siguientes fundamentos monetaristas: 
a. Es la adaptación de las anteriores fuentes clásicas a la situación contemporánea. 
b. Es el laissez-faire y la libertad política del ciudadano decimonónico aplicado a las postrimerías del siglo XX. 
c. Es el énfasis en la “relación simétrica” entre la libertad económica y política: “la libertad económica es un requisito esencial de libertad política”. 
d. Es la recuperación de la función clásica del Estado en sus tres deberes definidos por Smith, más un cuarto deber que agrega Friedman: “proteger a los miembros de la comunidad que no se pueden considerar como individuos responsables”. 
e. Es “el punto de vista de que el papel del Estado consiste en servir de árbitro para impedir que los individuos luchen entre sí” y no “del Estado como padre que tiene el deber de obligar a algunos a ayudar a otros”. 
f. Es impedir que un Estado más intervencionista destruya “tanto la prosperidad que debemos al sistema de libre mercado como la libertad humana” 
g. Es el poder del mercado libre y la eficacia de los precios como mecanismo de información y de asignación, en vez del Estado omnipresente, planificador, autoritario, centralizador, interventor, protector, obstaculizador y reglamentador social. 
h. Es la “mano invisible” de Smith, pero con una “visión más amplia”, no es la “angosta interpretación del concepto de interés personal como egoísmo miope, como exclusivo interés por las ganancias materiales inmediatas”, no es el “hombre económico” considerado “una máquina calculadora”; la nueva mano invisible que “engloba todo cuanto interesa a los participantes en la vida económica, todo lo que valoran, los objetivos que persiguen”. 
 i. Es el capitalismo de economía de libre mercado contra el comunismo de cualquier signo. 

Las teorías económicas forman escuelas con sus seguidores, epígonos, críticos, exegetas; la matriz teórica, que a su vez es producto de muchos trabajos e ideas anteriores, crea y desarrolla corrientes que van a dar nombre a otras escuelas. Así fue con la economía clásica de Adam Smith, que le sucedió el ricardianismo, los socialistas ricardianos, los marxistas, los economistas vulgares y los marginalistas, como los principales exponentes y críticos. Lo mismo sucedió con Keynes y su Teoría general, que dio origen a los keynesianos ortodoxos, a los poskeynesianos, a los neokeynesianos, a la síntesis neoclásica, a la nueva economía keynesiana. 

La escuela monetarista liberal que se remonta desde John Locke y David Hume en el siglo XVII ha acogido en su seno a prominentes portavoces. A partir de la década de 1950 el monetarismo liberal se ha identificado con Friedman y de él, y los antecedentes históricos, han surgido corrientes de gran influencia en los medios académicos y gubernamentales en las últimas tres décadas como son las expectativas racionales y la teoría del control de la oferta. Pero por otra parte, por camino propio, manteniendo coincidencias y diferencias, siempre estuvo presente, desde la década de 1920, la corriente más fundamentalista, la de Hayek (Rodríguez, 2005).

Para Hayek los “monetaristas” son la corriente comandada por Milton Friedman, “el máximo representante”. Define a esta corriente por la afirmación de que “la inflación se debe única y exclusivamente a la expansión monetaria arbitrada por nuestros gobernantes”, tesis que Hayek considera incontrovertible, aunque expresa algunas diferencias. Agrega a la anterior causa de la inflación las presiones de los sindicatos y otros grupos monopólicos, como el cártel del petróleo, que obligan a los gobiernos a adoptar políticas inflacionistas. Friedman no comparte estas causas, que para él son efectos del gasto público inflacionario (Rodríguez, 2005). 

En el punto de la teoría monetaria, Hayek critica a los monetaristas y a los keynesianos por enfocar “el problema macroeconómicamente, mientras yo sostengo que la teoría monetaria en forma alguna necesita ese enfoque, aun cuando no pueda olvidar por completo el concepto macroeconómico”, y prefiere “la alternativa microeconómica […] que se basa en la construcción de modelos”. Hayek expresa diferencias con respecto a la teoría cuantitativa del dinero, base del monetarismo, por ser “simplista en exceso”, ya que no analiza el problema en toda su complejidad”; la principal objeción que hace Hayek a dicha teoría es que “dada su índole macroeconómica, se fija solamente en el nivel general de precios y adolece de consustancial incapacidad para descubrir los efectos que sobre la relativa estructura de los precios produce una expansión de los medios de pago disponibles. No contempla, por ello, las consecuencias más graves del proceso inflacionario: la mala inversión de recursos y la generación del correspondiente paro laboral”; pese estas “reservas teóricas”, Hayek considera que “para la mayor parte de las aplicaciones de índole práctica es útil dejarse guiar por esta simplificada versión”. Se refiere a la versión neoclásica de Fischer citado por Rodríguez, 2005. 
Otra diferencia importante de Hayek con Friedman es la llamada “regla monetaria” en que el Banco central está obligado a una tasa de crecimiento del circulante de 3-5% anual. Hayek no confía en que sea “posible privar a las autoridades monetarias de todos sus poderes discrecionales con sólo fijarles la cantidad del incremento dinerario que deben y pueden añadir a la circulación cada año”; cree que se debe dar cierta discrecionalidad “para garantizar la convertibilidad de todos los tipos de cuasidinero en dinero real, cosa necesaria si queremos evitar serias crisis de liquidez o pánicos”. En lo que sí está de acuerdo es que “debemos intentar lograr un sistema más o menos automático que en tiempos ordinarios regule la cantidad dineraria”, aunque no porque las autoridades estén controladas por ley sino porque en principio ellas deben buscar tal regulación (Roca, 2012). 

Mientras Friedman es un defensor del tipo de cambio flexible, Hayek lo es por el sistema de cambios fijos. Se opone a los tipos flotantes porque fomenta la política inflacionaria. Propone los tipos fijos debido a que éstos “constituyen el freno necesario, prácticamente irremplazable, para obligar a los políticos y a las autoridades monetarias a que mantengan una moneda estable” y por tanto afirma que sólo con paridades fijas se puede lograr a largo plazo un sistema de estabilidad internacional. También difiere en cuanto la indexación de precios. Friedman propone una especie de escala móvil de precios. Para Hayek es un “remedio parcial” para algunos de los síntomas de la inflación, que “debilitaría probablemente la resistencia ante la inflación, prolongándola y aumentándola, por consiguiente, y a la larga aumentaría considerablemente el daño ocasionado y el sufrimiento producido acarreando desempleo” (Roca, 2012). 

La teoría monetarista liberal se convirtió en teoría de Estado; reconocen la relación entre participación del Estado, déficit fiscal, incremento del circulante, inflación, inestabilidad, sobrevaloración del tipo de cambio, devaluación, inflación, alza en las tasas de interés, crisis productiva, desempleo, disminución de la inflación.

La afirmación multicitada de Friedman: “el hecho fundamental es que la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario” es el dogma monetarista convertido en ortodoxia. De acuerdo a una de las interpretaciones que se hace del análisis marxista del dinero una parte de ese enunciado es cierta: el excesivo circulante moderno, el dinero de curso obligatorio sin respaldo metálico, produce inflación. En esto los monetaristas han tenido la razón y ha sido suficiente para que la teoría gane adeptos. Friedman, 1980. El monetarismo, y el neoliberalismo, demostraron su utilidad, su necesidad y racionalidad en este periodo de estancamiento productivo e inestabilidad monetaria y cambiaria. Los resultados son el alejamiento del Estado de tipo keynesiano, el fortalecimiento de las empresas (sobre todo en un primer momento del capital financiero) y el mercado libre, la globalización, la disminución y el control de la inflación, la recuperación de las ganancias, la derrota y la disciplina (en términos marxistas) de la clase obrera, en fin el cambio de relaciones de fuerzas entre las clases sociales. 

Friedman fue el pionero, monetarista que propuso resolver los problemas de inflación limitando el crecimiento de la oferta monetaria a una tasa constante y moderada. Economista empírico, era especialista en estadística y econometría. Defensor del libre mercado, fue el más conocido líder de la Escuela de Chicago debido, en parte, a que sus escritos son muy fáciles de leer por el hombre de la calle. Se opuso al keynesianismo en el momento de máximo apogeo de éste, en los años cincuenta y sesenta (Blanchard, 2006). 

Su explicación de la demanda de dinero (1956) es bastante más elegante, completa y contrastable que muchas anteriores. Para Friedman, la demanda de dinero es función de la proporción entre la riqueza humana y no humana, el tipo de interés nominal, la inflación esperada, el nivel de precios real, la función de preferencia del dinero ante otros bienes y, naturalmente, de la renta. Pero a diferencia de Keynes, Friedman, más centrado en dar una explicación a largo plazo, considera la renta permanente; es decir, el valor actualizado a fecha actual de los capitales futuros originados de un stock de riqueza dado. Stock que engloba no sólo aspectos cuantitativos o materiales, sino también (Friedman, 1980).

Otro gran aporte de Friedman es la revisión de curva de Phillips, de inspiración keynesiana, que relaciona inversamente niveles de paro e inflación. Considera Friedman que el paro sería voluntario de no ser por la existencia de una tasa de paro natural, la NAIRU (non accelerating inflation rate of unemployment), consecuencia de las limitaciones impuestas por gobiernos y otras instituciones públicas. Un ejemplo de ello es la prohibición de ciertos tipos de contratos. Cuando un gobierno intenta disminuir el paro por debajo de esa tasa natural mediante políticas monetarias muy expansivas, a corto plazo puede conseguirlo. Pero los agentes económicos se acaban dando cuenta de que, si con iguales salarios hay inflación, ven menguada su capacidad de adquisición de bienes y servicios (Roca, 2012). 

De tal modo que descuentan ese efecto, y en la próxima revisión de sus contratos elevarán sus salarios al alza, lo que incita a un nivel de paro mayor. Por tanto, no se logra reducir la tasa de paro de partida, y además se produce una variación mayor del nivel de precios. Así, todo intento sistemático por parte de los gobiernos de reducir el paro acaba creando inflación sin resolver el desempleo. Incluso puede haber un punto a partir del cual la curva de Phillips se torne en una curva de pendiente positiva, de tal modo que paro e incremento de inflación estén ligados. Eso sucedió en las crisis del petróleo de los años 70, situación que la teoría keynesiana era incapaz de explicar (Rodríguez, 2005). 

En consecuencia, el éxito de la intervención de los gobiernos es muy limitado, y lo que deben de hacer es eliminar las restricciones que impiden que la tasa de paro natural se instale en una cota más reducida. Con este análisis Friedman consiguió tres importantes logros. El primero de ellos, dar una explicación anticipada a lo que después sucedería con las crisis del petróleo. El segundo, demostrar que la política monetaria tiene efectos reales (sobre el empleo) a corto plazo, pero a largo plazo sólo tiene efectos nominales (sobre los precios). El tercero, sentar las bases de posteriores desarrollos basados en la hipótesis de expectativas racionales, y no adaptativas como hasta entonces. Este tema es algo en lo que trabajó mucho su colaborador Edmun S. Phelps que, treinta años después de Friedman, también fue premiado con el Nobel. De manera que, a pesar del tiempo transcurrido, la validez del razonamiento de Friedman sigue estando muy vigente. 

Friedman consideraba que, al igual que una política monetaria expansiva puede crear crisis económicas, una política restrictiva también puede ser perjudicial, mediante una deflación de precios. Así lo puso de manifiesto en 1963 cuando publicó, junto a Anna Schwartz, un voluminoso tomo llamado “A Monetary History of the United States, 1897-1958”. Donde argumenta que la Gran Depresión fue consecuencia de la implantación de políticas equivocadas por parte de la Reserva Federal (Stanley et al., 2008).

En suma, Friedman como defensor de la libertad individual, propugnó medidas de corte liberal. Una de ellas fue el establecimiento del bono educativo, en la idea de incentivar la demanda educativa según las preferencias de los padres. Propuso la flexibilización de precios, desregulaciones y privatizaciones, sistemas de pensiones individualizadas, la legalización del consumo de drogas y de la prostitución. Defendió la abolición del servicio militar obligatorio, de los salarios mínimos y del seguro social. En el terrero fiscal ideó el impuesto sobre la renta negativo, de tal modo que se subvencionara a las rentas más bajas. Se equivocó al augurar que el euro jamás llegaría a existir, y cuando dijo que la Unión Monetaria ya conseguida aguantaría pocos años. 

 Los monetaristas en general aceptan la idea de que la política monetaria puede, por lo menos, tener efectos a corto plazo sobre la producción (incrementándola) y los precios a un plazo más largo (aumentándolos).Por otra parte, si los monetaristas se limitaran a afirmar que existe una relación proporcional entre la oferta monetaria y el nivel general de precios a largo plazo, la mayoría de los economistas aceptarían esta idea, siempre que el periodo a largo plazo sea lo bastante prolongado y otras variables —como el tipo de instituciones financieras existentes— se mantuvieran constantes. Consecuentemente el monetarismo ha sido definido como «la tendencia que enfatiza el papel del gobierno en controlar la cantidad del circulante. Es la visión en la economía monetaria qué variaciones en la oferta monetaria tienen gran influencia en el producto nacional en el corto plazo y sobre el nivel de precios en el largo, y que los objetivos de la política monetaria se obtienen mejor a través del control de la oferta monetaria.

Consideraciones finales

Las corrientes monetaristas mencionadas, plantean firmemente que la cantidad de dinero está relacionada con la inflación; en esta idea coinciden los monetaristas históricos y los modernos. Se pueden encontrar diferencias con respecto a la importancia que el dinero ejerce en la inflación, como único y exclusivo factor, diferencias que están presentes en distintas afirmaciones del mismo Friedman; están en contra de la “rigidez” de los salarios y precios de Keynes y a favor de la flexibilidad. Son liberales al estilo de La Riqueza de las Naciones. Están a favor del mercado libre, asignador de precios, de la competencia, del “interés del carnicero”; se oponen a la intervención del Estado en la economía y en la regulación del mercado, a los controles de precios y salarios; ven al mercado y al sistema económico básicamente estable y al Estado como causante de la inestabilidad y las fluctuaciones económicas; critican las políticas fiscales y monetarias por ineficaces, están contra las políticas “activas” (excepción, los ofertistas que impulsan la política fiscal); proponen las “reglas monetarias” de la política monetaria y no políticas discrecionales (excepción Hayek); a favor del ahorro; en contra de la curva de Phillips. Todos son militantes antikeynesianos, en contra de la teoría de la demanda. En concordancia con los autores citados, los monetaristas comparten la concepción de la Economía clásica y neoclásica del equilibrio económico; específicamente, la propuesta que si la oferta monetaria equipara la demanda por liquidez, los precios serán estables. Igualmente comparten la percepción de un mercado libre pero con el proviso que el gobierno (o autoridades monetarias) tienen la obligación de mantener la estabilidad económica. A diferencia del resto de los neoclásicos (y marginalistas) no utilizan el individualismo metodológico: el interés monetarista se centra en agregados (monetario, demanda, etc). 

En ese sentido, la idea monetarista básica consiste en analizar en conjunto la demanda total de dinero y la oferta monetaria. Se asume que las autoridades económicas tienen capacidad y poder para fijar la oferta de dinero nominal (sin tener en cuenta los efectos de los precios) ya que controlan tanto la cantidad que se imprime o acuña así como la creación de dinero bancario; pero los individuos y empresas tienen libertad para tomar decisiones sobre la cantidad de efectivo real que desean obtener. 

Así, la problemática general dentro de la escuela del pensamiento monetarista esta centrada en cómo se establece el equilibrio o estabilidad económica, en la ausencia de un sistema obvio de regulación del circulante (incluyendo el crédito). Específicamente, cuál es la política monetaria que un gobierno debe seguir a fin de obtener y mantener estabilidad y cuáles son los mecanismos que esa autoridad monetaria posee con ese propósito, dado que, por un lado, ya sea los bancos privados, en esa época, y el Estado en general pueden, teniendo en cuenta el crédito. 

Referencias 

BLANCHARD, Oliver. 2006. Macroeconomía. 4ta edición. Prentice Hall. España. Traducción: Esther Rabasco Espáriz. 

Friedman, Milton. (1951,1967) “Pleno empleo y estabilidad económica” en Ensayos sobre economía positiva, Editorial Gredos, Madrid.

Friedman, Milton y Rose. (1979, 1980). Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo económico. Ediciones Grijalbo, Barcelona. 

Hayek, Friedrich A. (1950). Camino de servidumbre. Alianza editorial, Madrid. 

Harris, L. (1981). Teoría monetaria, FCE: México, 1985.

 Hicks, J.R. (1967). Ensayos críticos sobre teoría monetaria, Barcelona: Ariel, Colección Demos 

Rodríguez Vargas, José de Jesús. (2005). La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial. Tesis de Doctorado en economía, DEP-FE, UNAM. 


ROCA, Richard. 2012.
El monetarismo moderno.
UNIVERSIDAD Mayor Pontifica del PERU. Lima. 

Stanley L Brue y Randy R Grant; (2008): Historia del pensamiento económico (Spanish Edition). Editorial: Cengage Learning, México. 

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MONETARISMO

  1. MONETARISMO - Eumed.net

    www.eumed.net/tesis-doctorales/jjrv/9g.htm

    Autores como LockeHume, Cantillon, Steuart, entre otros precursores de la economía política, manifestaron posiciones sobre el circulante y su efecto en los ...

XIII Jornadas de Epistemología de las Ciencias Económicas - FCE

  1. XIII Jornadas de Epistemología de las Ciencias Económicas - FCE ...

    www.econ.uba.ar/www/institutos/epistemologia/.../trabajos_XVI.htm

    Contribuciones críticas a la epistemología de la Economía ... Hugo Azcurra: Marx y Sraffa: dos modalidades de hacer teoría económica científica. Eleonora ...

    VER:
    Actas de las XVI Jornadas de Epistemología de las Ciencias Económicas / compilado por Leonardo Ivarola
    1a ed. - Buenos Aires : Universidad de Buenos Aires, 2011. Internet. ISBN: 978-950-29-1256-1

La epistemología posmodernista y el paisaje económico

La epistemología posmodernista y el paisaje económico

El reto, sin embargo, no es justamente encontrar nuevas estructuras teóricas más apropiadas a las realidades de la economía cambiante, cualesquiera que sea la orientación de esas nuevas aproximaciones. También tiene que ver con la confrontación de la crítica posmoderna concerniente a la naturaleza de las explicaciones "adecuadas" y a las limitaciones de todos los esquemas conceptuales y teóricos. Si la naturaleza cambiante de la economía capitalista socavó la relevancia de las teorías dominantes en la economía y en la geografía económica, el posmodernismo ataca los fundamentos epistemológicos en que se basan tales teorías. Lo que se cuestiona en ciertas partes de la economía y de la geografía económica no es simplemente qué teoría, sino la idea misma de teoría.
El modernismo se basa en la creencia de que a través de la aplicación de la ciencia y la razón el mundo puede ser comprensible y controlable; que, subyacentes al caos y vaguedades de la vida social y económica, son detectables tendencias universales y comunalidades. El papel de la ciencia social es descubrir lo que subyace a la realidad externa: en esta forma el funcionamiento de la sociedad y de la economía puede ser racionalizado y manejado. El posmodernismo contradice esos planteamientos y esas ambiciones. En vez de eso, nosotros estamos urgidos de ver el mundo como una pluralidad de espacios y temporalidades heterogéneos, de diferencias y contingencias más que de similaridades y necesidades: complejidad, indeterminación, contextualidad e incertidumbre son la nuevas palabras claves. Dada su visión antiesencialista del mundo, la epistemología posmodernista lleva consigo el rechazo de las categorías totalizantes, de las grandes teorías, de las "metanarrativas" y de la explicación racionalista, y favorece el rico contexto micronarrativo, el conocimiento local y las explicaciones particulares. Esto implica el abandono del canon modernista de que la verdad objetiva es en principio alcanzable; es más, para los posmodernistas no hay una única o absoluta verdad, sino múltiples "verdades" e "historias" (ver Pignansi y Lawson, 1988). La tarea de la explicación es el análisis y la deconstrucción del discurso; la revelación de las estructuras discursivas, las creencias ideológicas y las estrategias textuales que usamos, consciente o inconscientemente, para establecer el contenido y los elementos persuasivos de nuestras diferentes demandas de conocimiento.
Todas estas ideas se juntan para atacar el edificio de la moderna economía y de la moderna geografía económica (ver McCloskey, 1986, 1988; Klamer et al., 1988; Phelps, 1990; Samuels, 1990; Ruccio, 1991). Primero, los posmodernistas han usado la crítica metodológica y epistemológica de los principales cánones y teorías modernistas, para atacar sus fundamentos científicos, esencialistas y verificacionistas. Segundo, han promovido un considerable interés por lo económico como discurso; en los sistemas de lenguaje, retórica y persuasión que despliegan los economistas en sus teorías, modelos y paradigmas. Y tercero, han comenzado a retar el contenido y las categorías centrales del objeto. Dentro de la geografía económica existe un interés creciente en los tropos metafóricos y las prácticas discursivas que permean las diferentes teorías y explicaciones del paisaje económico. Además, la expresión posmoderna en geografía económica está enraizada en la creencia de que uno de los hitos del nuevo capitalismo es la gran diversidad económica, social y espacial, y la amplia fragmentación que socavan la pretensión de una teorización general. La primacía que los posmodernos conceden a lo sincrónico y a lo espacial sobre lo diacrónico y lo temporal, y su priorización de lo fragmentado sobre lo general, ha sido aprovechada por algunos geógrafos para poner lo local y lo único (retroceso) en la agenda de investigación. La particularidad espacial, el contexto local y la especificidad del lugar ganan importancia como referentes analíticos de un nuevo enfoque de la "diferenciación areal" (ver Barnes, 1989; Cooke, 1986, 1989; Gregory, 1987; Soja, 1989; Society and Space, 1987).
Se tiene que decir, sin embargo, que gran parte del "pensamiento posmoderno" en economía y en geografía económica, se ha tratado más de un ejercicio de doxografía -la cita litúrgica de las opiniones e ideas de los filósofos franceses posmodernos llamados "calientes" (Foucault, Derrida, Lyotard, etc.), y de los alguna vez "fríos", pero ahora redescubiertos e igualmente "calientes", Wittgenstein y Nietzche- que de la construcción de una economía (Dow, 1990, 1991) o de una geografía económica identificables como "posmodernas" (Barnes y Curry, 1992). Esto no es una sorpresa, puesto que no existe una teoría social "posmoderna" coherente o consistente, ni un paradigma de este estilo que sirva de base para su construcción (Best y Jellner, 1991; Rose, 1991). Algunos teóricos posmodernos, como Lyotard y Foucault, apuntan al desarrollo de nuevas categorías de conocimiento y de nuevos y radicales modos de pensamiento y de discurso. Otras visiones de la epistemología posmoderna son esencialmente deconstruccionistas e intentan revelar las deficiencias de las teorías y las prácticas modernistas. Otros como Jameson y Harvey, utilizan la teoría modernista (especialmente el marxismo) para analizar y explicar las formas económicas, sociales y culturales posmodernas. Aunque los teóricos posmodernos han aportado luces importantes sobre las nuevas tecnologías, sobre el hiperconsumismo y sobre la mercantilización cultural e informacional que caracteriza al capitalismo de nuestro tiempo, éstos no proporcionan un análisis o conceptualización adecuados de la economía o de sus relaciones con el Estado y con la globalización. Al contrario, muchos de ellos desean descentrar el conjunto de la economía, con el propósito de enfocarse sobre los fenómenos micropolíticos y microculturales. No sorprende entonces que estos asuntos no hayan sido debatidos ni en economía ni en geografía económica (para el caso de la economía ver Cats, 1988; Maki, 1988; Rappaport, 1988; Rosemberg, 1988; en geografía ver Harvey, 1987; Harvey y Scott, 1989). Con todo, aunque los prospectos de una metodología posmoderna integrada o de una teoría dentro de la economía y de la geografía económica, sean considerados como limitados, si no autocontradictorios, existen, sin embargo, hechos dentro del debate posmodernista que tienen que ver tanto con la economía como con la geografía económica, que se resisten a su fácil rechazo o a su fácil incorporación en los paradigmas existentes. Tales hechos merecen discusión.
El primero es que el reto posmoderno nos compele a hacer un examen más crítico del significado de la "realidad económica" y de sus relaciones con los modelos teóricos y los discursos que usamos. Como modo de discurso, la geografía económica, como la economía sobre la que ésta se basa, está inexorablemente limitada por la estructura y el contenido de su lenguaje y por las visiones del mundo o ideologías que subyacen a los diferentes sistemas discursivos. El espacio económico se caracteriza por su gran complejidad, heterogeneidad y variabilidad. Esta diversidad permite múltiples interpretaciones y explicaciones. Como resultado existen múltiples especificaciones de "realidad" para escoger, y nuestra selección está profundamente influida por las disposiciones ideológicas y por las formaciones lingüísticas. Las ideologías, los sistemas de creencias con los cuales percibimos e interpretamos las estructuras que ordenan nuestras vidas, son "construcciones sociales" de la realidad. Ellas son las estructuras conceptuales con que se impone el orden, se legitima la moral y se comprende lo social (Heilbroner, 1990). La economía y la geografía económica son inexorablemente ideológicas. Las diferentes teorías se basan en diferentes sistemas de creencias, y como tales construyen diferentes imágenes o "lecturas" de la "economía".
Las diferentes aproximaciones usadas por los geógrafos económicos encarnan diferentes visiones del mundo con respecto al funcionamiento de la economía capitalista, la naturaleza del desarrollo desigual, el papel de la localización en la toma de decisiones económicas, y así sucesivamente. Gran parte del contenido "conceptual" de las diferentes explicaciones, está constituido por estrategias metafóricas y retóricas a través de las cuales se seleccionan ciertos aspectos de la realidad, en tanto que otros se ocultan. Además, nuestra elección de teoría está influida por nuestra ideología, que a su vez depende de nuestro lugar social dentro de la estructura que tratamos de conceptualizar.
El reconocimiento de este inextricable contenido ideológico de la geografía económica pone en duda la realidad "objetiva" del espacio económico. Esto nos obliga a reconocer la ambigüedad de nuestro objeto de investigación: que aunque el "espacio económico" es existencialmente independiente de cualquier investigador individual, nuestro conocimiento de éste es necesariamente constituido ideológica y discursivamente. Los hechos son discursos específicos. Aun si todos los economistas y geógrafos económicos fueran filosóficamente realistas y creyeran que lo real existe independientemente de la idea que tengamos de ello, todavía subsiste la necesidad de escoger entre especificaciones alternativas y competitivas de lo "real", y esas elecciones están profundamente influidas por nuestras predisposiciones ideológicas.
Esto implica que las disputas entre aproximaciones y explicaciones alternativas no se pueden resolver acudiendo simplemente a la demostración racional desde cada teoría, de acuerdo con su propia construcción de la realidad, con sus categorías empíricas predeterminadas, o "hechos", o con los criterios de prueba con que evalúan su validez. La elección entre escuelas de pensamiento que compiten, es entonces retórica e ideológica, y esos aspectos de nuestras teorías necesitan ser revelados y examinados críticamente. Construida como discurso, la geografía económica adquiere un elemento esencial interpretativo o hermenéutico. Sin embargo, todo esto no significa un refugio en un manicomio posmoderno de teorías o afirmaciones conflictivas e irreconciliables como las de la naturaleza del espacio económico y su explicación apropiada". Esto es algo que revela el papel central (y que a menudo ofusca) que juegan la ideología y las metáforas en nuestras explicaciones; pero no se puede colegir, como lo hace equivocadamente McCloskey (1986) en el caso de la economía, que debemos abandonar enteramente la epistemología y la metodología. El reconocimiento de la geografía económica como discurso y como ideología, debería dirigir la disciplina hacia su autoconciencia, pero no a su autodestrucción.
Un segundo hecho es que el posmodernismo dirige nuestra atención hacia el carácter inconcluso y relativo de nuestras explicaciones y análisis. El relativismo se refiere al punto de vista de que la verdad depende del paradigma -o de la teoría. Para el relativista no existe una estructura explicativa única, o monismo teórico, sino más bien una pluralidad no reductible de esquemas conceptuales y de paradigmas. Los posmodernistas, sin embargo, van más allá y empujan el relativismo a sus extremos: este no es decididamente de significados, y todo lo que es posible es una multiplicidad de conocimientos fragmentados, parcial e igualmente válidos. Dentro de la geografía económica, este énfasis posmodernista sobre el relativismo y el pluralismo ha emergido en el ataque a la teorización realista y en el enfoque sobre la particularidad espacial y la unicidad de lo local (ver Hudson, 1988). El problema con este punto de vista es que como comienza por legitimar su interés por la diversidad y la diferencia, puede fácilmente tornarse en un pluralismo nihilista que asume la contingencia en vez de la causalidad, y lo específico en lugar de lo sistemático. En tanto que es correcto resaltar la importancia de la diferencia y la especificidad en el espacio económico, no lo es deducir que la generalización y la síntesis están excluidas. Al suscribir lo contrario se corre el riesgo de devolverse desde la teoría a la descripción empirista que recita las características específicas de lo local, y de caer en una "plana ontología" del realismo (Bhaskar, 1990), de la clase que ha caracterizado en el pasado reciente la "investigación local" y de la que Harvey (1987) ha sido razonado crítico.
Es engañosa la impresión dada por el "relativismo radical" en geografía económica, de que la relevancia de la especificidad espacial, la particularidad y la diferencia, impone un severo, si no fatal, obstáculo a la posibilidad de aplicar conceptos explicativos integradores. Una posición posmoderna extrema que niegue la posibilidad de construir o utilizar conceptos generales para explicar la variación espacial de los procesos del desarrollo económico, podría ser contradictoria. Tal postura es equivalente a postular una "gran narrativa" alternativa o concepción general de la especificidad local de la lógica de la acumulación y de la producción económica, lo que implica una visión de por qué y cómo existe tal diversidad y especificidad espacial. Negar cualquier papel a la teoría generalizadora y a los conceptos, tal como Hudson y otros desean hacerlo, es argumentar que todos los eventos locales y los cambios en el espacio económico son en últimas contingentes y únicos: es abogar por un excepcionalismo espacial. Pero más allá de la simple aserción, sin alguna identificación anterior y una teorización de las estructuras y procesos a gran escala, a pesar de lo poco claras que puedan ser esas primeras teorizaciones, no existe una forma de saber qué constituye un proceso específicamente local, o cuándo y qué contingencias particulares se deben tomar en serio.
Aunque el nuevo relativismo es un agudo crítico del realismo, no es correcto afirmar que estas dos visiones epistémicas sean totalmente opuestas. A pesar de que en el análisis del paisaje económico el realismo involucra una concepción estructural de los mecanismos esenciales y las fuerzas causales, puede no existir el intento definitivo de fijar de una vez por todas la naturaleza de tales mecanismos y fuerzas. Además, los argumentos realistas son de carácter trascendental, y reconocen en la realidad tanto las características de la experiencia general como los aspectos de la acción humana. Los realistas aceptan la relatividad de todo conocimiento y la naturaleza diferenciada de los procesos reales. Los procesos económicos operan en una variedad de diferentes niveles de abstracción, lo que desde el punto de vista geográfico significa que operan a diferentes escalas espaciales. Así, la aproximación realista plantea que una pluralidad de niveles opera en el dominio socio-económico, y que en cada nivel están usualmente en juego un número de factores, procesos y mecanismos (Lawson, 1989).
Los eventos económicos locales son explicados, por lo tanto, en términos de la interacción y entrelazamiento entre lo localmente específico y las estructuras nacionales e internacionales más generales, y teniendo en cuenta que la importancia relativa y la interacción de esos diferentes dominios espaciales de fuerzas causales varían de un lugar o otro. Una pluralidad real necesita pluralismo conceptual, dada la naturaleza de la economía y la relatividad epistémica: No cabe esperar que ninguna teoría pueda "revelar" la compleja totalidad. En principio, esta aproximación evade las trampas del crudo y totalizante determinismo de un reduccionismo económico, y del incontrolado pluralismo del posmodernismo: combina la búsqueda de profundas estructuras explicativas con el reconocimiento de que tales explicaciones son, no obstante, diferenciadas de lugar a lugar. Epistemológicamente hablando, el relativismo debe ser abiertamente acogido por los teóricos realistas.
Una tercera e importante implicación del debate posmodernista, es que los eventos económicos son necesariamente contextuales, que están inmersos en estructuras espaciales de relaciones sociales, y que nuestras explicaciones debieran buscar explícitamente la incorporación de estos hechos. Las principales escuelas de teoría económica no tratan adecuadamente estos aspectos del contexto social y del ambiente. Al contrario, se ha radicalizado la afirmación de que la conducta económica se ha vuelto más autónoma con la marcha del industrialismo y la modernización (ver Granovetter, 1985). La teoría neoclásica representa un inequívoco modelo descontextualizado de producción y distribución económica, basado en la concepción de un actor de conducta económica atomizada. La economía política marxista, por otro lado, interpreta la acción económica en calidad de una mecánica y macroestructural lucha de clases, y relega las complejas especificidades del contexto socioinstitucional a la categoría de un mero epifenómeno. Y como ya se hizo notar, la teoría de la regulación, con su énfasis en el modo de regulación, no da una conceptualización adecuada de las estructuras institucionales y de los procesos. En la medida en que se ha intentado sensibilizar esta perspectiva teórica hacia las relaciones sociales y las condiciones institucionales, estas últimas son consideradas apenas como un producto de la economía que facilita su lógica y los imperativos del sistema.
Entre las diversas alternativas metodológicas que los geógrafos han sugerido recientemente para tratar con el contexto en el paisaje económico, la más importante es el modelo neoricardiano de Sraffia o modelo de la producción de mercancías (ver Barnes, 1989). Esta es una teoría no esencialista de la reproducción económica, que no se basa en el valor. Presenta la economía como un sistema circular en que cada estado en la producción de mercancías es producido por otras mercancías, sin que exista jamás una última fuente de valor. Como resultado "tenemos que aprender cómo las cosas son valoradas en diferentes lugares y en diferentes tiempos; debemos tener en cuenta el contexto" (Barnes, 1989: 145). De acuerdo con sus exponentes, esta aproximación permite a los geógrafos económicos examinar el contexto geográfico específico en el que se inscriben las condiciones de producción técnicas, sociales e institucionales. Esta dependencia del contexto, argumentan sus promotores, significa que el modelo de sraffiano es compatible con el pluralismo metodológico: en un contexto una aproximación estructuralista puede ser apropiada, en otro puede ser más relevante hacer énfasis en la acción humana, mientras que en otros, tanto la estructura como la acción humana pueden ser importantes. Sin embargo, en tanto que son laudables sus intenciones, la geografía económica sraffiana no ofrece las ventajas que sus protagonistas declaran. El argumento de que su fuerza se deriva más de lo que calla que de lo que dice, puede sonar contradictorio. Además de sus varios errores en la teorización de la producción económica (su falta de mecanismos económicos, un tratamiento simplista de la tecnología, su carencia de dinámica histórica, para mencionar apenas algunos), la relevancia del contexto socio-espacial solamente es evocada como un argumento explicativo extraeconómico adjunto.
Así que la construcción de una economía y de una geografía económica contextuales, en el que el ambiente socio-espacial tenga el papel central y no uno secundario y contingente, permanece como una tarea clave. La recientemente revivida y reformulada economía evolucionista vebleniana nos puede ofrecer algunas luces en esta dirección (ver Tool, 1988; Wisman y Rozansky, 1991; North, 1992). Esta aproximación -que no se debe confundir con la "nueva economía institucional" de inspiración neoclásica (ver Williamson, 1985; Eggertsson, 1990)- busca explícitamente integrar el análisis institucional en el estudio de la economía y su rendimiento. En el nivel más general, la opción neovebleniana propone una visión sistémica, holística y evolucionista de la economía, en la cual la tecnología es el motor de la evolución del cambio económico, la conducta humana es un producto social, las instituciones son las unidades básicas de análisis, y donde el contexto social se caracteriza por el poder, el conflicto y los intereses creados. Esta tendencia se enfoca sobre los procesos de cambio inherentes al conjunto de instituciones que llamamos el sistema económico, en el que por instituciones se entienden las formas de organización social que, a través de la operación de la costumbre, la tradición o los limitantes legales, tienden a crear patrones de conducta durables y rutinarios.
Metodológica y conceptualmente, la economía institucional es por naturaleza contextual, realista y relativista: las estructuras institucionales operan en una variedad de niveles, y varía e interactúa en diferentes formas a través del tiempo y del espacio. No es una teoría universal de las estructuras institucionales y su evolución, o de la conducta y el rendimiento de la economía, más cuando las explicaciones deben ser relativas a tiempo y lugar. Algunos han ido más lejos al plantear que dados esos atributos, ésta perspectiva es de un carácter intrínsecamente "posmoderno" (Browns, 1991). Ya sea que esta visión sea aceptada o no, la geografía económica se puede beneficiar si incorpora y adapta sus desarrollos.
Existen pocas dudas de que, de varias maneras, los "desafíos posmodernos" están haciendo que los geógrafos económicos se preocupen más por cómo deben explicar y teorizar. Si bien esto no proporciona de por sí una visión satisfactoria de la economía, ni una guía programática para la construcción de la economía o de la geografía económica, esto nos compele a darle mayor significancia epistemológica al carácter pluralista del espacio económico contemporáneo, no justamente en el sentido de reconocer la diversidad de sus formas superficiales, sino inclusive en el de incorporar explícitamente la diversidad en nuestras categorías conceptuales y modos de explicación. Esto también nos obliga a cuestionar la autoridad y la posición de nuestros conocimientos declarados. Todo el pensamiento económico es un poder que se usa para explicar, intervenir y perpetuar una esfera de la actividad social, que es en sí misma un sistema de relaciones de poder. Debemos hacernos sensibles a las políticas de inclusión, exclusión y centralización que permean nuestros intentos de modelar y representar la subsistencia de otros. Tanto la economía como la geografía económica, por ejemplo, continúan siendo dominadas por una visión del desarrollo capitalista angloamericana y centrada en la masculinidad. Con respecto a esos y otros asuntos debemos intentar descentrar nuestras estructuras teóricas y conceptuales.
TEORÍA ECONÓMICA Y GEOGRAFÍA HUMANA
Ron MARTIN

miércoles, 23 de octubre de 2013

LAS DISTINTAS MIRADAS ACERCA DE LA RACIONALIDAD INSTRUMENTAL MÍNIMA Y LA ÉTICA 1

 Por:   
FERNANDO G. TORRES 

1. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo pretende identificar las distintas teorías acerca de la Racionalidad Instrumental Mínima desde la mirada de diferentes autores. A su vez, fueron incorporados otros pensadores que plantean modelos más amplios de racionalidad, que incluyen normas éticas y reflexión crítica. Posteriormente se plantean las críticas efectuadas a cada postura. A continuación se presentan algunas conclusiones que se desprenden de los trabajos. Para finalizar se incluye un anexo con la aplicación de las teorías vistas dentro de la evolución del pensamiento administrativo. 

De tal manera, el primer punto se desarrolla a partir del análisis de un trabajo de Pavesi quien pretende sentar las bases para una teoría de la racionalidad menos exigente que la racionalidad mínima de Cherniak o la racionalidad débil de Elster, y mediante el relajamiento de ciertas exigencias lleva a nuevos conceptos de la conducta racional, más adaptados a la realidad del ámbito económico y administrativo. Sin embargo dicha teoría se refiere únicamente a la decisión individual, no se trata la racionalidad de la ciencia ni ninguna otra. 

Luego estudiamos la postura de Bunge que en su libro “Racionalidad y realismo” afirma que la racionalidad es una prerrogativa humana, y el realismo es peculiaridad de la modernidad. La racionalidad que defiende Bunge es la que suponen la ciencia, la técnica y la acción planeada. Esta racionalidad es global: no se limita a las operaciones conceptuales sino que también abarca las empíricas, así como la evolución.  
En tercer lugar veremos que, a diferencia de la teoría tradicional de la elección racional que establece que las creencias de los individuos son totalmente independientes de los parámetros objetivos, Elster señala que existe una modelación de las propias preferencias y creencias por las constricciones objetivas en las cuales se hallan inmersas las acciones de los individuos. También tiene en cuenta la responsabilidad de los individuos en la formación de sus deseos y preferencias, considerando los medios con los que cuentan para regular su elección. 

A continuación se presentan los conceptos de Cherniak. Este autor plantea que, en lugar de una noción ideal de racionalidad que nadie puede cumplir, se necesita una noción de racionalidad mínima. La gente razona de acuerdo con situaciones contextuales y se enfocan en lo que es importante aquí y ahora. En lugar de calcular el resultado óptimo, la gente queda satisfecha simplemente tomando la primera opción que funcione razonablemente bien. De este modo Cherniak valora el sentido común y lo razonable por sobre los criterios formales. Supone que, dado un tiempo limitado y recursos útiles podría ser irracional perder todo el tiempo calculando cual seria la mejor decisión. Esta racionalidad mínima tiene la característica de que la mayoría de nosotros puede ser racional en ese sentido. 

Luego se presenta la propuesta de Apel, cuya idea dominante es que para asegurar la validez objetiva, es preciso superar la concepción monológica de la razón, y sustituirla por una concepción dialógica de la misma. De esta manera se garantiza la igualdad de derechos de todos los participantes del discurso como representantes de diferentes intereses, con igual responsabilidad en el planteo y resolución de todos los problemas que se deben discutir. Y es que, si los problemas éticos socialmente relevantes tienen alguna solución, las mismas tienen que alcanzarse, conforme a la ética discursiva, mediante discursos prácticos de sujetos iguales y corresponsables, y no mediante una deducción monológica a partir de principios últimos. 

El último autor tratado es Habermas, quien procura definir un modelo de acción social no subjetiva ni orientada por los fines egoístas de los sujetos individuales, sino el de una acción orientada al entendimiento, en el que los sujetos pueden coordinar sus planes de acción sobre la base de acuerdos motivados racionalmente; a partir de que se presuponga que en la expresión comunicativa se satisfacen las condiciones de racionalidad, y teniendo en cuenta que estas pretensiones de validez son susceptibles de crítica o examen. 

Luego se plantean las críticas de las posturas observadas, a continuación se desarrollan las conclusiones y a finalmente el mencionado anexo con la vinculación de estas teorías con las distintas escuelas de pensamiento administrativo. 

TEORÍAS DE RACIONALIDAD INSTRUMENTAL MÍNIMA 

2.1 Esbozo de una teoría mínima de la racionalidad instrumental mínima 

Pedro F. J. Pavesi 

Para comenzar Pavesi define ciertos conceptos básicos. De tal modo el decisor es toda persona física (sujeto) con fines (deseos, objetivos, valores) que pretende realizar. Los medios (recursos) son todos aquellos que el decisor cree en determinado momento que puede servirle para realizar sus fines. Por otro lado define a las creencias como al conjunto de evaluaciones del decisor, en determinado momento, contexto y circunstancias particulares. 

Asimismo el curso de acción es la expresión del propósito del decisor de utilizar un conjunto de medios. Cuando este propósito se realiza, se obtiene un comportamiento. La elección es entre los cursos de acción que considera factibles, la que el decisor elige y que a su criterio, percibe como el que mejor realizará sus fines. 
Por último dice que la preferencia es una relación binaria de orden, ................................. 


(1) El presente documento ha sido presentado y aprobado como trabajo final del 
Seminario de Doctorado “Decisión, racionalidad y acción humana” dictado en la 
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires por la Dra. 
Patricia BONATTI durante el segundo cuatrimestre del 2006. 

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