Excelente crítica de un pésimo libro sobre Ayn Rand
Crítica escrita por Sarah Rolph y publicada enAmazon.com sobre el libro “La Nación de Ayn Rand: La Lucha Oculta por el Alma de América”, de Gary Weiss.
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“Mal intencionado y salvajemente mal informado”.
El autor de este libro entiende mal tantas cosas sobre Ayn Rand que uno se pregunta si lo ha hecho a propósito.
Ayn Rand “vivía para la política”, dice. Él no cita ninguna evidencia ni ninguna fuente para esta extraña afirmación que sin embargo no tiene una pizca de verdad. Rand era una filósofa y una novelista, nunca participó en política, y tenía poco interés en ella.
Weiss hace esta declaración como parte de un difuso pasaje que parece destinado a pintar a Rand como una falsa judía. Por qué insiste en hablar de su origen judío no está claro en absoluto; Rand era una atea convencida. Pero Weiss parece pensar que es importante hacerlo, y quiere que sepamos que ella no fue la típica judía, el tipo de judío pisoteado que él dice respetar.
Es una línea de razonamiento extraña, que revela más sobre Weiss que sobre Rand. Él dice de Rand, quien llegó a los Estados Unidos desde Rusia en 1926: “Su familia era judía, pero hablaban ruso y tenían poco en común con los judíos que hablaban yiddish, los judíos muertos de hambre que emigraron a América en grandes números. . . . Eran supersticiosos y religiosos. Aguantaron ser procesados, como si fuesen ganado, en Ellis Island [la isla en New York por donde solían entrar los inmigrantes a USA] y luego eran hacinados en viviendas baratas para trabajar bajo opresión en talleres y fábricas de polvorines … “. Weiss utiliza esta condensada e irrelevante alusión a la historia para crear un contraste con Rand, a quien pinta como una elitista, lo cual encaja totalmente con la incomprensión que tiene acerca de la obra de Rand. “Rand nunca trabajó en un taller o en una fábrica, y no fue dotada de empatía, por lo que veía a los dueños de las fábricas y a otros capitalistas, no como explotadores sin escrúpulos como eran vistos por sus empleados, sino como héroes, como los constructores y los cerebros de la sociedad”.
El propio Weiss es un anti-capitalista tan empedernido que ni siquiera puede imaginarse cómo alguien puede creer en el capitalismo por principio. Al parecer, sus propios puntos de vista están formados exclusivamente por las circunstancias que le han rodeado y por sus reacciones emocionales a ellas, así que supone que ese es el caso para el resto del mundo.
Y algunas de sus reacciones emocionales son más bien primitivas.
Insistiendo en machacar a los judíos y al capitalismo, Weiss nos dice: “Los únicos capitalistas que yo vi fueron los tenderos con exceso de trabajo, los taxistas gruñones medio-gitanos, y los vendedores ambulantes de la Calle 135. Ella [Rand] vio que un mercado libre, no regulado, era la institución que define una sociedad libre. Para mí, un mercado libre, no regulado, era Benny Meleny vendiendo fruta desde un puesto frente a una carnicería en Kingsbridge Road, gritando “¡Eeehhhh! ¡Tenemos melones aquí!” con su agudo acento yiddish, metiendo a escondidas fruta podrida en la bolsa, y contando diez unidades cuando le pedían una docena”.
Pues sí, esa es realmente una cita directa del libro (página 14). Y las hay peores. Weiss continúa: “El espíritu de Benny fue derivando hacia el centro de la ciudad, a Wall Street. En lugar de Benny Meleny como mi arquetipo de capitalista, había un nuevo reparto de personajes. . . . En lugar de Benny con su cara enrojecida y su camiseta manchada, estaba el defensor del comercio electrónico Bernie Madoff con su ropa interior monogramada. Los dos se fundían en mi percepción, el pez chico y el pez grande”.
Ese pasaje arroja bastante luz sobre lo que hay de errado con Weiss, pero no tiene nada que ver con Ayn Rand.
Weiss no parece tener ni la más remota idea de por qué ella mantuvo los puntos de vista que mantuvo. Dice: “Rand utiliza el término “pistola” del gobierno como una metáfora para cualquier cosa que Estado podría hacer que a ella no le gustara”. De hecho, ella usó “pistola” como una metáfora para el uso de la fuerza. El gobierno tiene el monopolio del uso de la fuerza, que es la razón fundamental por la que es una mala idea darle demasiado poder al gobierno. Si Weiss es incapaz de entender eso, entonces realmente no tiene por qué meterse a escribir un libro sobre la influencia de Ayn Rand.
Su falta de comprensión acerca de la obra de Rand es algo que él admite libremente. Dice que leyó tanto El Manantial como La Rebelión de Atlas hace mucho tiempo, que no está seguro de si los terminó o no, y que no los entendió. ¡Y quiere que aceptemos ciegamente lo que él dice que significan esos libros! Al no entender las ideas de Rand y al no querer pensar – o ser incapaz de hacerlo – en base a principios, lo que hace es inventarse su propia interpretación de la obra de Rand, y luego proceder a destruir al hombre de paja que él ha creado.
Aunque Rand escribió numerosos ensayos explicando su filosofía – y aunque el énfasis de esa filosofía en el propio interés racional de cada uno está formalmente basado en metafísica, epistemología y ética – Weiss los ignora. En su lugar, ofrece un análisis basado en su propia incomprensión de las novelas de Rand. Tergiversa completamente sus puntos de vista, diciendo: “Lo que enfurecía a Ayn Rand era una cualidad humana diaria e indescriptible, una expresión de generosidad y desprendimiento”.
De hecho, Rand nunca tuvo ningún problema con la generosidad. Lo que ella repudiaba era la moralidad del sacrificio. En sus novelas, ella señala que las buenas intenciones no son suficientes; los supuestos bienhechores a menudo se engañan a sí mismos haciéndose creer que tienen todas las respuestas, cuando lo que realmente quieren es control. El control del Estado nos es presentado a menudo como siendo “por nuestro propio bien”, y esa es la maldad contra la cual Ayn Rand nos estaba previniendo. (Y eso es por lo que su obra sigue siendo popular, y por lo que está siendo tan comentada públicamente hoy día).
Weiss no consigue tener una visión del mundo que va más allá del jardín de infancia. Dice: “En El Manantial, Ayn Rand le enseña a cada adolescente alienado que ´No pasa nada por ser retraído. No necesitas amigos. No tienes que compartir. Es tu juguete. Quédatelo. Tu hermana pequeña puede conseguir su propio juguete´”.
El Manantial es una novela sobre adultos. En el mundo adulto, de hecho es conveniente quedarse con lo que uno gana. No existe una cesta gigante de juguetes desde la cual los trabajos, la comida y las viviendas puedan ser repartidas. Desde luego, ese es, en un cierto sentido, el punto más básico de la obra de Rand, y a la vez parece la cosa más básica que los izquierdistas no entienden. Es un triste hecho que hay mucha gente como Weiss, que por lo visto cree que lo único que se interpone entre nosotros y un mundo sin hambre y sin violencia es la capacidad de compartir nuestros juguetes.
El objetivo de Weiss al escribir este libro parece ser el de desacreditar a Rand y, por extensión, desacreditar al Tea Party. El libro es una serie de perfiles de gente que admira a Ayn Rand, y a cada uno de ellos Weiss lo encasilla y lo ridiculiza con su evaluación absurdamente imprecisa de la obra de Rand, y con su visión profundamente izquierdista del mundo.
Pero ni Ayn Rand ni el Tea Party son como Weiss los ve. Los principios del Tea Party son: un gobierno limitado, responsabilidad fiscal, adhesión a la Constitución y al estado de derecho, y libertad individual. La filosofía de Rand apoya estos principios, así que no es de extrañar que exista una conexión entre ellos. O Weiss no sabe estas cosas, o no quiere admitirlas.
Weiss dice que Rand “desarrolló un sistema de valores que puso patas arriba a los valores morales de la civilización occidental. . . . Ella creía en el individualismo y se oponía a las instituciones de la sociedad que benefician a grupos de personas, a las que condenó como siendo la maldad del “colectivismo”.”
Es preocupante el que Weiss no parezca entender que el individualismo es uno de los principales valores morales de la civilización occidental.
Y es triste que Weiss no entienda lo que Rand quería decir cuando hablaba de colectivismo, pero su pomposa descripción de lo que él imagina que ella rebatía deja bien claro que no tiene ni la más remota idea de nada (“instituciones de la sociedad que benefician a grupos de personas” – ¿qué estaría pensando, que Rand era una anarquista?).
Weiss está a la defensiva porque él mismo cree firmemente en el control del gobierno. Rechaza todo el concepto del capitalismo laissez-faire al llamarlo, deshonestamente, “capitalismo sin gobierno”. Weiss piensa que la crisis financiera del 2008 fue causada por “un fracaso de la desregulación y un capitalismo desbocado”, una posición irrisoria. Se burla de Paul Ryan por decir que las políticas del presidente Obama podrían haber salido directamente de una novela de Ayn Rand, una afirmación que es evidentemente verdadera.
Weiss termina su libro diciendo: “Tenemos que elegir: o nuestra herencia o la de Ayn Rand”. Pero él tiene una visión muy extraña de nuestra herencia. Con su visión infantil de la realidad, afirma: “Las palabras “capitalismo”, “mercado” y “libre empresa” no aparecen en ninguno de los documentos fundacionales de los Estados Unidos”.
Incapaz de pensar en principios, e ignorante, por lo visto, del propio concepto de principio, Weiss ni siquiera se ha dado cuenta de que existe una clara conexión entre la libre empresa y el derecho a la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad.
Weiss vive en el país más grandioso del mundo – un país fundado en el principio de la libertad – y ni se ha enterado.
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<< Traducción: Objetivismo.org >>
Citado por Harry Binswanger en su lista www.hblist.com
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Adquiere los libros de Ayn Rand y de Objetivismo traducidos al español aquí https://larebeliondeatlas.org/ebooks/ o en Amazon.com
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“Mal intencionado y salvajemente mal informado”.
El autor de este libro entiende mal tantas cosas sobre Ayn Rand que uno se pregunta si lo ha hecho a propósito.
Ayn Rand “vivía para la política”, dice. Él no cita ninguna evidencia ni ninguna fuente para esta extraña afirmación que sin embargo no tiene una pizca de verdad. Rand era una filósofa y una novelista, nunca participó en política, y tenía poco interés en ella.
Weiss hace esta declaración como parte de un difuso pasaje que parece destinado a pintar a Rand como una falsa judía. Por qué insiste en hablar de su origen judío no está claro en absoluto; Rand era una atea convencida. Pero Weiss parece pensar que es importante hacerlo, y quiere que sepamos que ella no fue la típica judía, el tipo de judío pisoteado que él dice respetar.
Es una línea de razonamiento extraña, que revela más sobre Weiss que sobre Rand. Él dice de Rand, quien llegó a los Estados Unidos desde Rusia en 1926: “Su familia era judía, pero hablaban ruso y tenían poco en común con los judíos que hablaban yiddish, los judíos muertos de hambre que emigraron a América en grandes números. . . . Eran supersticiosos y religiosos. Aguantaron ser procesados, como si fuesen ganado, en Ellis Island [la isla en New York por donde solían entrar los inmigrantes a USA] y luego eran hacinados en viviendas baratas para trabajar bajo opresión en talleres y fábricas de polvorines … “. Weiss utiliza esta condensada e irrelevante alusión a la historia para crear un contraste con Rand, a quien pinta como una elitista, lo cual encaja totalmente con la incomprensión que tiene acerca de la obra de Rand. “Rand nunca trabajó en un taller o en una fábrica, y no fue dotada de empatía, por lo que veía a los dueños de las fábricas y a otros capitalistas, no como explotadores sin escrúpulos como eran vistos por sus empleados, sino como héroes, como los constructores y los cerebros de la sociedad”.
El propio Weiss es un anti-capitalista tan empedernido que ni siquiera puede imaginarse cómo alguien puede creer en el capitalismo por principio. Al parecer, sus propios puntos de vista están formados exclusivamente por las circunstancias que le han rodeado y por sus reacciones emocionales a ellas, así que supone que ese es el caso para el resto del mundo.
Y algunas de sus reacciones emocionales son más bien primitivas.
Insistiendo en machacar a los judíos y al capitalismo, Weiss nos dice: “Los únicos capitalistas que yo vi fueron los tenderos con exceso de trabajo, los taxistas gruñones medio-gitanos, y los vendedores ambulantes de la Calle 135. Ella [Rand] vio que un mercado libre, no regulado, era la institución que define una sociedad libre. Para mí, un mercado libre, no regulado, era Benny Meleny vendiendo fruta desde un puesto frente a una carnicería en Kingsbridge Road, gritando “¡Eeehhhh! ¡Tenemos melones aquí!” con su agudo acento yiddish, metiendo a escondidas fruta podrida en la bolsa, y contando diez unidades cuando le pedían una docena”.
Pues sí, esa es realmente una cita directa del libro (página 14). Y las hay peores. Weiss continúa: “El espíritu de Benny fue derivando hacia el centro de la ciudad, a Wall Street. En lugar de Benny Meleny como mi arquetipo de capitalista, había un nuevo reparto de personajes. . . . En lugar de Benny con su cara enrojecida y su camiseta manchada, estaba el defensor del comercio electrónico Bernie Madoff con su ropa interior monogramada. Los dos se fundían en mi percepción, el pez chico y el pez grande”.
Ese pasaje arroja bastante luz sobre lo que hay de errado con Weiss, pero no tiene nada que ver con Ayn Rand.
Weiss no parece tener ni la más remota idea de por qué ella mantuvo los puntos de vista que mantuvo. Dice: “Rand utiliza el término “pistola” del gobierno como una metáfora para cualquier cosa que Estado podría hacer que a ella no le gustara”. De hecho, ella usó “pistola” como una metáfora para el uso de la fuerza. El gobierno tiene el monopolio del uso de la fuerza, que es la razón fundamental por la que es una mala idea darle demasiado poder al gobierno. Si Weiss es incapaz de entender eso, entonces realmente no tiene por qué meterse a escribir un libro sobre la influencia de Ayn Rand.
Su falta de comprensión acerca de la obra de Rand es algo que él admite libremente. Dice que leyó tanto El Manantial como La Rebelión de Atlas hace mucho tiempo, que no está seguro de si los terminó o no, y que no los entendió. ¡Y quiere que aceptemos ciegamente lo que él dice que significan esos libros! Al no entender las ideas de Rand y al no querer pensar – o ser incapaz de hacerlo – en base a principios, lo que hace es inventarse su propia interpretación de la obra de Rand, y luego proceder a destruir al hombre de paja que él ha creado.
Aunque Rand escribió numerosos ensayos explicando su filosofía – y aunque el énfasis de esa filosofía en el propio interés racional de cada uno está formalmente basado en metafísica, epistemología y ética – Weiss los ignora. En su lugar, ofrece un análisis basado en su propia incomprensión de las novelas de Rand. Tergiversa completamente sus puntos de vista, diciendo: “Lo que enfurecía a Ayn Rand era una cualidad humana diaria e indescriptible, una expresión de generosidad y desprendimiento”.
De hecho, Rand nunca tuvo ningún problema con la generosidad. Lo que ella repudiaba era la moralidad del sacrificio. En sus novelas, ella señala que las buenas intenciones no son suficientes; los supuestos bienhechores a menudo se engañan a sí mismos haciéndose creer que tienen todas las respuestas, cuando lo que realmente quieren es control. El control del Estado nos es presentado a menudo como siendo “por nuestro propio bien”, y esa es la maldad contra la cual Ayn Rand nos estaba previniendo. (Y eso es por lo que su obra sigue siendo popular, y por lo que está siendo tan comentada públicamente hoy día).
Weiss no consigue tener una visión del mundo que va más allá del jardín de infancia. Dice: “En El Manantial, Ayn Rand le enseña a cada adolescente alienado que ´No pasa nada por ser retraído. No necesitas amigos. No tienes que compartir. Es tu juguete. Quédatelo. Tu hermana pequeña puede conseguir su propio juguete´”.
El Manantial es una novela sobre adultos. En el mundo adulto, de hecho es conveniente quedarse con lo que uno gana. No existe una cesta gigante de juguetes desde la cual los trabajos, la comida y las viviendas puedan ser repartidas. Desde luego, ese es, en un cierto sentido, el punto más básico de la obra de Rand, y a la vez parece la cosa más básica que los izquierdistas no entienden. Es un triste hecho que hay mucha gente como Weiss, que por lo visto cree que lo único que se interpone entre nosotros y un mundo sin hambre y sin violencia es la capacidad de compartir nuestros juguetes.
El objetivo de Weiss al escribir este libro parece ser el de desacreditar a Rand y, por extensión, desacreditar al Tea Party. El libro es una serie de perfiles de gente que admira a Ayn Rand, y a cada uno de ellos Weiss lo encasilla y lo ridiculiza con su evaluación absurdamente imprecisa de la obra de Rand, y con su visión profundamente izquierdista del mundo.
Pero ni Ayn Rand ni el Tea Party son como Weiss los ve. Los principios del Tea Party son: un gobierno limitado, responsabilidad fiscal, adhesión a la Constitución y al estado de derecho, y libertad individual. La filosofía de Rand apoya estos principios, así que no es de extrañar que exista una conexión entre ellos. O Weiss no sabe estas cosas, o no quiere admitirlas.
Weiss dice que Rand “desarrolló un sistema de valores que puso patas arriba a los valores morales de la civilización occidental. . . . Ella creía en el individualismo y se oponía a las instituciones de la sociedad que benefician a grupos de personas, a las que condenó como siendo la maldad del “colectivismo”.”
Es preocupante el que Weiss no parezca entender que el individualismo es uno de los principales valores morales de la civilización occidental.
Y es triste que Weiss no entienda lo que Rand quería decir cuando hablaba de colectivismo, pero su pomposa descripción de lo que él imagina que ella rebatía deja bien claro que no tiene ni la más remota idea de nada (“instituciones de la sociedad que benefician a grupos de personas” – ¿qué estaría pensando, que Rand era una anarquista?).
Weiss está a la defensiva porque él mismo cree firmemente en el control del gobierno. Rechaza todo el concepto del capitalismo laissez-faire al llamarlo, deshonestamente, “capitalismo sin gobierno”. Weiss piensa que la crisis financiera del 2008 fue causada por “un fracaso de la desregulación y un capitalismo desbocado”, una posición irrisoria. Se burla de Paul Ryan por decir que las políticas del presidente Obama podrían haber salido directamente de una novela de Ayn Rand, una afirmación que es evidentemente verdadera.
Weiss termina su libro diciendo: “Tenemos que elegir: o nuestra herencia o la de Ayn Rand”. Pero él tiene una visión muy extraña de nuestra herencia. Con su visión infantil de la realidad, afirma: “Las palabras “capitalismo”, “mercado” y “libre empresa” no aparecen en ninguno de los documentos fundacionales de los Estados Unidos”.
Incapaz de pensar en principios, e ignorante, por lo visto, del propio concepto de principio, Weiss ni siquiera se ha dado cuenta de que existe una clara conexión entre la libre empresa y el derecho a la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad.
Weiss vive en el país más grandioso del mundo – un país fundado en el principio de la libertad – y ni se ha enterado.
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<< Traducción: Objetivismo.org >>
Citado por Harry Binswanger en su lista www.hblist.com
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