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martes, 8 de diciembre de 2015

 ÍNDICE
Introducción 9
Ayn Rand
1. La ética objetivista 19
Ayn Rand
2. La salud mental frente al misticismo y al autosacrificio 51
Nathaniel Branden
3. La ética de las emergencias 61
Ayn Rand
4. Los "conflictos" de intereses entre los hombres 71
Ayn Rand
5. ¿No somos todos egoístas? 81
Nathaniel Branden
6. La psicología del placer 87
Nathaniel Branden
7. ¿La vida no requiere transacciones? 97
Ayn Rand
8. ¿Cómo se puede tener una vida racional en una sociedad irracional? 101
Ayn Rand
9. El culto de la moral gris 107
Ayn Rand
10. Éticas colectivizadas 115
Ayn Rand
11. Los constructores de monumentos 123
Ayn Rand
12. Los derechos del hombre 133
Ayn Rand
13. "Derechos" colectivizados 145
Ayn Rand
14. La naturaleza del gobierno 153
Ayn Rand
15. Financiación del gobierno en una sociedad libre 165
Ayn Rand
16. El divino derecho al estancamiento 173
Nathaniel Branden
17. El racismo 181
Ayn Rand
18. El individualismo falsificado 195
Nathaniel Branden
19. La intimidación como argumento 201
Ayn Rand

INTRODUCCIÓN 
Ayn Rand 
El título de este libro puede suscitar el tipo de pregunta que me formulan de vez en cuando:

"¿Por qué utiliza la palabra 'egoísmo' para describir virtudes de carácter, cuando es incompatible con el concepto que tienen de ella muchas personas para las cuales no significa las cosas que usted desea expresar?" 

A quienes me lo preguntan, les contesto: 
"Por la misma razón por la que usted le teme".

Pero hay otros que no harían tal pregunta porque presienten la cobardía moral que implica y que, sin embargo, son incapaces de formular las razones que me mueven a usarla, o de identificar el profundo tema moral involucrado. 

Es a ellos a quienes daré una respuesta más explícita. 

No se trata de una simple cuestión semántica ni de una elección arbitraria. 
El significado que se da a la palabra "egoísmo" en el lenguaje popular no es meramente erróneo: representa una devastadora tergiversación intelectual, que es responsable, más que cualquier otro factor, de la paralización del desarrollo moral de la humanidad. 

En el uso popular, la palabra "egoísmo" es sinónimo de maldad; la imagen que evoca es la de un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se preocupa por ningún ser viviente y que sólo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos. 

Sin embargo, el significado exacto de la palabra "egoísmo" y su definición de acuerdo con el diccionario* es: La preocupación por los intereses personales. 

Este concepto no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala, ni qué es lo que constituye los intereses reales del hombre. La respuesta a esa pregunta corresponde a la ética. 
La ética del altruismo ha creado como respuesta la imagen del bruto para lograr que los seres humanos acepten dos dogmas inhumanos: 
a) que ocuparse del interés personal es malo, sea cual fuere tal interés, y 
b) que las actividades de ese bruto son, de hecho, de interés personal (al cual debe el hombre renunciar, como le ordena el altruismo, en favor de su vecino). 
Para obtener una explicación de la naturaleza del altruismo, sus consecuencias y la enormidad de la corrupción moral que perpetra, referiré al lector a mi obra 
La rebelión de Atlas o a los encabezamientos de cualquiera de los diarios actuales. 

Lo que nos ocupa aquí es el delito de omisión del altruismo en el terreno de la teoría ética. 

Existen dos cuestiones de moral que el altruismo reúne en un solo "paquete": 
1) ¿Qué son los valores? 
2) ¿Quién debe ser el beneficiario de los valores? 

El altruismo reemplaza a la primera por la segunda: elude la tarea de definir un código de valores morales y deja así al ser humano, de hecho, sin guía moral. El altruismo declara que toda acción realizada en beneficio de los demás es buena y toda acción realizada en beneficio propio es mala. Así resulta que el beneficiario de una acción es el único criterio de comparación del valor moral de ésta, y mientras el beneficiario sea cualquiera salvo uno mismo, todo está permitido. 
De ahí la espantosa inmoralidad, la injusticia crónica, la grotesca duplicidad de los valores, los conflictos y contradicciones 
* La autora se refiere a diccionarios de la lengua inglesa. [N. del T.]  insolubles que han caracterizado a las relaciones humanas, así como también a las sociedades humanas, a lo largo de la historia, con cualquiera de las variantes de la ética altruista. 

Obsérvese la indecencia de lo que hoy en día se considera juicio moral. A un industrial que amasa una fortuna y a un delincuente que asalta un banco se los considera igualmente inmorales, dado que ambos buscan obtener riqueza para su propio beneficio "egoísta". Se piensa que un hombre que abandona su carrera con el fin de mantener a sus padres y que, por ello, nunca podrá llegar a ser más que un empleado de almacén es moralmente superior al joven que se esfuerza y, después de soportar enormes dificultades, logra hacer realidad su ambición personal. 
Se considera que un dictador es moral, dado que las inenarrables atrocidades que comete se llevan a cabo para beneficiar a "la gente", no a sí mismo. Obsérvese lo que este criterio moral del beneficiario hace a la vida de un hombre. 
Lo primero que aprende es que la moralidad es su enemigo; nada tiene que ganar con ella, sólo puede perder; todo lo que puede esperar son la pérdida y el dolor autoinfligidos y el gris manto de un deber incomprensible. 
Podrá esperar que otros, ocasionalmente, se sacrifiquen en su beneficio, así como él se sacrifica de mala gana por el de ellos, pero sabe que tal relación sólo producirá resentimientos mutuos, no placer, y que, moralmente, la búsqueda de valores que realicen será como un intercambio de regalos de Navidad, ni elegidos ni deseados, que ninguno de ellos está moralmente autorizado a comprar para sí mismo. 
Fuera de los momentos en los que consiga realizar algún acto de autosacrificio, carecerá, como persona, de toda significación moral; la moralidad no lo tiene en cuenta a él, y nada tiene para decirle con el fin de guiarlo en las cuestiones cruciales de su vida; ésa es sólo su vida personal, privada, "egoísta" y, como tal, se la considera malvada o, en el mejor de los casos, amoral. 
Dado que la naturaleza no provee al hombre de una forma de supervivencia automática, ya que debe mantenerse con vida mediante 11 su esfuerzo personal, la doctrina que dictamina que es malo preocuparse por el interés personal significa, en consecuencia, que el deseo de vivir es malo, que la vida humana, como tal, es mala. Ninguna doctrina podría ser más malvada que ésta. Sin embargo, es ése el significado del altruismo, implícito en ejemplos tales como la equivalencia entre un industrial y un ladrón. Existe una diferencia moral fundamental entre el hombre que halla su interés personal en la producción y aquel que lo encuentra en el robo. La maldad de un ladrón no consiste en el hecho de que persigue su interés personal, sino en lo que él considera que es su interés personal; no en el hecho de que persigue sus valores, sino en qué es lo que elige como valor; no en el hecho de que desea vivir, sino en el hecho de que desea vivir en un nivel subhumano (véase "La ética objetivista", p. 19). Si es cierto que mi concepto del "egoísmo" no es lo que se considera convencionalmente como tal, entonces ésta es una de las peores acusaciones que pueden hacerse contra el altruismo; significa que el altruismo no permite concepto alguno que describa a un hombre que se respete a sí mismo, un hombre cuya vida se sostenga por su esfuerzo personal, y ni se sacrifique por otros ni sacrifique a otros para su propio beneficio. 
Significa que la única visión que el altruismo permite de los hombres es la de animales sacrificables o beneficiarios de sacrificios ajenos, la de víctimas y parásitos, que no permite ni el concepto de una coexistencia benévola entre los hombres ni el de justicia. 
Si nos preguntamos cuáles son las razones que subyacen en la fea mezcla de cinismo y culpa en la que pasa su vida la mayoría de los hombres, diremos que son éstas: cinismo, porque ni practican ni aceptan la moralidad altruista; culpa, porque no se atreven a rechazarla. 
Para oponerse a una maldad tan devastadora, es necesario rebelarse contra sus premisas básicas. 
Para redimir tanto al hombre como a la moral, hay que redimir al concepto de "egoísmo". 

El primer paso es afirmar que el hombre tiene derecho a una existencia moral racional, es decir, reconocer su necesidad de un código moral que guíe el curso y la realización de su propia vida. En el capítulo "La ética objetivista" (p. 19) hago una breve descripción de la naturaleza y la validez de una moral racional. Las razones por las cuales el hombre necesita un código moral nos indicarán que el propósito de la moral es definir los valores e intereses correctos del hombre, que la preocupación por el propio interés es la esencia de una existencia moral y que el hombre debe ser el beneficiario de sus propias acciones morales. 
Dado que todos los valores han de ser obtenidos y/o retenidos por las acciones del hombre, toda brecha entre actor y beneficiario implica una injusticia: el sacrificio de algunos hombres para favorecer a otros, de los que actúan en beneficio de los que no actúan, de los que son morales en favor de los inmorales. Nada puede justificar tal brecha, ni jamás podrá justificarla. 
La elección del beneficiario de los valores morales es meramente una cuestión preliminar o introductoria en el campo de la moral. 
No es un sustituto de la moral ni una norma para juzgar el valor moral, como lo presenta el altruismo. Tampoco es un fundamento moral, el cual ha de ser derivado de las premisas fundamentales de un sistema moral y validado por ellas. La ética objetivista sostiene que el actor siempre debe ser el beneficiario de sus acciones y que el hombre tiene que actuar en favor de su propio interés racional. 
Pero su derecho a actuar así deriva de su naturaleza de ser humano y de la función de los valores morales en la vida humana; en consecuencia, es aplicable únicamente en el contexto de un código de principios morales racional, demostrado y validado de manera objetiva, que defina y determine sus auténticos intereses personales. No es un permiso para "hacer lo que se le antoje", y no es aplicable a la imagen del altruismo de un bruto "egoísta", ni a cualquier hombre motivado por emociones, sentimientos, urgencias, deseos o caprichos irracionales. 

Aclaro esto como una advertencia sobre los "egoístas nietzscheanos" que, de hecho, son un producto de la moralidad altruista y representan la otra cara de la moneda altruista: los hombres que creen que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, es buena siempre que tenga como objetivo el propio beneficio. 
Así como la satisfacción de los deseos irracionales de los demás no es un criterio de valor moral, tampoco lo es la satisfacción de los deseos irracionales de uno mismo. La moralidad no es una competencia de caprichos (véanse los capítulos "¿No somos todos egoístas?", p. 81, y "El individualismo falsificado", p. 195). 
Un error similar es el que comete quien declara que, dado que el hombre debe ser guiado por su propio juicio independiente, toda acción que elige realizar es moral si es él mismo quien la elige. 

El juicio personal independiente es el medio por el cual se habrán de elegir las acciones personales pero no es una norma moral, ni tampoco una validación moral: sólo la referencia a un principio demostrable puede validar las elecciones personales. Así como el hombre no puede sobrevivir por medios arbitrarios, sino que debe descubrir y practicar los principios que su supervivencia requiere, tampoco puede el interés personal del ser humano estar determinado por ciegos deseos o caprichos arbitrarios, sino que debe ser descubierto y logrado mediante la guía de principios racionales. 
Esta es la razón por la cual la ética objetivista es una moral de interés personal racional o de egoísmo racional. Dado que el egoísmo es "la preocupación por el interés personal", la ética objetivista utiliza este concepto en su exacto y más puro sentido. No se trata de un concepto al que se puede renunciar frente a los enemigos del hombre, ni frente a las equivocaciones irreflexivas, las distorsiones, los prejuicios y los miedos de los ignorantes y los irrar cionales. 
El ataque contra el "egoísmo" es un ataque contra la autoestima del hombre; renunciar a uno es renunciar a la otra. Agrego unas palabras sobre el material contenido en este libro. 

Con la excepción de la conferencia sobre ética, (p. 19), se trata de una colección de ensayos que han aparecido en The Objectivist Newsletter (Noticiero Objetivista), una revista mensual de ideas editada y publicada por Nathaniel Branden y por mí. 
El Noticiero trata de la aplicación de la filosofía del objetivismo a las cuestiones y problemas de la cultura actual, más específicamente, al nivel intermedio de análisis intelectual que se encuentra entre las abstracciones filosóficas y los hechos concretos, periodísticos, de la existencia diaria. 

Su propósito es proporcionar a los lectores un marco de referencia filosófico coherente. 
Esta colección no es un tratado sistemático de ética, sino una serie de ensayos sobre aquellos temas éticos que requieren aclaración, en el contexto actual, o que han sido extremadamente confundidos por la influencia del altruismo. 
Se verá que los títulos de algunos ensayos están formulados en forma de preguntas. Esto se debe a que surgen del "Departamento de Suministros Intelectuales" ("Intellectual Ammunition Department") de la revista citada, que responde a las preguntas planteadas por nuestros lectores. 

Nueva York, septiembre de 1964

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